Puedo tener doce años, pero sé excactamente reconocer a un maldito pervertido. Sé que él es malo por querer hacerme cosas innombrables. Es por eso que cada mes voy a la tienda de galletas. Es por eso que el dueño es un muy buen amigo nuestro. Tiene nuestros mismos gustos. Él encuentra a personas que pueden estar interesadas en niños apuestos como yo, y les dice que vengan a su tienda para que me puedan llevar con ellos.
¡Sí, a él como a nosotros nos gusta la carne humana! Sé que estamos haciendo del mundo un lugar mejor para todos.