La muerte de Olympia Sprenger

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El día estaba nublado, y cómo no. Era un día serio, triste y algo siniestro.

Lucia apretaba sus puños apoyados en su regazo, mientras cabizbaja, pedía al director de la universidad justicia por la muerte de Olympia; su hija. Las lágrimas comenzaban a agolparse en sus ojos color esmeralda. Su pelo rojo estaba despeinado. Parecía que estaba al borde de la locura.

Por otra parte, Philippe se limitaba a aguantar el llanto y a acariciarse la fuente a la par que fruncía el ceño frustrado. Daba vueltas por el despacho del director, mientras que este, se limitaba a intentar calmar a los padres ante la trágica y reciente muerte de su hija.

—Es una lástima lo de Olympia, no cabe duda señores Sprenger.—Musitó el director, con una voz levemente ronca. Se colocó unas gafas y peinó su pelo pelirrojo y desaliñado hacia atrás con una mano. Sacó un folio y una pluma de buena calidad. El director era una persona que claramente poseía grandes cantidades de dinero y de bienes, de forma que podía permitirse hasta el mínimo detalle de excelente calidad.

Los padres de Olympia permanecieron callados unos instantes. Ya sabían que era una lástima la situación de su hija. Pero lo que más les desgarraba, era el hecho de desconocer el motivo de la muerte de su hija. Sentían que el centro estaba ocultando algo, pero de una forma u otra, no querían acusar al centro simplemente por una intuición, ya que se formaría un gran revuelo y toda la ciudad terminaría enterándose y aquello era justamente lo que no quería la familia Sprenger; ya que para ellos, Olympia siempre estaría viva.

—Necesito que me den datos. ¿Notaron cualquier tipo de comportamiento peculiar en Olympia los últimos días?—Preguntó el director mientras tamborileaba los dedos contra su escritorio perfectamente ordenado de madera de olivo. Philippe se puso sus gafas y se frotó la barbilla. Algunas lágrimas se resbalaban por las mejillas de Lucia, pero ella no quería ocultar su dolor por la situación de su hija.

—Habíamos venido a pasar las vacaciones con Oly, nos quedamos en su apartamento. No notamos ningún comportamiento extraño hasta la noche del primer y único día que pasamos con ella. Apenas cenó. Su cara estaba pálida y parecía que no era ella.—Comentó Olivia entre sollozos.—Si yo... Si yo le hubiese apoyado, si le hubiese preguntado...—Lucia comenzó a sofocarse hasta el punto en el que parecía que estuviese padeciendo de un ataque de ansiedad.—¡Tal vez ahora Oly estaría viva!—Exclamó la madre, en un grito desgarrador. Philippe la levantó de la silla acolchada de la que estaba sentada.

—Sigamos con las preguntas otro día, Sr.Director.—Dijo Philippe dolido. El director asintió con la cabeza y los padres salieron de la habitación desolados, mientras los llantos de ambos se mezclaban con el eco del vacío pasillo.

Olympia ; cdmuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora