No era mi intención vagar tan tarde por las calles desoladas de la colonia. Pero estaba dispuesto a salir a la helada noche con tal de buscar una cajetilla de cigarrillos en la tienda de la esquina.
Estaba ansioso por algo de humo en mis pulmones. Aun sabiendo lo dañino que es, hace mucho acepté voluntariamente envenenarme con ellos. Si alguien acabaría con mi vida, pues ese sería yo. Ya estaba decidido.
Así que salí de casa, y bajé la escalinata de cemento hacia la calle principal. Los faroles titilaron una vez, como si estuviesen a punto de apagarse. No me asustó, no es como si fuese la primera vez. Seguí mi rumbo hasta llegar a la calle solo que me detuve una vez pisé el pavimento, girando mi rostro en la dirección contraria a la que iba.
Por el rabillo de mi ojo había notado la figura de alguien a la distancia. Cuando me fijé, él se puso en pie en medio de la oscuridad que lo rodeaba, donde la luz no alcanzaba a tocarlo.
"Un borracho". Pensé aburrido, encaminándome hacia la tienda de la esquina lejos de su camino. Metí las manos en los bolsillos de mi chaqueta y seguí mi rumbo. Olvidándome del hombre.
Cuando alcancé mi destino justo al final de la calle, resoplé molesto al notar que habían cerrado. No debía ser tan tarde, ¿o sí? Revisé mi reloj de muñeca contra la luz del farol de la esquina, faltaban un par de minutos para marcar las doce.
Solo entonces fui consciente de la soledad de las calles. Estaban desérticas, con un sepulcral silencio que activó mis oídos para escuchar hasta el ruido con que soplaba el viento, ocasionando esos silbidos largos y vacíos a mitad de la noche.
Me alejé de la tienda. Pensaba regresar por el camino más corto, justo por el que había llegado. Pero la figura de aquel hombre, esperando cerca de la escalinata que llevaba a mi casa me hizo cambiar de opinión.
Siempre me he opuesto a mantener los vicios de hombres que viven para pedir, y gastarlo en licor. No pensaba enfrentarme a este, era muy tarde y yo estaba algo cansado para discutir.
Preferí rodear la manzana, subiendo más escaleras por el camino alterno a una segunda calle. La colonia es intrincada, las aceras de paso lucen como laberintos. Todo un patio de juegos de niños por el día. Pero ahora, bajo la luz de la luna los abandonados pasillos lucen algo tétricos.
Llegué rápido hacia la calle alterna que colindaba con mi casa. Cuando miré hacia abajo, al inicio de las escaleras, noté que el hombre me había seguido. Estaba de pie justo ahí, como si me mirase desde las sombras. Recordé que yo estuve en ese punto apenas minutos, y había luz donde ahora solo existía oscuridad, rodeándolo.
Tragué seco. Y por primera vez, caminé un poco más deprisa.
Sin ningún ruido que pudiese distorsionar mi audición, fue fácil escuchar los pasos del hombre subiendo cada escalón. Me pareció un invento mío cómo podía oír ese fuerte eco de la extraña suela de sus zapatos, estando a medio camino de distancia.
Pero no me detuve a reparar en detalles. Solo caminé, hasta llegar a la siguiente entrada de escaleras.
Bajé los peldaños a una velocidad peligrosa, casi trastabillando una o dos veces. No quise correr antes. Porque no quería qué a la mañana siguiente, alguien de la cuadra se burlase diciendo "te estaba persiguiendo y corriste como mariquita asustado". Ese pensamiento me serenó, y terminé descendiendo los últimos escalones con más parsimonia que antes.
De nuevo. Por un impulso estúpido, alcé la cabeza y me hallé la misma figura en la parte superior de las escaleras. Este jodido ebrio era insistente. Resoplé furioso, sacudiendo mi cabeza. Si alguno de mis vecinos quería asustarme, pues se quedarían con las ganas de escucharme gritar.
Sin embargo, mi corazón parecía suspendido entre la tensión, erizándome la piel de a poco. Es ese sentimiento de ansiedad acumulada que solo se irá estando a salvo, o con un grito de susto que termine en alivio. Opté por la primera opción, refugiándome en mi casa. Abrí veloz y cerré la puerta a mis espaldas, quedándome apoyado contra la madera.
Esperé un segundo por esa sensación de alivio. Pero no llegó. Solo me sentí más inquieto, sin poder explicar cómo ese tipo persiguiéndome, logró permanecer dentro de una oscuridad insólita.
