Y como aquella fiesta era especial, todos decidimos sin consultarnos, que nuestro look iba a ser el mejor de la fiesta.
Y yo, como una tonta, creí que debajo de tanto maquillaje no se verían mis miedos.
La noche ya empezó fuerte, una hora antes de que empezara la fiesta, Elly, Dreic, Sic y yo nos habíamos juntado en el parque al que siempre íbamos a fumar unos porros y ponernos a tono con las primeras cervezas.
No sé qué pasó, ni cómo pasó, pero de repente mi mirada y la de Sic se cruzaron, y ninguno de los dos hizo nada por apartar la vista. Era una mirada llena de deseo, de decepción, de culpa, de miedos. Era una mirada llena de todo. Pero se quedó en eso, una mirada, porque ninguno de los dos tuvo los cojones suficientes para atravesar el viento y rozar la piel del otro.
De repente sus ojos se abrieron como platos, estaban mirando algo fijamente y de repente me di cuenta, cuando vi una lágrima asomar por sus ojos y cuando vi como fruncía la boca en claro gesto de enfado, entonces me di cuenta de que estaba mirando mi brazo, el mismo que llevaba castigando con cuchillas.
- Mierda, Cein. Joder.
Y de mi boca no salió nada, como en el hospital, como cuando salí de él.
Y me sentí más sucia, más miserable y más estúpida. Y los demás se dieron cuenta. Y me sentí más sucia, más miserable y más estúpida.
Y lo único que se le ocurrió a mi brillante cabeza fue levantarse del banco y correr dirección a la fiesta.
No sabía por qué iba allí, quizá porque pensaba que era el último sitio en el que me buscarían, o quizá porque entre tanta gente no me iban a encontrar.
Llegué a la puerta de la casa y había un tío vendiendo pastillas. Le compré diez pavos. Entré, me serví un cubata y con él tomé la primera pastilla.
Me sentí como si estuviera volando, como si nada importase, me sentí como si no fuera yo y, por primera vez en mucho tiempo, no me sentí enferma, ni observada, ni juzgada. Me sentí como la persona que quería ser. Me sentí tan bien, que decidí tomarme la segunda pastilla.
Estaba eufórica, bailaba al son de la música dándolo todo de mí. No sé en qué momento decidí mirar hacia la puerta, yo estaba encima de una mesa y no tenía ni idea de cómo había subido allí. Pero al mirar a la entrada, vi como los chicos entraban, vi que no se les hizo difícil encontrarme.
Tampoco sé por qué decidí tomarme la tercera pastilla bajo sus miradas. ¿Quería castigarlos? ¿Quería que vieran cómo me destruía? Ni en ese momento, ni nunca, ni yo, ni nadie, supo la respuesta a esas dos preguntas que me persiguieron durante mucho tiempo.
Los vi intentando hacerse sitio entre la multitud, intentando llegar a mí. Y no sabía por qué. Si ya no les importaba, si sabían que yo solo podía hacer daño, ¿a qué venían? No quería ni que se acercarán ni que me hablasen, así que bajé de la mesa lo más rápido que pude y me fui corriendo al baño.
Aunque quizá esa fue la peor decisión que tomé.
Koj me bloqueó el camino, la mente y mis fuerzas. Fue verle y empezar a temblar, quería huir pero mi cuerpo no respondía, no se movía.
Sentí como su mano apretaba mi cuello y como su fuerza me llevaba dentro del baño. Cerró con llave y todo lo que había temido, sabía que se iba a volver realidad y no lo quería soportar. Así que en el único momento que pude me tomé otras dos pastillas. Caí inconsciente.
Y aún inconsciente supe que no me había librado, que solo le había dado todo el poder.
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Dime que no soy yo. (DQS #2)
Teen FictionCein ha sido encerrada en psiquiatría, sin poder recibir la visita de sus amigos. Pero se han olvidado de dejar a sus monstruos fuera de aquella habitación. Cuando sale, tendrá que enfrentarse a la nueva realidad en la que todos saben su secreto co...