-pórtate bien amor, no quiero que Eren me diga que te portaste mal, ¿ok? - pedía Kushel a su retoño, depositándole un casto beso en la coronilla y sonriéndole cual ángel caído del cielo, revolviendo con cariño el cabello oscuro de Levi antes de sujetar su maleta de llantitas- si hace algo malo no dudes en decirme, corazón- esta vez se dirigió al casi adulto, acariciando su mejilla con cariño para hacerle saber que contaba con ella para lo que sea. Una gran mujer sin duda alguna.
-no se preocupe, señora Kushel. Sabe que su angelito siempre se porta bien conmigo- aseguró con una resplandeciente sonrisa- le deseo un buen viaje junto a su marido.
La azabache mayor sonrió enternecida y dio media vuelta, cuando llegó frente al lujoso auto, su rubio esposo la ayudó con la maleta y la metió en la cajuela sin problemas. No faltó mucho para que la pareja se introdujera en el vehículo y se retiraran.
Una vez que se perdieron de vista de las orbes esmeraldas y grises, dejaron de saludar y se metieron a la mansión que tenía por hogar la millonaria familia Ackerman.
Eren Jeager era el nombre del omega, empezando a trabajar como niñero del azabache desde sus recién 15 años, implorándole casi de rodillas a la señora Kushel que lo contratara de lo que fuese, pues en ese tiempo, su madre Carla padecía de una grave enfermedad que la obligaba a mantenerse en cama durante todo el día y consumir medicinas altamente caras. A la mujer se le agrietó el corazón y gustosa lo aceptó, dejándole en claro lo bien pagado que sería si se convertía en el niñero de su insoportable hijo, al cual las institutrices le huían por sus recurrentes bromas y berrinches.
El día 3 de abril, Eren y Levi se conocieron por primera vez, y para sorpresa de los padres, el pelinegro lo trató educadamente, realizando sus deberes cuando el castaño se lo ordenaba y aferrándose a su cintura cada que tenía oportunidad.
“me gustas”
Fueron las palabras que el omega escuchó seguido de un corto beso en los labios, hecho ocurrido luego de un año de conocerse. Las dos palabras fueron entendidas de una manera completamente distinta por el chico, atribuyéndolo a un amor amistoso o de hermanos. Por eso mismo, después de avergonzarse, curvó sus labios, acarició los mechones del menor y respondió con un:
“tu también me gustas. Eres como un hermano menor para mí”.
Esa sin duda fue la primera vez que el azabache sintió el agudo dolor del rechazo. Inconscientemente tal vez, pero al final de cuentas era un rechazo.
Y desde ese momento se había esforzado por enamorar a su niñero, anhelando que el tiempo pasara y lo convirtiera en un adulto que Eren pudiera amar.
- ¿quieres algo de comer? - cuestionó el castaño, deslizando su dedo índice por la nariz del niño.
- “a ti, hermoso”-dijo mentalmente el contrario, embobado por el hermoso rostro tan cerca del suyo- pizza- finalmente respondió.
-oh, bien. Entonces ordenaré tu favorita, bebé- respondió, dándole la espalda al menor para tomar el teléfono al costado del caro sofá y marcar a la pizzería.
Entre ambos, Eren era el más inocente y puro. Y aquella traviesa lengua de Levi paseando por sus labios con dobles intenciones lo comprobaba. Era un niño, pero la inocencia que se supone debería tener ya no existía, no al menos desde que descubrió como funciona aquello entre sus piernas y las maravillas que podría hacer con el voluptuoso trasero del moreno.
El omega ingresó luego de la llamada y se sentó de nuevo al lado de Levi, encendió el televisor y puso las caricaturas, se recostó en el sofá y abrió sus manos, alzándolas en el aire como una invitación para ser abrazado. El otro no se hizo de rogar y se subió al cuerpo del mayor, sonrojándose levemente al sentir en su palma el botón de carne cubierto por la delgada prenda. No pasó mucho tiempo para que Eren se quedara profundamente dormido con sus dedos escondidos en los mechones oscuros del Ackerman.
