Prólogo

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—¡Agárrenla! —chilló alguien a sus espaldas.

Era la voz de una chica.

Samuel se puso de pie y se asomó entre los arbustos. ¿Quién demonios se atrevía a perturbar su sueño? Meneó la cabeza y chasqueó la lengua con irritación.

Después de la discusión que había tenido minutos antes con su padre, no estaba de ánimos para soportar a nadie, ni siquiera a una chica.

—¡Sujétenla bien! —gritó otra.

—¡Agárrala! —terció otra.

El muchacho achicó los ojos. Todo estaba tan oscuro. ¿Qué rayos estaban haciendo? No podían irse a jugar a otro lado. Con suspiro de resignación, se dio la vuelta y buscó los auriculares en sus bolsillos. Luego, conectó su iPod y la música trance que tanto le gustaba empezó a sonar.

Todo era tan absurdo. ¿Desde cuándo él, el chico más popular de la escuela, le interesaba una pequeña rencilla entre chicas? ¿Y desde cuando le importaba lo que le sucediera a una chica?

—¡Suéltenme! —exclamó otra.

Samuel se quitó los audífonos.

La voz al otro lado sonaba familiar, casi reconocible.

El muchacho se digirió a los arbustos y avanzó hacia el pequeño grupo de chicas.

—¡Suéltenme! —volvió a decir, pero con más fuerza.

El muchacho se detuvo en seco. Esa voz...

—Vamos, sólo es un juego —La chica más alta que parecía mandar sobre las otras chicas soltó una risita.

Samuel apretó la mandíbula.

—¡Vaya, que tonta! —dijo, y alzó el brazo.

Él dio un paso adelante y la sujetó de la muñeca.

—¡Ay! —se quejó—. ¿Quién diablos eres tú?

—No la toques —le dijo.

La chica se encogió de hombros.

—Sólo estábamos jugando —Sonrió.

El muchacho se volvió hacia la joven y le preguntó:

—¿Estás bien?

Ella asintió con la cabeza, pero no lo miró.

—Vámonos, chicas. Nos han arruinado la fiesta —La chica se dirigió a sus amigas y se marcharon.

—¿Estás bien? —volvió a preguntar.

—Sí —dijo, y ambos se miraron.

No podía estar más seguro.

Era ella.

Su primer amor.

Jamás Pude OlvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora