Panda.

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— Ten un buen día.

— Gracias. — Cogió la bolsa marrón característica de las panaderías. Le sonrió a la dependienta y retomó su camino a casa.

Es una rutina repetitiva y en la cual sufrió mucho por seguirla. Abrió la puerta blanca con cuidado y tomó el taburete para sentarse y admirar el adormilado rostro de la paciente. Dejó la bolsa a un costado y suspiró.

— ¡Hola, pequeña, soy yo! De nuevo. ¡Hoy hace un magnífico día fuera! ¡Te encantaría! Es perfecto para dibujarlo y es muy claro. Hay muchas flores... — Mordió su labio sintiendo los ojos picar — ¿Sabes? Ya han pasado dos años... todos te extrañamos. Te necesitamos. Ya no estarás nunca más sola, pequeña... sé que puedes escucharme.

Silencio.

— Te maldigo... ¡Te maldigo! ¡Por tu culpa ya no tenemos a nuestro ángel! ¡Te odio! ¡La quiero de vuelta! ¡La necesito de vuelta!

Hay una gran historia que debe ser contada con mucho detalle. Una historia llena de dolor, amor, desamor y tristeza. Donde la felicidad y la tristeza van tomados de la mano.

Estoy obligada a contarla desde un principio.

— ¡Oye! ¡Despierta! ¡No me asustes!

— ¿Qué? — Sobó su ojo mientras se sentaba tomando la pequeña figura de seis años encima de su persona.

— ¡Vamos tarde!

— ¿A qué?

— ¡A la escuela!

Abrió sus ojos como platos y corrió hasta la cocina y preparó algo muy rápido. Se lo entregó al de menor edad y corrió de nuevo. El más joven parpadeó mientras masticaba y luego tomó su mochila y la de la persona que corría de un lado a otro. Sintió como era tomado y cargado para empezar una carrera hasta su guardería. Observó su rostro cansado y limpió su sudor.

— Anda. Ve. Yo me tengo que ir. Vendré a buscarte, ¿sí?

— Sí. Adiós. — Le dio un besito en la mejilla y entró al preescolar.

Comenzó a correr cuando se dio cuenta que era demasiado tarde. Realmente tarde para su primer día de preparatoria. Llegó agitada y muy cansada y logró encontrar su nombre y entrar sin que nadie notara que llegó tarde y limpió su rostro con el suéter que carga. Suspiró agotada dejándose caer en la mesa, la cual es la primera frente al profesor. El puesto que nadie escoge y que le da la oportunidad de estar sola.

— Buenos días alumnos, soy su profesor guía, Hasekura Natsu, es un placer. Nos veremos lunes, miércoles y viernes, espero que nos llevemos lo mejor posible. Además, soy su profesor de sexualidad. Ahora todos presentaros.

Parpadeó. Aquel peli-rosa se ve realmente amable y encantador, como un príncipe. Notó como tiene un anillo en su dedo anular, debe tener a alguien a quien amar. Todos se presentaron y llegó su turno. Sus manos temblaron y se levantó.

— S-Soy... Miketsukami A-Asuka... es un placer. — Susurró sintiendo sus pálidas mejillas arder. Nadie la escuchó, tampoco prestaron mucha atención, así que volvió a sentarse.

Al termino de la clase, todo el mundo salía al primer receso del día. La pequeña guardó sus cosas y notó que la gran figura de su maestro se posaba frente a ella. Alzó la mirada confundida.

— Miketsukami, ¿no?

— ¿Eh? Ah... ¡sí! — Bisbiseó algo nerviosa. — ¿Pasa algo?

— No, es que te ves algo joven para este curso. — Respondió sincero.

Beautiful SmileWhere stories live. Discover now