Comenzó a abrir los ojos, con pereza. Como cuando duermes pocas horas y lo único que quieres hacer es revolcarte en la cama, deseando alargar ese momento, pero la cegadora luz del día se lo impedía.
«¿Dónde estoy?» se preguntó extrañada. Con las manos podía palpar un suelo húmedo, frío y arenoso.
Empezó a incorporase poco a poco. Sentía como un dolor le recorría de pies a cabeza. Notaba como sus labios resecados pedían agua y su estomago rugía del hambre.
«¿Cuánto tiempo habré estado inconsciente?... » se cuestionó. Entonces fue cuando todos los recuerdos la invadieron en menos tiempo de lo que dura un chasquido. «El cubo, la explosión, el caos, la gente corriendo de un lado para otro... la isla estaba siendo evacuada, y yo... yo, intenté coger el barco pero...» Recuperó la compostura antes de entrar en pánico y se puso de pié rápidamente. Se encontraba en una playa y, a la distancia, podía ver el continente principal, el cual , aunque estaba un poco desorientada, podría jurar que era Gabriel. Entonces se dio cuenta. No había salido de la isla. Seguía en Tol Rauko. Con miedo comenzó a girar, poco a poco, para observar el estropicio que había producido ese cubo morado y paralizante. Empezó a andar hacia el núcleo de la isla, al lugar de donde había emergido ese objeto de grandes dimensiones, pero, para su asombro, ahí no estaba. Solo había un gran boquete de tierra en el centro de la isla, pero no solo eso, por no estar, no estaban ni siquiera aquellas instalaciones tan futuristas, las cuales recorría a diario y tan bien se conocia, ni las grietas que emanaban ese color violeta que fragmentaron la isla. Era como si el estado de esta se hubiera remontado a tiempos pasados, porque no se parecía para nada al estado turístico e impresionante de esta. Había perdido su esplendor, esas especies de plantas tan únicas y extrañas, esa fauna peculiar. Tampoco había rastros de destrozos o muertes. Si no fuese por el boquete nadie diría que había explotado un enorme cubo que levitaba sobre la isla. Aun recordaba ese sentimiento de angustia e impotencia... la inquietaba. El agujero también la recuerda al terreno que tenía la isla, a esa forma de cuenco hundido.
Al llegar al borde de la hendidura pudo divisar las cuatro ruinas de aquel castillo del que tanto se desconocía, aun después de todos los estudios que se llevaron a cabo, pero no era lo único inexplicable de la isla. Mirándolas recordó cómo hace unas pocas horas ella estaba dando un recorrido por las instalaciones, mostrándoselas a un grupo de niños de poca edad, y también cómo les contaba un cuento sobre esas ruinas.
Elevó su mano para mirarla, esperando ver algo en especial, pero acto seguido la volvió a bajar, un poco avergonzada, pensando que lo que le estaba pasando por la cabeza tuviese algún sentido, por muy absurdo que pareciera.
-5 días antes de la explosión-
Había sido un largo día para Julia, una muchacha de mechones rubios y de unos perfectos rasgos faciales, que desde bien pequeña había tenido que buscarse las mañas. Ella había nacido en el lecho de una familia humilde. Sus padres nunca tuvieron mucho que ofrecerla, aunque siempre querían lo mejor para ella. Así se tuvo que buscar la vida y abandonar su peculiar pueblo en Tirghú, Baho, para poder estudiar en Estigia a la vez que trabajaba para poder ayudar económicamente. El cansancio del día a día se le podía notar en su piel albina, pero aún así, ella era feliz.
Hoy muchos turistas arribaron a la isla, más de lo habitual. Todo el día se lo pasó recorriendo Tol Rauko, de arriba a abajo, con grupos numerosos, otros más reducidos, de jóvenes, adultos, de colegios... Ella se dedicaba a este trabajo para poder pagar sus estudios los cuales realizaba en su casa, a través de clases no presenciales por ordenador. Ella vivía feliz, aunque no tuviese mucho dinero. Su familia siempre ha sido modesta en ese aspecto.
A medida que el sol se empieza a poner, los turistas van dejando la isla, y esta se empieza a cerrar. Será un sitio perteneciente al "Patrimonio Mundial" y no perteneciente a ningún país en concreto, pero aun así cobran por entrar, y mucho. Pero al ser una de estas maravillas que debes ver mínimo una vez ante de morirte, saca un buen beneficio el gobierno. Honestamente, su propaganda no engaña. La vegetación de la isla es espectacular, con esos arboles enormes de hojas de colores inusuales, que dan frutos únicos y sabrosos, por no hablar de lo graciosos que son los monos voladores que habitan en la isla. La verdad es que merece mucho la pena y Julia se siente agradecida de poder verlo todos los días, aunque llegue a casa sin fuerzas del cansancio.
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Los Guardianes.
FantasyBienvenidos a Gaia. Un planeta muy parecido al que tu y yo vivimos. Nueve personas se embarcarán en una aventura que no solo les cambiará a ellos, sino que también al destino de el resto de habitantes de este planeta, y todo por el mero hecho de coi...