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Su pecho se mecía de arriba hacia abajo, cansado de tanta agitación. Estaba tirada en el suelo,tenía que escapar de ellos, no sabía lo que le podían llegar a hacer. Giró la cabeza por debajo de esa cama, escuchaba pasos, se estaban acercando, sabían dónde estaba escondida.

Hizo un esfuerzo enorme y con todas sus fuerzas se deslizó por debajo de el mueble y salió corriendo en cualquier dirección. No sabía hacia dónde se dirigía. No sabía qué estaba pasando, de hecho lo había escuchado, pero nunca pensó encontrarse en esa situación. Corrió por un oscuro pasillo y vio una puerta por la que algunos rayos de sol entraban, era la salida. Los pasos estaban cada vez más cerca, pero ahora estaban corriendo y gritando su nombre al paso que rompían todo lo que se les interpusiera en su camino. Eran dos hombres.

Agarró el picaporte de la puerta e intentó abrirla con todas las fuerzas que le quedaban. Estaba demasiado cansada, no lo lograría. Intentó una vez más, pero su energía no fue suficiente. 

Parada, con el picaporte en la mano, temblando de miedo, se desmayó. Lo último que escuchó fueron los pasos acercándose más y más y su voz quebrada gritando, rogando, por ayuda.

Sus ojos se abrieron lentamente y la luz del sol los cegó. Se tapó la cara y fue entonces cuando se dio cuenta de todo lo que había pasado. ¿Había logrado escapar? ¿Habrían escuchado sus gritos y la habrían salvado? Pero lamentablemente esas preguntas no iban a tardar mucho en responderse. Se quitó las manos del rostro y vio un enorme bosque. Intentó levantarse, pero el intento fue en vano, sus pies estaban atados a unas cadenas tan apretadas que éstos le estaban empezando a sangrar. Por suerte, no sentía el dolor.

Miró a su alrededor, estaba encerrada en una caja de cristal enorme, rodeada por una jaula de acero gruesa. No podía escapar, no lo había logrado. Esos hombres la habían capturado, y había pasado justo lo que más temía. Estaba atrapada en el medio de un bosque en una jaula que le sería imposible salir.

El sol empezaba a esconderse, estaba anocheciendo. No sabía cómo iba a dormir, de hecho, no sabía cómo iba a sobrevivir. Podía morir en cualquier momento. 

Los pensamientos que rodeaban su cabeza eran demasiado fuertes, un par de lágrimas empezaron a saltarle de sus ojos celestes. Era una pesadilla. Empezó a sentir el dolor de sus pies, le ardían, le quemaban, y la sangre ahora chorreaba por ellos. 

Vió una figura a lo lejos, no pudo distinguir bien qué era, pero esperaba que fuera algún animal salvaje para que la saque de ese sitio, claro que también intentaría comerla, pero si estuviera libre podría correr. Desafortunadamente, era un humano. Un señor de unos ciencuenta años caminaba hacia ella, estaba vestido todo de negro con una campera de cuero y tenía una sonrisa maligna en sus labios. Tenía el cabello negro, largo y ondulado, y se lo estaba acomodando mientras la miraba directamente a los ojos.

- ¿Muy apretado, linda? - dijo mirando sus pies, ahora rojos.

La joven asintió, secándose las lágrimas que seguían cayendo solas por su cara. El robusto señor, dio otra vez una sonrisa maligna y mirándola fijamente, giró una palanca que ajustó aún más las cadenas. La chica dio un grito de horror, sus pies le dolían demasiado, de hecho, morirse era una opción para ella. Necesitaba sacarse esas cosas metálicas que la envolvían. Pero, por más que intentó mientras gritaba de dolor, no pudo, eran demasiado fuertes. 

Vio al hombre yéndose mientras se reía y luego sus ojos se cerraron. Se había desmayado de nuevo, pero esta vez por el dolor, necesitaba un hospital, un médico, algo, no aguantaría más en ese lugar. Se estaba muriendo.

Trapped.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora