2.
Abrí los ojos. Estaba amaneciendo, no sabía cómo había sobrevivido, cómo había dormido siquiera. Esto era una pesadilla. Mis pies seguían atados, no me dolían tanto, de alguna manera me había acostumbrado, si se le puede decir, pero me seguían doliendo. Mis manos estaban cubiertas de un líquido rojo, sangre. Seguramente me había tocado mis pies mientras dormía.
Alcé la vista y vi un rectángulo blanco de papel medio arrugado con unas letras impresas pegado en el cristal. El papel inscribía un nombre, mí nombre, de hecho, y debajo de éste había un número:
Shannon Jaulie Laurent
0527
No tenía idea de lo que estaba pasando, hasta que un movimiento brusco me hizo chocar contra el vidrio que me encerraba. Había estado tan distraída con el papel frente a mis ojos, que no me había dado cuenta de lo más importante.
Otro moviemiento brusco me hizo saltar. Un hombre vestido igual al que había visto el día anterior me estaba llevando por el bosque. Estaba convencida de que mis padres habían hecho algo para sacarme y lo habían logrado, pero sin embargo, era todo lo contrario.
De repente, el hombre paró en seco. Estábamos en el medio de la nada, no sabía que hacía allí. Él, por su parte, pareció sentir mi mirada, porque se dio vuelta.
Sus ojos negros, con tanta oscuridad, penetraban los míos. Me sentía perdida mirándolos, veía mi rosto reflejado, fue como haberme quedado inconsciente por unos segundos, hasta que al final, habló.
- Vaya, miren quién se despertó. Bien por tí, no te vamos a tener que electrocutar para que veas tu propio sufrimiento. Es decir, lo que en verdad te mereces - sus labios dibujaron una sonrisa cada vez más ancha y sus ojos irradiaban de maldad.
Siguió llevándome y entonces di un grito de dolor. Las gruesas y pesadas cadenas que ataban mis pies habían sido ajustadas por el mismísimo hombre que estaba transportándome.
No quería llorar, esto no está pasando, es sólo una pesadilla Shannon, pronto despertarás en tu cama, en tu casa y lo verás - me dije a mí misma, aunque a estas alturas no estaba tan segura de que lo fuera. Ya había pasado un día y a demás estaba segurísima de que en las pesadillas no se sufre tanto, no hay tanto dolor como el que siento ahora mismo.
Miré de nuevo el inmenso rectángulo de papel blanco frente a mí, me preguntaba que significaba ese número, pero no le di mucha importancia, en ese momento, lo más importante era a dónde me llevaba ese señor.
De repente, mientras estaba sumida en mis pensamientos y en tratar de no pensar en el dolor, la carretilla que llevaba mi jaula paró. Me di vuelta y apoyé las manos en el cristal detrás mío, aunque me costaba moverme por mis pies. Delante mío, se encontraba algo como una pequeña habitación. Sólo tenía una puerta, de metal, y las ventanas estaban cubiertas por maderas. Era como una cárcel en el medio de la nada.
El hombre se dio vuelta y pude ver entonces que tenía una letra estampada en su ropa, probablemente su nombre.
K
Sacó una llave de su bolsillo y abrió las barras de metal que rodeaban el cuadrado de vidrio en el que estaba. Hizo lo mismo con la caja de cristal y mis cadenas, y luego me alzó en sus brazos, apretándome fuerte, demasiado fuerte que casi no podía respirar. Abrió la puerta y ambos entramos. Me tiró al piso. Eran solo cuatro paredes pintadas de negro, no se veía nada, excepto por pequeños rayos de sol que entraban por las rendijas de las maderas que tapan los ventanales.
- ¡CAMBIATE! - me señaló un par de ropa negra que había a mi lado. Una calza y una remera musculosa combinada con color gris - ¡VAMOS! - me gritó de nuevo y se me quedó mirando.
- Perdón, pero, preferiría que no me miraras - el hombre no se movió de su lugar. Empecé a cambiarme, me preguntaba donde estaba y porque parecía tan apurado. Cuando terminé de vestirme, me di cuenta de que no había zapatos.
- ¿Y mis zapatos? - pregunté con miedo a lo que podría responder.
- JA,JA, todavia no los vas a necesitar, princesa - su voz sonaba más grave que antes y me asustaba.
Me agarró del brazo fuertemente y me llevó hasta lo que parecía una urna de cristal que había en el piso. Cerró la tapa de ésta y sentí un rayo láser que dibujaba algo en mi atuendo. Era un número. El mismo número que estaba en ese papel cuando estaba encerrada.
0527
La urna empezó a temblar y entonces me di cuenta de lo que realmente estaba pasando. Miré hacia atrás y vi un enorme hueco negro.
En cuestión de segundos, la urna ya me estaba transportando a través de éste.