I.

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Capitulo 1
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          Los pequeños pies de Hanna avanzaban, procurando no pisar diversas lineas dibujadas en el suelo ni tropezar con las piedras que se hallaban en el camino que recorría, sus brazos se encontraban extendidos a sus costados y su vista estaba posada en el suelo mientras que tarareaba un intento de melodía de la cual ni siquiera era capaz de recordar de donde la había escuchado, esto fue hasta que su cabeza choco contra algo, o para ser más exactos contra alguien, provocando que se tropezara y aterrizara sobre su trasero soltando un leve quejido por el dolor del impacto.

— ¿Te encuentras bien, pequeña?— una mano bastante más grande a comparación con la suya apareció en su radio de visión así que su mirada fue subiendo por el brazo que se encontraba extendido de manera amistosa hacia su persona para ofrecerle ayuda hasta finalmente llegar al portador de este, quien era un joven bastante apuesto con cejas muy pobladas y largos cabellos de color morado y poseedor de una mirada dorada. — Si...— contesto la menor con voz baja aceptando su mano ligeramente nerviosa ante la presencia del desconocido.

Una vez se encontró de pie aparto su mano con rapidez ocultándola tras su espalda y se alejo un poco para guardar distancia del desconocido, no tenía el aspecto de "una mala persona" pero bien le había dicho Judal que las apariencias podían engañar y no sabia donde podría llegar a terminar si daba un paso en falso.

— ¿Cuál es tu nombre?— el pelivioleta se coloco en cuclillas para quedar a la misma altura que la morocha quien volvió a dar un paso hacia atrás con la cabeza gacha, al principio se descoloco  por su actitud recelosa hacía él pero luego le sonrió de manera comprensiva, — Mi nombre es Sinbad, ahora no soy un extraño, puedes decirme tu nombre.

— Hanna, mi nombre es Hanna...— respondió con voz suave la pequeña alzando un poco su mentón y una tímida sonrisa se formo en sus labios.

          Para sorpresa de la pelinegra, la compañía de Sinbad resulto ser bastante cómoda y reconfortante, ambos la estaban pasando muy bien que ni siquiera se percataron de lo rápido que transcurrió el tiempo hasta que llego momento en el que el Sol brillante y abrazador comenzó a ocultarse tras el horizonte creando un espectáculo visualmente maravilloso. Pero para ella, aquello representaba la hora de volver a donde vivía a pesar de que en realidad no había nadie que esperara su regreso.

— Sin-nii, tengo que irme— la pequeña se levanto del suelo y sacudió su vestimenta apartando el césped que se había adherido a está (la cual realmente no la tenía bien puesta dado que aun no comprendía la forma correcta de colocársela).— Ya es hora de que vuelva a casa...

— ¿Quieres que te acompañe...?— ¡No! — Hanna soltó un agudo y pequeño grito moviendo sus manos con rapidez para indicarle que se quedara donde estaba, hasta que se dio cuenta de lo alterada que debía de verse se calmo y aclaro su garganta, — Quiero decir, gracias por tu oferta pero no sera necesario— claramente se veía muy graciosa haciendo el intento de ser formal.

Después de todo, logro a que accediera a dejarla ir asegurandole que era capaz de cuidarse por su cuenta, cosa que en el fondo dudaba, pero Judal le había dicho que no debía hablar con alguien ajeno a él, por no decir que se lo prohibió así que sería bastante problemático para ella y para el pelivioleta si el magi se enteraba que lo había desobedecido y peor aún si llegaba a encontrárselo. Su despedida no fue muy emotiva, después de todo no llevaban más que unas horas que se habían conocido y tenían la leve sensación de que se toparían en otro momento. Aunque realmente no volvió a toparse con él, quedándose solo su imagen como un recuerdo de alguien con quien se cruzo por azares del destino.

[...]

          Hanna avanzaba tratando de estar lo más a la par posible del chico poseedor de una larga trenza azabache y ojos tan rojos como los rubíes, los ojos de la pequeña brillaban con admiración observando al mayor quien caminaba despreocupadamente hasta toparse con un hombre mucho mayor que ambos con un Kefiiyeh en su cabeza son una corona de espinas, además de poseer un pronunciado bigote encima de la gran e irreal sonrisa que mostraba toda su dentadura. Al verlo un sentimiento de desconfianza le recorrió la columna vertebral empapando los sentidos de la menor, provocando que se colocara detrás del joven del que iba acompañada y agarrarse ligeramente  a su pantalón estilo árabe provocando que girara levemente su rostro para darte un vistazo aparentemente desinteresado por encima de su hombro y después volver su rostro al hombre frente a él.

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⏰ Última actualización: Jan 13, 2020 ⏰

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Magi x lectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora