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Capítulo 3: No, en el espacio no hay cupcakes

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La pastelería Cupcakes & Tea había sido inaugurada en 1987 y aún conservaba ese estilo característico de la época. Su dueña, Amanda Lloret era la hermana menor de siete y ella era la administradora del negocio. Era una mujer de setenta años   y amable, que se conservaba de una manera increíble para su edad, había terminado siendo la dueña después que su hermana mayor falleciera. No le quedaba más familia que Venus, la chica que había conocido unos meses atrás cuando había llegado solicitando trabajo como repostera y a la cual le había agarrado un cariño enorme. Todos sus parientes se habían ido de la ciudad a buscar "más oportunidades" y habían abandonado el negocio, creyendo que una vieja pastelería no era algo para preocuparse. Amanda estaba sola, protegiendo la única razón por la cual seguía viva y planeaba que fuera así al menos por mucho tiempo más.

Venus la vio salir de la parte trasera y de inmediato una sonrisa decoró su rostro, para ella, Amanda era como la madre que nunca pudo tener. Al fin y al cabo, no era su culpa haberla encontrado muerta cuando tenía once años.

—¡Venus! Mi niña —la saludó la anciana dándole un abrazo—. Por un momento pensé que no vendrías, siempre llegas media hora antes de abrir. ¿Cómo está Ares? —le preguntó.

—Lo siento, Amanda. Me quedé dormida, anoche no pude descansar bien. Ares... me gusta creer que está bien. No he hablado con él en seis meses, supongo que es una buena señal —confesó, tratando de controlar las lágrimas que siempre pugnaban por salir cada vez que hablaba de su hermano. Amanda asintió, entendiendo la consternación de la chica.

La atención de la señora se desvió hacia el apuesto joven que había llegado con su pupila y alzó las cejas en señal de asombro.

—No me dijiste que habías conseguido a alguien para el trabajo —le dijo a Venus.

Las mejillas de Venus se tornaron de un rojo leve y se giró para mirar a Blake.

—N-No es por eso que lo traje yo...

—¡Ay! No tienes de qué preocuparte. —Amanda miró a Blake de arriba abajo—. Dime jovencito, ¿tienes experiencia en repostería?

Blake dirigió su mirada a Venus, quien estaba negando con sutileza la cabeza. Parecía desesperada porque diera una negativa.

—Claro, tengo bastante. Antes hacía mucho de eso que necesita que haga —dijo, sonriendo. Blake vio cómo Venus le dirigía una mirada amenazadora.

La anciana dio una palmada complacida.

—Venus te mostrará lo que tienes que hacer —le dijo a Blake, tomándolo por la espalda y empujándolo al interior de la panadería—. No te preocupes, ella no muerde. Estoy segura de que eso ya lo averiguaste ¿no? —bromeó, guiñándole un ojo a su nuevo empleado.

Venus pudo notar cómo las mejillas pálidas de Blake se tornaban de un rosa fuerte y la mirada confundida en el rostro de él, tenía la ligera sospecha que era la primera vez que le pasaba. Ella soltó una risa por lo bajo y lo   a la cocina. Una vez lejos de la mirada de Amanda, Venus caminó a unos gabinetes y le lanzó un delantal blanco a su muy molesto y entrometido acompañante. Él atrapó la prenda de ropa al vuelo y la miró con extrañeza.

—¿Qué es esto? —le preguntó a la chica.

—Un delantal, póntelo, desde ahora lo necesitarás.

—No sabía que tu nombre era Venus. —Venus dio un respingo en su lugar, las palabras de Blake la habían tomado por sorpresa—. Es un lindo nombre, como el planeta.

—Como la diosa —lo corrigió Venus, poniéndose su delantal y su gorro—. Mi madre era fan de la mitología romana y griega, aunque son los mismos dioses con distintos nombres. A mí me puso Venus y a mi hermano Ares. —Venus se encogió de hombros—. Ella era una gran mujer.

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora