Paparazzi || Sailor Moon

Paparazzi

—¿Me puedes explicar cuándo estuviste en Sapporo?

El tono hostil con el que Tori, mi histérica manager entró al set de grabación y arrojó un fajo de fotografías al tocador en el que mi habilidosa estilista personal corregía algunos imperfectos al peinado dispuesto para la segunda ronda de fotografías de DAZED magazine, me obligó alzar la mirada de las manos en que me colocaba un par de anillos de diseñador.

La miré por el reflejo del espejo; la expresión aburrida y ecuánime.

¿Sapporo? ¿Cómo se había enterado de eso?

—No sé de qué me hablas. –mentí.

Era obvio que lo sabía, ¿cómo olvidarlo? Sí había resultado la experiencia más grata y satisfactoria desde la obtención de nuestro primer J-music Award como Three Lights. En esta ocasión, sin embargo, no se trataba de una cuestión de éxito profesional sino de perfil romántico. Sí, romántico. Y es que yo, sí yo, hermano menor de Taiki y Seiya Kou, miembro de Three Lights, estrella de Incube Entertainment, actor novato de la serie "North City" y fotógrafo en mi tiempo libre; sí yo, Yaten Kou, me hallaba liado con una fan.

Y con liado, me refiero por supuesto al sentido amoroso del término. Aunque cuando nos enojamos también podría decirse que... bueno, no importa, ese no es el punto.

El punto es que era cierto que había estado en Sapporo y con una chica, con mi novia, una ordinaria estudiante de Diseño Gráfico. Ah, y fan de Three Lights. Lo olvidé. Mea culpa.

Porque fue precisamente por eso que la conocí, porque era ella la diseñadora visual de la plataforma de mi fanclub oficial. Hasta la fecha no puedo culparla, sabemos que, de los tres miembros de la agrupación, yo soy el encantador. Es una mentira que Seiya lo sea.

En fin, el último año tuvimos tres Meet & Greet programados en la agenda y obvio, que mi fanbase estuvo presente. Para ser sinceros, la primera vez no puse especial atención. Sólo veía ríos de chicas y chicos histéricos y emocionados, con sets de discos, DVD, gorras, playeras, y objetos oficiales de la agrupación para que los autografiáramos.

La segunda vez, sin embargo, la noté y mi caprichoso interés ya no se alejó de ella.

Lo que sucedió fue que Yuri, la presidenta de mi fanclub, me había entregado a nombre de todas las fans, dos obsequios especiales: unas gafas de diseñador –y de buen gusto he de decir- y un vinil personalizado, con un diseño tan increíble, que me hizo pensar en Basquiat.

Me impresionó tanto el diseño, que pregunté dónde lo habían hecho. Yuri, contenta porque el regalo fuese de mi agrado, señaló al fondo del recinto, donde se izaba el stand de merchandise, a una chica de cabellos largos y rebeldes que en ese instante se probaba una gorra negra de piel.

—¿Quién es? –inquirí y ella me dio seña de su identidad. Así fue como supe su nombre: Hino Rei.

Mis ojos la siguieron discretamente durante todo el evento; afortunadamente ella no se movió mucho de aquella zona hasta que, junto a miembros del staff, fue a integrarse a la fila para conseguir el anhelado autógrafo y el apretón de manos obligado.

Cuando fue su turno y la tuve enfrente, ella me sonrió amigable pero no nerviosa. Naturalmente yo me levanté y le extendí la mano. Ella la tomó y me miró alegre, sin decir una palabra. Entonces pude detallar sus rasgos de cerca: su piel apiñonada, una nariz respingona, labios medianos y brillantes por el lipstick naranja.

Una melena ébano se desparramaba sobre sus hombros y espalda, semejando los hilos negros de una infinita madeja.

Y en medio de aquel retrato, unos ojos grandes y violetas, de un tipo que no había visto antes. Una maraña de pestañas negras los enmarcaba felinamente, escondiendo el brillo místico que allí fulguraba, en cada uno de sus parpadeos.