Capítulo 1: Daisy

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Oh, mi dulce Daisy.
Mi pequeña está acostada, boca abajo en su cama. ¿Y qué es eso? Su almohada está húmeda de tantas lágrimas que han caído.
En sus ojos se puede ver el mar de llanto que la atormenta; en su corazón se puede ver que se ahoga lentamente y nadie la ayuda.
¿Qué pasa con la pequeña Daisy?, ¿la pequeña Daisy de tan sólo diez años?

Su historia comienza desde los cinco años, ¿irónico, no?
Cuando ella recién cumplió 5 años, la llevó a celebrar su fiesta de cumpleaños -a su pizzería favorita- su madre, su amada madre: estaba ebria.
Al pasar por una carretera; estúpidamente la madre soltó el volante. Dejando que el carro fuera a cualquier dirección que le complaciera.
Fueron directo a un barranco. Milagrosamente las dos sobrevivieron, pero Daisy se fracturó la columna vertebral y, bueno. Ya se imaginarán.

Dos meses después del accidente, los doctores no le daban mucho tiempo a Daisy, sabían que no sobreviviría debido al gigantesco problema que se cargaba.
Al final, lo único que pudieron hacer, fueron colocarle placas dentro de su pequeño cuerpo, para que éste se estuviera recto, lástima que sólo sería así.

Durante los siguientes años, Daisy estuvo condenada a estar en una pequeña silla de ruedas; obviamente ésta era su trono. Decorado a su estilo, tenía un cómodo sillón que le encantaba, ¿qué más podía pedir? Oh, es verdad. El único problema que había es que no podía caminar, gracias a su madre.

A los ojos de Daisy, tuvo una buena niñez.
Su mala situación comenzó cuando ella entró a quinto grado de primaria. Los niños a esa edad eran más groseros y menos considerados. Un horror y también un error.

Un buen día, mientras Daisy luchaba con subir las escaleras ella sola, ya que en su escuela eran unos inconscientes que no querían poner rampas y tampoco querían ayudarle a subir.
Unos compañeros suyos, de salón para específica. Se reían a carcajadas mientras balbulceaban "¿te quedaste sin gasolina, amiga?"
Daisy lo único que hacía era; sonreír y hacer como si nada. Pero, nadie se tomaba su tiempo para ver cómo estaba o qué necesitaba. Nada. Era como si sólo existiera cuando le hacían burlas.

Y bueno, si ya de por sí ésto es triste; imagínense lo que voy a contar en este preciso momento:

A la salida de la escuela, a Daisy le dieron ganas de orinar. Ella estaba muy feliz aun sabiendo el día tan difícil que tuvo. Pobre ingrata.
Su sorpresa fue que no encontró a Teresa, la agradable señora que todos los días le ayudaba a bajar de su silla y a subir.
Pues, como la necesidad no pudo irse; ella misma trató de sentarse y sí. Lo logró.
Lo que no logró fue subirse a su silla. Se arrastró hasta la puerta para pedir auxilio, y sólo encontró a una niña, riéndose de ella, mientras la grababa con su celular. Al final, después de una hora; su mamá entró al baño para poder llevarla a casa, sana y salva.

Días después apareció el video en las redes sociales, y las burlas crecieron cada vez más y la apodaron "Daisy, la arrastrada". Sí, niños de diez años le pusieron así.

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