En aquella noche de luna llena, bajo una tenue luz entrante por el cristal que impedía a la furiosa tormenta entrar a la habitación. Los gritos de una mujer de sangre real, llevados de la mano con el viento resoplando con fuerza, los árboles siendo arrastrados... sus hojas cantando, hablando en nombre de la Diosa blanca que veía todo desde los cielos. Presenciando el nacimiento de nueva vida.
-Vamos cariño tú puedes – La mano del hombre sosteniendo al cuerpo postrado en la cama. Su agarre firme, dándole fuerzas, lo mejor que podía.
Los gritos de la mujer cada vez más fuertes, mientras la comadrona repetía una y otra vez "Ya casi, mi señora, usted puede" y ella lo intentaba, pero estaba constando demasiado.
El viento furioso, el ambiente se había trasformado en algo osco y oscuro. En una habitación iluminada por dos velas y una cama desastrosa de sabanas blancas, derramadas en colores rojizos, que no paraban de salir. La comadrona vestida en mantos negros, mantenía su cabeza gacha a la espera del nuevo heredero, sin embargo, viéndolo casi imposible. La sangre goteando en sus zapatos, creando charcos por el piso.
Le dirige al hombre una mirada preocupada, y niega levemente con la cabeza, asumiendo ya lo que pasaría. Pero él sigue sosteniendo la mano de su esposa y cierra los ojos con fuerza, intentando calmar sus acelerados latidos, en un intento desesperado por consolarse a si mismo, no queriendo aceptar la realidad de lo que inevitablemente sabía que pasaría.
- ¡NO PUEDO! – grita la reina, y piensa que en cualquier momento morirá
Tres en aquella habitación lo saben.
- Mi señora... - La comadrona dice, intentando aliviar los dolores de la mujer con leves masajes en sus piernas, pero todo es en vano. Sabe que no resistirá.
- Debe haber algo que podamos hacer ... ¡ALGO! – el rey grita con desesperación y Pone una mano en la frente de la mujer moribunda, quitando el cabello pegando en ella debido al sudor, al esfuerzo, al cansancio.
- Mi rey... he hecho lo que puedo – dice, bajando la vista hacia el suelo, sintiéndose impotente, viendo como la mujer que la recogió en su más miserable situación, se va lentamente delante de ella, sin poder hacer nada por detener un poco del dolor que siente su reina, su ángel. Niega con la cabeza y su vista se vuelve nublada. – Es demasiada sangre... - Repite, viendo el charco alojarse en sus pies, mientras crece más y más... y no para.
El rey, mira a su esposa, postrada en la cama... tan pálida y débil que parece ser un miserable pedazo de papel. Sus brazos delgados y labios de tonos violetas. Un cuerpo muerto que sigue respirando, y es irónico, es un sentimiento acido, pesado y se siente asqueado. Sus piernas flaquean ante la imagen, y puede ver pequeños destellos de memorias, donde en sus labios posaba una sonrisa, donde sus ojos eran brillantes y su piel parecía una reliquia conservada.
Y se niega, se niega tanto... no puede dejarla ir, no puede... Y no le importa demasiado porque ¿realmente es necesario un heredero? ¿realmente las leyendas serán ciertas? Y entonces... el rey ha tomado una decisión.
Levanta su vista cristalina en una esquina de la oscura habitación, donde una figura envuelta en telas blancas observa la situación, lejana a ellos. Su mirada fría, sin expresión alguna. Pero sus ojos son cálidos, en una mezcla verdosa de las hojas aproximándose al siguiente otoño. Como si el bosque se hubiera posado sobre ellos. Esos ojos tan peculiares, que el rey sabía, eran una maldición. Su rostro es joven, llevado de un deseo pecaminoso, como la misma tentación que la serpiente puso en la manzana prohibida... una belleza genuina.
Una leve luz la rodea, pero es tan débil, es como si el brillo fuera propio, como si la piel blanquecina que tiene fuera angelical, y demostrara pureza absoluta... no lo era.
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KHANJARS
FantasyHarry Styles. Hijo del duque de la mansión Mayfair, obligado a comprometerse para recuperar la herencia de su difunto padre, escapa el día de su fiesta de compromiso dejando perplejos a toda la ciudad de Londres. Casi un mes después de lo sucedido...