Cómo te conocía

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El olvido. Es la fuente de salvación de unos, de miedo de otros. Yo, que intenté olvidarte como se olvida. Cumplí con mi deber. Tuve que trabajar muy duro. Olvidarte llorando por las noches, olvidarte resistiéndome con tus palabras hechizadizas, olvidarte sufriendo cada infinito día sin ti. Pensaba que te conocía bien. Ahora ya no. Fuiste muy injusto, de tu parte.

Y un día de sol con el agradecimiento de que el olvido me hubiera hechado una mano, de la nada de repente apareciste tú. Miserablemente tú. Injustamente tú y tú.

¿Porqué destino? ¿Acaso estoy condenada a él? ¿Acaso es cuando él se le han abierto los ojos?

Y enzima te sentaste en mi silla de alegría aplastándola con tu estúpido trasero.

Pensaba que te conocía. Antes no. Ahora sí, ahora ya sé como insesato eres. Ahora ya te conozco, y muy bien.

Cartas sin destinatarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora