No es fácil dar marcha atrás y rebobinar. Una vez reventada la burbuja es difícil encontrar otra a la medida, y Lucy, lo sabía. Lo que la hacía pensar que vivir en la ignorancia y desconocer algunas cosas no es tan malo como se cree.
—¡Taxi! —gritó Edwards al más auténtico estilo neoyorquino, haciendo señas con la mano derecha para llamar la atención del conductor—. Siga a ese otro taxi —demandó, mientras se acomodaba en el asiento.
—Este no era el trato —argumentó Ashton quién venía detrás de él con el otro guardaespaldas.
—Tienes razón, no lo era, pero necesito que aborden ahora… —respondió con desespero.
—¿Qué?
—Rápido —Volvió a repetir haciendo espacio en el asiento para que subiera—. Ahora sí, trate de alcanzar el taxi que abordó la chica y le pagaré cien, no, quinientos dólares si se salta los rojos.
—Estas son muchas molestias para una chica que ni siquiera le interesa —replicó Ashton.
—Y así es, no me interesa en lo más mínimo… —afirmó Edwards con la vista al frente.
—¿Qué quiere de esa chica exactamente?
—Mi buen amigo, esa chica es un desastre; con ojos hermosos e inocentes. Y debo reconocer que cuando te ves reflejado en ellos, te sientes como si no fueras tan mala persona, pero continúa siendo un desastre al fin.
—No distorsione la pregunta señor.
—No la distorsiono, es solo que aún no puedo responderla.
—Pero es bien sabido...
—No —exclamó alto y de golpe interrumpiendo a Ashton—. No vayas a comenzar con tus subjetividades ahora —alegó mientras el taxi se estacionaba.
Edwards, suele ser caprichoso, vanidoso y con un ego del tamaño de su nación, sin olvidar lo extremadamente franco. Pero su peor cualidad es que no suele reconocer una equivocación y cuando lo hace es simplemente a medias.
—¿Por qué mierda vienes a Central Park? —murmuró, observando desde la ventanilla del auto—. Bien, quédense aquí.
—Oh no no. Definitivamente no
—negó su guardaespaldas en un tono de voz seco y su habitual mirada que producía escalofríos.—Debo ir hablar con ella y se asustara si me ve llegar con dos tipos musculosos de traje y lentes negros, sin mencionar las preguntas. Sabes qué hagamos esto, dos de tres. Piedra, papel y tijera. Si gano tendrán que esperar en el auto, pero si pierdo, ésta misma noche salimos con rumbo a Dinamarca —propuso y automáticamente sintió un repentino peso desconsolador en el pecho, sin embargo no iba a detenerse a cuestionar sentimientos que para nada eran propios de él, porque aquello sería una reverenda locura.
Ashton movió la cabeza de un lado a otro pensativo. Si ganaba, se regresarían a Dinamarca hoy mismo, y Edwards ya no sería su responsabilidad veinticuatro horas, solo dieciséis.
—¡Está bien!
—Entonces a la de tres...
Piedra, papel y tijera: repitieron ambos al unísono. Edwards sacó papel y Ashton sacó piedra.
—El papel envuelve la piedra, llevó una —recalcó confiado mientras Ashton solo apretaba los labios con una sonrisa.
Piedra, papel y tijera: volvieron a repartir. Esta vez Ashton sacó tijera y Edwards papel, cosa que comenzó a borrar de a poco la sonrisa del príncipe.
Piedra, papel y tijera...
—Tal parece que ha ganado.
—Así que yo te gané en tu juego —agregó Edwards con dudas—. El mismo que siempre has ganado desde que yo era un niño.
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La Cenicienta de Queens (Por Editar)
RomanceLucy Andrews es el epítome de la dulzura en el caos de Nueva York, una joven cuya vida transcurre entre el amor inquebrantable por su prometido y la cotidianidad compartida con dos compañeras de piso tan dispares como el día y la noche. En un aparta...