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502 km de distancia en avión. Tras bajar del taxi que me llevó al hotel, donde me hospedaría el tiempo necesario, fui al vestíbulo. Era enorme con un suelo brillante y con tráfico de gente que no me dejaba llagar al mostrador. Mientras tanto miré a mi alrededor para analizar el lugar, una lámpara de araña colgaba  del grandioso techa amarillo con detalles blancos, muebles de madera con toques dorados en los pomos.

Pasé entre una pareja  de ancianos algo perdidos, al fin llegué al lugar que quería para avisar de mi llegada y pedir mi llave.

-Señor.- Dije mientras tocaba el pequeño timbre que había allí. Dejé mis maletas a un lado por lo pesadas que eran.

-Disculpe señorita,-se dirigió hacia mi colgando el teléfono-¿qué desea?

-Soy Valentina Piromalli, he pedido una habitación- me interrumpió.

-Sí, aquí está, habitación 275.

Dejó de conversar conmigo para hacerlo con un hombre de alta edad, que por la ropa y porque llevaba un carrito para llevar las maletas, supuse que era el botones.

Francesco, que era el nombre que ponía a un lado de su chaqueta, cogió mis maletas y las subió al carrito para poder llevarlas con más facilidad.

El ascensor era lo suficientemente grande como para poder entrar de una vez  10 personas. Estuvimos en silencio hasta que un pequeño timbre nos avisó de que habíamos llegado al piso que correspondía.

Se hizo a un lado para que pudiera salir y me sonrió, era mayor, su edad debía rondar los 60 pero tenía mucha vitalidad.

-La pequeña de los Piromalli por aquí.- Dijo el hombre mirando al frente en el ascensor- No te preocupes soy un viejo amigo de tu padre, se guardar secretos.

Ni siquiera le contesté, tan sólo respiré fuerte.

-Eras tan pequeña cuando te vi por primera vez, Valentina es tu nombre ¿Me equivoco?

-Sí, es mi nombre- Respondí algo tensa.

-Toma- me tendió una maleta de metal gris que pesaba un poco, casi al mismo tiempo que llegábamos a la habitación correspondiente. –Yo fui el primero que le dió una pistola a tu padre, y ahora te toca a ti el legado- me sonrió.

-Gracias

-Es una serie 80.

Se despidió con una sonrisa y un gesto con la mano. Entré y dejé las maletas y en especial la gris metal encima de la cama, para empezar a ordenar todo un poco, ropa, zapatos, planes…

En la mesita de noche negra había una bandeja con fruta fresca y un mojito muy apetecible, lo cogí y fui al balcón para contemplar las vistas espectaculares del mar que tenía  desde la cama, dejé la bebida a la mitad para sentarme en la cama, coger el portátil y saber a quién debía buscar aquí.

No recibí el correo que daba toma la información, por lo que cogí unos pantalones lagos vaqueros, algo rotos, y unas Nikes negras, busqué la pistola que me dio Francesco y la puse en la parte de atrás de la cintura de mi pantalón, por si alguien quería darme una “sorpresa” algo desagradable. No necesitaba nada más, solo mi móvil y la pistola. Salí por la puerta con la intención de buscar un lugar para comer y me dirigí al ascensor, no iba a estar sola.

-Hola- me dijo mi acompañante en el ascensor. No respondí, le mostré una sonrisa algo tímida.

Los dos siguientes pisos estábamos en silencio pero él quiso comenzar una conversación.

-¿Cómo te llamas?-Preguntó sin mirarme, pero con una sonrisa torcida que hizo que algunas arrugas salieran junto a sus ojos.

-Valentina. -Respondí seca y cortante, pero tampoco muy brusca.

-Piromalli, ¿me equivoco?

Me quedé helada, abrí los ojos ante la inesperada continuación de la conversación, ni le respondí, pero si le miré y él a mí, con unos ojos marrones del mismo tono que el café, su mirada era intensa e intimidante, mucho. Paró el ascensor en la sexta planta y el habitáculo empezó a emitir continuos pitidos.

-¿Cómo mierda lo sabes?- Esta situación se estaba tornando a una muy incómoda.

-Esa boquita Valen, te recuerdo que eres una señorita- se fue acercando con las manos en el bolsillo, mi espalda topó con la pared del ascensor, para luego sacarlas y apoyarlas a cada lado de mi cabeza- y estas en mi territorio.- Humedeció sus labios.

Respondí en forma de un empujón que él no se esperaba, he hizo que perdiera el equilibrio y cayera, golpee el botón para que las puertas se abrieran y así salir, que fue lo que hice. Corriendo, para ser más concreta, buscando las escaleras de emergencia, pensando que darían a la calle, pero no fue así, daban a la azotea. Llegué exhausta, sin aliento, por la gran carrera, los nervios, la adrenalina, y también por la poca respiración que me dejaron las vistas desde allí. Ni siquiera me di cuenta de que la puerta se abrió, y que el causante fuese el chico del ascensor, del que desconocía su nombre. Vino hacia mí con cara divertida como si esto fuese un juego de niños, aunque eso era exactamente lo que parecía. Fui corriendo hacia un poste, que era uno de los que sujetaban el cartel del hotel, me puse de espaldas contra él y saqué la pistola ya cargada.

Miré a un lado en busca del chico y no estaba, al girarme allí estaba con una pose algo vacilona, con los brazos cruzados bajo el pecho y con unas gafas de sol que cubrían sus ojos, apunté hacia él, no disparé porque levantó los brazos.

-Escucha, el juego este del pilla-pilla me ha gustado mucho- puso una sonrisa picara mientras de quitaba las gafas y las sujetaba con la mano- las vistas de tu culo era lo mejor, ¿pero qué te parece si el jueguecito termina aquí?

-Lo siento, cuando empiezo a jugar no sé parar.- Dije sin bajar el arma.

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⏰ Última actualización: Sep 03, 2014 ⏰

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