Hola, ¿se te ofrece algo?

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— ¿Cuándo dejarás de sacrificarte tanto?

— Cuando podamos salir de todas las deudas que nos dejó mi padre.

La voz de Gen resonó por toda la habitación. La chica miró a su madre al mismo tiempo que se ponía las gafas en su lugar. La mujer la miraba sentada desde la cama con una mueca pintada en sus labios, y a continuación, se levantó para abrir las cortinas que mantenían la habitación envuelta en un manto oscuro.

— Gen, por favor. Sabes que debes cuidarte.

La chica la ignoró. No le gustaba cuando su madre empezaba a tratarla así. Después, terminó de abrocharse las zapatillas y agarró su bolso para salir de la habitación.

En aquella época, el ambiente en Seúl era igual de frío a como se suponía debía ser. El invierno se vivía en todo su esplendor, y no faltaba el día en que se ponía a llover por las tardes. Sin embargo, aquello no era un impedimento para traer una sonrisa pintada en los labios.

Cuando Gen llegó a la cocina, se topó de lleno con su hermano menor. Lo saludó depositando un beso en su cabeza, y después, se acercó a la estufa para tostar el pan que le había quedado del día anterior. Sin embargo, cuando estaba a punto de tomar uno entre sus manos, un dolor agudo le atacó la parte superior de su mano izquierda. Tan fuerte, que ni siquiera pudo continuar con lo que estaba haciendo.

Suspiró.

Hace poco más de dos años, Gen había sido diagnosticada con la enfermedad de Paget; el cual es un trastorno que implica destrucción y regeneración ósea anormal, causando principalmente deformidad en los huesos. Al principio, la sola mención del nombre provocó un miedo en su interior que nunca había sentido antes, sobretodo cuando vino a su mente que ella era el principal sustento de su familia después de que su padre los abandonara sin explicación alguna. No quería pensar en lo que sucedería cuando ella ya no fuera capaz, ni siquiera, de caminar. En el fondo, sabía que tarde o temprano, iba a suceder.

Cuando Gen escuchó los pasos de su madre no tardó en reaccionar y hacer como si nada pasó. Se dio la vuelta para encontrarla vestida con uno de sus característicos vestidos floreados.

— El pan está recién puesto, tardará un poco en estar listo.

La mujer asintió con la cabeza mientras soltaba un bostezo. Gen, en cambio, salió de la cocina para agarrar su bolso y decir:

— Se me hace tarde, má. Me iré antes que el autobús se pase.

Los días lunes era cuando más temprano entraba. Gen trabajaba en una de las cafeterías más concurridas del centro, donde, en su tiempo libre trataba de estudiar para rendir sus exámenes libres.

Cuando llegó aquella mañana, le sorprendió encontrarse a la chica que le ayudaba por las tardes. Por lo general, solo estaba la cajera. El día siempre terminaba siendo igual; poca gente en la mañana, y demasiada por la tarde. Sin embargo, la saludó con una sonrisa y entró a la bodega para dejar su bolso en uno de los casilleros.

— Hoy no podré venir en la tarde. — Anunció su compañera desde el otro lado — Espero que no venga tanta gente.

Gen se puso el delantal, y levantó la cabeza para ver a una de sus únicas amigas con una sonrisa pintada en la cara. Se encogió de hombros, y se dio la vuelta para organizar los pasteles en el mostrador.

— ¿Tienes otra cita? — Preguntó Gen divertida.

— En realidad sí. — Suspiró — Pero confío en que me guardarás el secreto.

Gen solo se limitó a asentir mientras soltaba una pequeña risa. Después, la gente comenzó a llegar y tuvieron poco tiempo para volver a entablar una conversación.

Hola, ¿se te ofrece algo? || HYUNJIN ONE SHOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora