Lucy, retiró las manos de las de Oliver y observaba perpleja a Edwards. Su mente parecía estar evaporándose en alguna parte.
Ella reunió todo el valor que había enterrado y logró dirigirse a él: —¿Qué haces aquí? ¿Cómo sabes dónde trabajo? —preguntó tragando en seco con dificultad y tratando de recuperar el aliento.
—Yo...
—Espera. ¿Tú la estás acosando? —le interrumpió Oliver con voz airado, señalando en su dirección antes de que Edwards pudiese proseguir.
Oliver, cubrió a Lucy detrás de él instintivamente en forma de protección. Desde el día en que la conoció, siempre ha sentido la obligación de protegerla; Oliver suele decir que el mundo es un lugar despiadado para una criatura tan hermosa como ella, concluyendo su frase con un “tal vez eres un unicornio, porque sólo eso explicaría tu armoniosa forma de ser”
—¡Tranquilízate amigo!
—¡No me llames amigo... Amigo! —respondió Oliver en un tono agresivo creando confusión.
—¡Ay, aquí se puede sentir más tensión que detrás de bambalinas de un desfile de Victoria' Secret! —exclamó Román en voz alta, quien se encontraba a pocos metros de todo el drama, observando con entusiasmo la escena y dejando salir uno que otro comentario inoportuno.
Lucy, salió detrás de la espalda de su ex prometido y se detuvo en medio de ambos hombres. Ella sentía pánico cada que miraba sus rostros sin saber que hacer o decir. Así que decidió apretar los ojos con fuerza por unos segundos deseando que todo esto solo fuera una pesadilla, pero cuando volvió abrir los ojos la realidad la impactó de frente.
—Yo... no, no puedo con esto, no soy buena bajo presión... —inquirió con la vista al frente sintiendo como su corazón se aceleraba y el estómago se retorcía en un nudo.
La incertidumbre y la negación se entrelazaban en su mente, como las ramas de un árbol que se aferraba al viento; no poseía el valor de confrontar el momento, y una de las razones era porque no podía descifrar lo que estaba sintiendo, o tal vez sí, pero se negaba siquiera a pensarlo.
—Lu, espera... espera... —gritó Oliver detrás de ella— ¡Lu, por favor detente! Necesito que hablemos por qué estoy muy confundido en este momento.
—Ahora no... —musitó en un hilo de voz, en cambio Oliver continuaba hablando y siguiéndole el paso hasta llegar a la salida del edificio.
La tensión en el aire era palpable, como si las palabras no dichas flotaran entre ellos. Lucy se aferraba a su propia negación, temerosa de lo que podría descubrir si se atreviera a enfrentar la verdad.
—¡Lucy, por favor! —exclamó tomándola del brazo con suavidad, haciendo que se volteara.
—¡Oliver basta! Solo quiero ir a casa —reprocho débil tratando de zafarse del agarré.
—Creo que la señorita acaba de decir que no —alegó Edwards retirando la mano de Oliver del brazo de Lucy e interponiéndose entre ellos.
—¡Tú no te metas! —replicó dirigiendo la vista hacia Edwards y acercándose a él mientras lo apuntaba con el dedo en forma de amenaza. La presencia de Edwards comenzaba a ponerlo colérico.
—No hay necesidad de llegar a la violencia —decretó Edwards tratando de calmar a Oliver sin perder la compostura.
—Mira amigo —alegó en un tono de voz alto y autoritario— Yo no tengo una puta idea de cuál sea tu momentánea historia con Lucy, pero solo es eso, una historia que no pasará de ahí.
Al terminar de decir aquello, Oliver noto una sonrisa cínica dibujada en el rostro de Edwards, y de inmediato se sintió atrapado en un torbellino de imaginación.
—¡Hijo de puta! —soltó en un tono hostil mientras levantaba su mano en forma de puño.
—Espera... espera espera —replicó, visualizando por arriba del hombro de Oliver, a sus guardaespaldas acercándose. Aquello lo pondría en descubierto y su plan se vendría abajo de inmediato. Por supuesto, Edwards, pensó en lo primero que Ashton haría, taclear al ex engreído y con notorios problemas de ira hasta inmovilizarlo en el piso— ¡Tú ganas! —exclamó tratando de hacerle una seña disimulada a Ashton, de que se detuvieran.
—Sabía que eras un cobarde —alegó Oliver bajando el puño y tratando de calmarse.
Sentía que la paz y equilibrio que había encontrado perteneciendo al mundo de Lucy, se desmoronaba, ella fue un rayo de luz en un camino tormentoso. Normalmente Oliver era tranquilo y reservado, aunque a veces perdía los estribos, pero nunca en presencia. Ya que no podría soportar que ella lo viera así. En estos dos años y medio de relación, nunca había tenido una pelea de tal magnitud con ella o que alguna vez le haya pedido explicaciones con respecto algún tipo.
Los dos hombres se observaron expectantes por unos segundos antes de percatarse de que la razón por la que se enfrentaban, ya no se encontraba allí. Había aprovechado el enfrentamiento entre ellos para huir.
—¡Demonios! —exclamó Oliver en voz alta dejando escapar un resoplido, al percibir que Lucy ya no estaba— Aléjate de ella —Volvió a apuntar a Edwards con amenaza. Las emociones de él estaban al tope, sus decisiones, tal vez le costarían la única constante en su vida—. No te lo volveré a repetir —agregó dándole la espalda y comenzando a caminar con el semblante afligido.
La verdad, como un sol implacable, se filtraba entre los dedos de Oliver. Sus mentiras habían tejido una red de engaño, y ahora la fe de la chica que amaba estaba rota. ¿Cómo podía enfrentar la magnitud de sus errores? La idea de dejarla ir, de liberarla para que encontrara la felicidad en otro, lo atormentaba. Pero también sabía que sin ella, su mundo se sumiría en un oscuro abismo. El corazón de Oliver se debatía entre la culpa y la necesidad desesperada de redimirse.
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La Cenicienta de Queens (Por Editar)
RomanceLucy Andrews es el epítome de la dulzura en el caos de Nueva York, una joven cuya vida transcurre entre el amor inquebrantable por su prometido y la cotidianidad compartida con dos compañeras de piso tan dispares como el día y la noche. En un aparta...