«Ponte guapo, Black», le había dicho Lily mientras le guiñaba un ojo. Aquello le había ofendido un poco, porque «yo siempre estoy guapo, Evans», pero había entendido lo que quería decir perfectamente: «por las barbas de Merlín, Sirius, llevas días encerrado en tu habitación y no puedes seguir así». Lo sabía, por supuesto. Sabía que esa no era forma de sobrellevar las cosas, así que había seguido la orden de Lily y se había puesto aún más guapo: se había calzado las Martens, se había delineado los ojos, se había recogido el pelo en un moño y había salido de la habitación con la esperanza de que lo que fueran a prepararle sus amigos fuese mejor que lo que estaba dejando en casa: un fantástico maratón de su serie favorita.
Desde luego, lo que no pensaba era acabar en un sitio así. Sirius Black no se había sentido tan fuera de lugar en toda su vida, ni siquiera cuando había vivido con sus padres. Y es que, ¿qué pinta un tipo con aspecto de rockero en un café que podría ser el epítome de lo hipster? Espacioso, plagado de lucecitas y de colores claros. «Demasiada luz para un Black», pensó con cierta amargura.
-Me vas a deber un favor muy grande después de esto, Potter -masculló.
Se sentó en una de las mesas que había en el centro del café, a la misma distancia de la barra, donde Lily y Peter pedían algo de beber, que del escenario en el que la pelirroja actuaría esa noche. Le habían prometido hacía semanas que, si alguna vez se atrevía a hacer algo así, le acompañarían, pero con todo lo que había pasado en los últimos tiempos Sirius se había acabado olvidando de aquella promesa.
-Deja de gruñir, tío -contestó su amigo, ocupando el asiento de al lado-. Recuerda que hicimos un trato...
-Un trato absurdo, la verdad.
-Y que Lily es tu amiga y quiere que estés hoy aquí -añadió. Sirius puso los ojos en blanco, aunque sabía que tenía razón-. En el fondo todo esto es fachada, Canuto. Tú y yo sabemos que harías cualquier cosa por ella, o por mí, o por Colagusano.
-Claro, pero tú y yo también sabemos que cuando digo ese tipo de cosas me refiero a que mataría a alguien por vosotros, no a venir a un estúpido recital de poesía -replicó. Se cruzó de brazos y se echó hacia atrás, columpiándose levemente en la silla. Dejó escapar un suspiro y durante un segundo la máscara de pasivo-agresividad e indiferencia pareció resquebrajarse, dejando entrever la tristeza y el desasosiego que le corroían por dentro-. Mira, sabes que no está siendo la mejor época de mi vida. Después de lo de mis padres y Regulus...
-Precisamente, tío -dijo él, también serio-. Necesitas salir de casa, distraerte.
-¿Y vuestra mejor idea para distraerme es traerme a este sitio? -Soltó una risa que no sonó demasiado feliz.
-Cualquier cosa es mejor que dejar que pases el día encerrado en casa -dijo Lily, que había escuchado parte de la conversación mientras volvía a la mesa con Peter y las bebidas.
Dejó los botellines sobre la mesa para que cada uno cogiera el suyo y antes de sentarse dio un leve beso en la frente a James, que compuso una sonrisa tierna. Entonces, tanto ella como Peter se unieron a su mirada de preocupación.
-Tienen razón, Canuto -se unió Peter. Sirius puso los ojos en blanco; lo que le faltaba-. Estos últimos días te ha visto más el ordenador que nosotros.
-Sí, voy a acabar teniendo celos de esa cosa muggle de las películas -le reprochó James.
-Se llama Netflix y créeme, es muy difícil que exista algo más absorbente que tú -contestó, intentando contener una sonrisa. Dio un sorbo a su whisky de fuego y sintió una pequeña oleada de calidez recorriendo su cuerpo. No era suficiente para contrarrestar el frío que se había adueñado de él unas semanas atrás, pero algo hacía-. Pensaba que habíamos venido a oír estupideces en verso, no a que me hicierais una intervención.
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Basia Mille
Fanfiction«Pero es que no era ningún simple desconocido y, cuando empezó a recitar, no le cupo ninguna duda: aquel chaval alto y desgarbado era el mismísimo Apolo encarnado. No existía otra explicación posible. Porque, cuando su voz inundó el café recitando a...