Mis noches siempre se han tornado largas, especialmente desde hace algún tiempo cuando me percaté de ciertas cosas que supongo hasta siempre las tendré presente. Pero aquella noche, fue la peor, y espero que sea la última.
Pero para los dolores del alma nunca hay fin, pues hasta en el mejor momento te cae, y cuando piensas que no te puede pasar nada peor, aprendes a no retar nunca más esas palabras tan malditas. El esplín a veces puede con nosotros y nos arrastra hasta el fondo.
Quizá ahora mis palabras no sean tan reales como lo fue esa noche, ni mis pensamientos que tuve en ese momento los plasme aquí en su totalidad. Pues algunas personas, cuando su alma se halla triste, prefieren olvidar.
Otros en cambio, recuren a ese sentimiento tan flébil para sentirse vivos.
Pues las personas como yo, que no tienen y reciben nada, no nos queda otro remedio.Duele cuando alguien te dice palabras horrendas acerca de ti, pero duele más cuando viene de quienes más te importan. Y no importa cuantas veces se disculpen por su error. "¿Acaso te he pegado para que estés llorando?" No, no lo hiciste, pero tus palabras fueron como balas directo al corazón.
Un corazón que ha sido despedazado un sinfín de veces para que por último, como un plus, se de la estocada final.¿Cómo reconstruir lo que se hizo añicos?
Aquellos pensamientos que dejé atrás hace ya un buen tiempo volvieron de nuevo esa misma noche, con la diferencia que arrasaron tal cohete a punto de despegar, como las grandes olas que surgen con fuerza.
Más que nunca quise volar.
Esa misma noche más que nunca hice hincapié en una de mis frases favoritas de Stephen King en su libro El Resplandor: "Las viejas cicatrices nunca dejan de doler". Quizá era de mis favoritas porque esa frase quedaba perfecto en mí. ¡Y vaya que cuánta razón tenía!
Aquellas cicatrices pueden llegar a ser tan graves a tal punto de volver abrirse la herida, mucho más, hasta sangrar y sangrar.
Siempre he dicho que mis pensamientos no juegan bien conmigo, especialmente en momentos donde me gana la impotencia, donde me vuelvo vulnerable, débil, comienzo a cuestionar todo. Y el centro de esa cuestión soy yo.
La ñiquiñaque está perdida,
¿a dónde querrá ir?
Se dirige al mar de los lamentos,
su lugar favorito.
Pero qué raro,
ahora sonríe,
¿por qué será?
¡Oh, no!
¡Está apunto de saltar!
Pobre ñiquiñaque,
al menos,
por una vez en su vida,
sonrío.Siempre se extraña cuando se fue niño, pues ahí todo era más fácil, sin preocupaciones, se sabía a amor. No entiendo el por qué quería crecer, debí hacerle caso a Peter Pan.
Las cosas han cambiado, mi familia cambió, yo he cambiado. Duele darte cuenta que lo que tenías poco a poco se esté desgarrando, como una flor, que con el paso del tiempo cada hoja se va secando, perdiendo color, hasta que caiga la última hoja.Huir, huir, huir,
¿cómo se puede huir de uno mismo?
¿Es posible?
No lo sé.
Solo dejé pasar la noche, cerrando las cortinas para que ni la luz de la luna me cubra, tantas noches a ella quizá también la cansen, como a los otros.
Supongo que siempre fui eso,
un agobio.Quizá aún haya tiempo de remediarlo y volar,
pues soy empática,
y quiero la felicidad de otros como la mía.Al menos, al fin terminaré haciendo las cosas bien.
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Saturación de Rosas
PoesíaPensamientos plasmados a papel, léeme, quizá aquí esté lo que tú no te animas a decir. Colección de textos/poesía hechos por mí.