Cerré mis ojos, y suspiré.
"Me lo imaginé todo. Eso es. Veo cosas. Es normal. Bueno no, pero esa persona no era real. Sino parte de mi acelerada imaginación. Es típico".
Me dije cien mentiras y seguí inventándome más hasta que decidí asomarme a la ventana al lado de la puerta, para quitarme el miedo de una vez por todas cuando notase que no había nada esperando fuera.
Removí la cortina despacio. Me fijé las escaleras, oscuras, como siempre, la luz de la entrada no lograba alcanzarlas. Seguí moviendo la tela que cubría la ventana, hasta que lo vi.
Justo ahí, como si pensase entrar a mi casa, estaba de pie quedándose en la oscuridad de la escalinata. Miraba justo a la puerta. O al menos la figura de su rara cabeza me hizo sospechar que así era.
Cerré la cortina, y sentí el latido de mi corazón en mis oídos. Mi sangre rugía con una violencia que jamás había sentido antes. Nunca me he asustado con facilidad, pero me falló el aliento al presentir que él me buscaba para marcarme.
Respiré hondo un par de veces, tratando de calmarme. Cuando recuperé el control de nuevo, corrí la cortina de golpe, armándome de valor para superar miedos infundados. Porque una terca parte de mí, quería creer que era mentira.
Él se había acercado un par de zancadas. Justo al inicio de la entrada de mi casa. De sus rodillas hacia arriba, yo no podía ver nada más que su silueta negra, delineando una figura humana algo asimétrica. No era una cabeza normal, de eso estaba seguro.
Pero mis ojos repararon más en sus pies. En sus sucias pezuñas, y sus patas contorneadas como de cabra, o de cerdo, con mucho pelo oscuro. Casi como si acabase de salir del lodo mojado, o de un pozo del infierno lleno de brea.
Sentí cómo me congelé, aferrándome la cortina como si mi vida dependiese de ello. Verlo me cortó la respiración, el habla. Mis pulmones se estrujaron y todos los vellos de mi cuerpo se erizaron. No hubo pálpito en mi corazón. Nada.
El temor. El más puro y siniestro estremecimiento, corrió por mi espina. No podía despegarme de la ventana, no podía quitar mis ojos de su sombra maltrecha, de sus patas de animal y su cuerpo semi humano. ¿Qué estaba viendo?
Parecía que el tiempo se había quedado tan paralizado como yo. Ya que sentí que lo observé una eternidad, sin poder formular una idea racional en mi cabeza. Nada. Miedo, no es cómo describiría el sentimiento agudo estrujándome los órganos internos. Terror, se le acercaba mucho.
La única forma que logré despertar, fue cuando sentí a mi perro, mordiéndome la pernera del pantalón. Parpadeé y cerré la cortina, inhalando una fuerte bocanada de aire emergiendo a la superficie en busca de oxígeno, de vida. Miré abajo, hacia el animal que me había traído de vuelta a la tierra de donde sea que esa sombra me estaba llevando.
Abrí la puerta, y mi perro corrió hacia el exterior ladrando fuerte. Dos respiraciones hondas y yo salí de nuevo. Pero ya no había nadie. Permanecí ahí unos instantes, hasta que mi labrador entró de regreso a la casa...
La mañana siguiente me atrapó despierto. Sentí que mi sueño fue robado y que nada volvería a ser igual desde anoche.
Unas horas después, visité a uno de mis vecinos de la cuadra. Mientras conversábamos, él quiso saber qué hacía vagando tan tarde el día de ayer. Me había observado, desde lo alto de su balcón en un tercer piso curioso de mi caminata nocturna.
Sentí un poco de alivio, y le pregunté qué había visto. Si sabía quién era la persona que me persiguió por toda la manzana.
Obtuve un ceño fruncido de su parte, y una sacudida de cabeza. Él parecía que miraba a un loco.
—Tú deambulabas solo ayer por la noche, Francisco...
FIN
[Hecho de la vida real]
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LO VI UNA VEZ
Horror· · · ONE SHOT · · · ¿Qué pasa si tu mente no te está jugando una broma? Si lo que crees que miras de reojo, en realidad está ahí. Si te persigue y acosa para que tu pulso se acelere, y tus nervios te traicionen. ¿Qué harías? ¿Gritarías? Quizás no...