Donghae ver.

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—Hyukjae —llamó. Recorría con la mirada las diferentes cajas coloridas que se repartían sobre la mesa; algunas apenas tenía idea de qué eran y otras jamás pensaba que tendría que saberlo, pero ahí se encontraba, con su novio sentado al frente de él, explicándole con una sonrisa cómo se usaban las pinzas para pezones—, ¿estás seguro de esto?

El aludido tomó las esposas revestidas en felpa negra y las movió entre sus dedos, esbozó una sonrisa pícara, levantó la mirada y lo encaró con un brillo en sus ojos.

—Jamás había estado tan seguro.




Donghae se miró al espejo, llevaba una camisa negra, manga larga, que se abría mostrando la mitad de su pecho; bóxers negros que se ajustaban a su cuerpo, enmarcando el bulto aún dormido en sus pantalones, aunque sabía que no duraría mucho así. El cabello castaño le caía por los costados de la cara, suelto, acariciando sus mejillas y cuello.

Se deslizó un mechón detrás de la oreja y desvió su mirada al reflejo del hombre que había iniciado esta tormenta, tras de sí, sentado sobre sus piernas. Esperaba paciente, luciendo una venda negra que cubría sus ojos, una camisa blanca, abierta en los primeros botones, y unos minúsculos bóxers rojos, del mismo tono que el collar con correa que exhibía. Una correa para que él la tomara y tirara, para que lo controlara y jugara.

Tragó grueso y repasó toda la información que habían estado investigando juntos estos últimos días.

Sumiso y dominante, dolor y placer, el límite entre la pasión y la locura. Un mundo completamente nuevo, en el que que se habían interesado por la sugerencia de Hyukjae.

Tuvo miedo al principio. Lo último que quería era lastimar a su novio, pero éste le había insistido tantas veces que todo estaría bien que no le había quedado más que creerle. Habían leído las dinámicas, las costumbres, las posibilidades, las experiencias y las mejores maneras para hacerlo seguro. Sobre todo eso último.

Acordaron límites y seguridades, hablaron y hablaron, hasta que no quedaba ninguna duda sobre lo que querían.

Incluso hacía media hora, mientras Hyukjae arreglaba su cabello y le acomodaba la ropa como los quería en su fantasía, había parado las manos que le desabotonaban la camisa y las había subido hasta su rostro, donde buscó su mirada con ternura.

—Donghae, ¿estás seguro de que puedes y quieres hacer esto?

—Confío en ti, quiero hacerlo.

Su novio le había respondido con una sonrisa tan brillante que hizo que las pequeñas arrugas bajo sus ojos, esas que tanto amaba, aparecieran y no le quedó ni una sola duda.

Haría lo que él quisiera.

Se dio la vuelta y avanzó hasta quedar frente a Hyukjae, alzó una mano y la posó en el costado de su cara. La deslizó lentamente, sintiendo la piel tersa bajo sus yemas. Hyukjae reaccionó y alzó el rostro hasta él, aunque no podía mirarlo. Bajó hasta los gruesos labios, semi-abiertos y rojizos.

Lo llamaban aun cuando no había salido ni una palabra.

Llevó su otra mano hasta la cadena que colgaba del collar y tiró de ella hacia sí, haciendo que el azabache se arrastrara hacia adelante. Haló una vez más y lo hizo levantar hasta quedar a centímetros de su boca. Esperó unos segundos en busca de alguna señal que lo hiciera parar, pero los respiración susurrante de Hyukjae le indicaba que ya había empezado a disfrutarlo.

—¿Tienes alguna idea de lo que te voy a hacer? —Preguntó, con voz baja, raposa. Hyukjae negó con la cabeza— ¿Qué quieres que te haga?

Retiró la mano de los labios carnosos y la dejó en la base de la cabeza del mayor. Lo vio morderse los labios antes de hablar.

Lo que tú Quieras (HaeHyuk) [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora