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Los días de verano pasaban mientras yo me encerraba cada vez más en mi habitación. Muchas veces sentía cómo si se encogiera y el aire pesara más de lo normal, pero no me atrevía a salir fuera y enfrentarme al mundo. Sola estaba mejor, sin tener que darle explicaciones a nadie ni recibir miradas de desaprovación o preocupación de los demás. Ya no sabía si la vida no estaba hecha para mí o yo no estaba hecha para la vida. 

Todo cambió aquel día, aquel quince de agosto. Estaba en la cocina fingiendo desayunar con el telediario de fondo cuando escuché cómo un periodista informaba de que lo iban a soltar. A él, a mi peor pesadilla. Y yo no estaba preparada para saber que cualquier día me lo podía cruzar por la calle o que incluso podía llamar a la puerta de mi casa. Y seguro que lo hacía, y se vengaría de mí por haberlo metido en la cárcel. Una imagen de Koj, mi violador, apareció en el televisor, se le veía más musculado y con cara de querer hacerle pagar a alguien por todo lo que tuvo que pasar. 

Mi madre entró en la cocina justo cuando estaban dando los datos de por qué fue encarcelado, me dio un suave apretón en el hombro, como si quisiera decirme sin palabras que ella estaba ahí para protegerme. Pero nadie podría protegerme si él decidía venir a por mí, lo conseguiría de cualquier modo y no puedo estar rodeada de gente las veinticuatro horas del día. 

Mi teléfono empezó a vibrar, pero no lo quería coger. O era gente que quería darme apoyo porque como yo se acababan de enterar de la noticia o en el peor de los casos podría ser él; fuese quien fuese no quería saber nada. La taza que se encontraba entre mis manos hasta ese momento resvaló y cayó al suelo rompiéndose en mil cachitos cuando dijeron que al haber sido menor cuando cometió el delito ahora se encontraba sin antecendentes penales. El ruido del cristal atrajo a mi padre a la cocina, y así fue cómo él también se enteró.

Mis padres llevaban dos horas hablando con la policía, intentando que me pusieran algo de protección, pero al no haber ni antecendentes ni orden de alejamiento no podían hacer nada. Además, aunque pudieran hacerlo, no iban a estar protegiéndome toda la vida, en cuanto creyeran que el peligro se había ido se irían ellos también y dejarían la pista libre para que me hiciera lo que quisiera. Ni siquiera las agencias de protección aceptaban nuestro caso, parecía que nadie a excepción de nosotros veía el peligro.

Estaba sentada en el balcón que da a la calle viendo a todo el mundo que se paseaba por la acera de enfrente de mi casa, algunos me dirigian miradas de lástima, otros intentaban darme fuerzas o ánimos y los demás directamente ni me miraban. Vi llegar a los chicos, a Sic, Dreic y Elly. Hacía mucho que no estaba con ellos, pero hoy no quería verlos, no quería por la simple razón de que hablaríamos de lo que todo el mundo hablaba ese día.

Por suerte me confundí y consiguieron no mencionar nada sobre el tema, consiguieron hacer que pensara en otras cosas, como en la fiesta que ese sábado se iba a celebrar y a la que consiguieron que me apuntara. 

Llegó la hora de la comida y mi madre los invitó a comer, gracias al cielo todos declinaron la oferta y mi excusa de que con todo el rollo de Koj no tenía hambre coló. 

Dime que no soy yo. (DQS #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora