Capítulo Especial

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Clara Prout

Lancé el teléfono a la cama con los nervios de punta. Aníbal Santander lograba que mi buen humor se esfumara por arte de magia.

Mordí mis dedos en un intento de aplacar los gritos que quería lanzar. Estaba harta de los incompetentes y de esa intrusa que no terminaba de irse de mi vida. Quería que desapareciera y para eso debía jugar mi última carta como una profesional.

El golpe de la puerta me hizo soltar mis dedos. Era Alejandro. Me levanté de inmediato y cubrí mis manos. Con una sonrisa fingida, le permití el paso.

—Voy a desayunar con Came, ¿te unes? 

Inventé una excusa para no acompañarlo y le pregunté por su padre, noté como su rostro se tornó preocupado al decirme que estaba encerrado en su habitación.

—No te sientas responsable por el matrimonio de Esteban. Esa niña no quiso entender la situación, es como si el hecho de que estuvieras en su vida fuera un impedimento para ella.

—Mamá, no conoces a Eli y no te voy a tolerar que hables mal de ella.

—Jamás se llega a conocer a una persona realmente, si digo todo esto es porque estoy segura o respóndeme, ¿recibiste una visita de ella en el tiempo que estuviste internado en la clínica?

—Mi viejo jamás le dijo la verdad a Elizabeth, no intentes cambiar las cosas, te conozco.

—Me duele tu desconfianza, solo quiero lo mejor para tu padre y ahora estoy convencida de que no es Elizabeth, solo es una niña insegura que quiere jugar con todos, ¿sabes dónde estuvo el viernes? Salió con Aníbal Santander y eso no hace una mujer casada.

—¿Cómo sabes eso?

—Esteban me lo dijo anoche.

—Estoy seguro que esa salida no tiene nada de malo. Estamos en otros tiempos.

Besó mi mejilla por compromiso y salió de la habitación. Quizás con él no funcionaran mis métodos, pero sabía con quien no fallaban.

Fui hacia la habitación de Esteban y golpeé su puerta varias veces, grité su nombre en un intento de que la abriera y nada funcionó. Él no era hombre de dormir hasta tarde y mucho menos en un viaje que se trataba de la salud de su hijo.

Bajé al lobby del hotel y pedí la tarjeta de entrada alegando que era la esposa de Esteban, como nos vieron llegar juntos no pidieron identificación. Volví al piso que compartíamos y finalmente pude entrar a su habitación.

La oscuridad que reinaba en el interior me fastidió la vista al principio, busqué el interruptor de la luz a tientas hasta que lo pude encontrar.

La primera imagen que mi mirada captó fue de mi ex esposo acostado en el mueble principal, con una botella de licor en su mano que casi tocaba el suelo alfombrado.

Me senté a su lado cuidando de que no se despertara por mi repentina presencia. Quité la botella vacía de su mano, y pude sentir su suave respiración al igual que su aliento con aroma a whisky. Era la primera vez que lo veía en una situación semejante.

Pasé las manos por su cabello alborotado y una leve nostalgia me invadió, era la responsable de su situación y aunque, lo había hecho por amor no podía ignorar el sentimiento de culpa.

—Elizabeth... mi amor, regresa... a la casa... te amo —balbuceó, entre movimientos intranquilos.

Dejé de acariciarlo por miedo a despertarlo y me limité a contener los suspiros de indignación por sus palabras.

SUBLIME AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora