Luz

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El fin de semana era probablemente la única ocasión en la que Erwin Smith tenía un descanso de sus labores como comandante de la Legión de Reconocimiento, o eso se suponía, porque en realidad él no se tomaba mucho tiempo para sí mismo.

Pero, esta vez al encontrarse mucho más agotado de lo habitual había decidido hacer una excepción, se sentía triste, desanimado.

El origen de aquel malestar se debía a un viaje que había realizado unos días antes con destino a los interiores de la muralla Rose, allí, después de varios años de no saber nada de ella, había vuelto a ver a la mujer que por tanto tiempo fue su anhelo, que tantas noches de sueño le había robado cuando apenas era un muchacho.

Su primer amor Marie, sólo que ahora era la esposa de quien probablemente fuera su mejor amigo alguna vez.

Seguía tan hermosa como la recordaba, su piel blanca, su cabello largo con suaves ondas en las puntas, sus dulces ojos y sus bonitos labios rosáceos, Erwin era consciente de que estaba casada con Nile, pero la noticia de que estaba esperando un hijo de él francamente lo había tomado por sorpresa, los recuerdos del encuentro regresaban a su memoria, Marie se sostenía el abultado vientre mientras caminaba del brazo de su esposo, parecía muy a gusto, feliz, se notaba que estaba perdidamente enamorada de Nile.

Erwin había pensado que no le importaría verlos juntos, pero se había equivocado, aquello le había dolido y era inevitable para él sentir melancolía de su pasado, nunca se había atrevido a cruzar la línea con ella, más se había enamorado de Marie con locura, así que saber que era la madre de los hijos de otro hombre le rompía el corazón.

Pero lo peor de este dolor era que él no tenía derecho alguno de sentirlo, después de todo, en búsqueda de su sueño, de probar la existencia de humanos fuera de las murallas, de demostrar que su padre decía la verdad, Erwin la había apartado de su lado, él mismo había renunciado al amor de Marie, por lo que, lo más lógico era que ella siguiera con su vida, había sido algo ingenuo y hasta egoísta de su parte, pensar que por haber parecido quererlo a él, ella le estaría esperando por siempre...

Erwin no sabía cuándo moriría, por lo que no podía ofrecerle su corazón a nadie, sólo podía entregárselo a la humanidad, sin embargo, ver cómo ella era feliz en brazos de otro, le había dado un triste recordatorio, a pesar de sus constantes esfuerzos y de todo lo que había sacrificado por este ideal, aún estaba muy lejos de poder comprobar su teoría.

Así que tan sólo era un soldado que no tenía nada más que su sueño inalcanzable y esta guerra interminable, porque por más que estuviera rodeado de personas, él en verdad, estaba completamente solo.

Miraba hacia la nada, sentado o más bien desparramado en la silla de su oficina, su chaqueta colgaba del respaldo y tenía las piernas extendidas por debajo del escritorio.

Suave luz de luna entraba por la ventana ubicada a sus espaldas, la oficina estaba un tanto desarreglada, tenía pilas y pilas de papeles, con mapas escritos con códigos encriptados que detallaban alguna estrategia que sólo él era capaz de entender, había numerosos pedidos de presupuesto para invertir en la legión rechazados, cartas...

A su derecha reposaba un tintero con una pluma salpicada en tinta negra que denotaba que antes de su intensa reflexión había estado trabajando por largas horas; a su izquierda una flameante vela se apagó por el soplar del viento, en esos momentos, el inquietante silencio de la noche era su única compañía.

Erwin soltó un suspiro de cansancio, tratando de ignorar los pensamientos que lo atormentaban desde la mañana y dio otro sorbo a la potente bebida que estaba consumiendo, no sabía cuántos vasos de whisky llevaba tomando a lo largo del día, pero había dejado de contar desde el cuarto.

Luz que ilumina la humanidad (ERUHAN +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora