Cuidado con lo que Deseas

Un día como todos

Acababa de comenzar un día más de mi existencia, básicamente repitiendo la misma historia; despertar, arreglarme, escuchar el tan conocido "El desayuno ya está listo" de mi madre, el sermón de mi padre por las bajas calificaciones.... Y si lo piensas un poco, ¿No deberían, aunque sea alegrarse un poco porque no reprobé?; en fin, quién los entiende, según ellos debo ser el mejor. Me levanté de la mesa sin casi tocar el desayuno y dejé a mi padre con su discurso aún latente en sus labios, conecté mis audífonos y, olvidándome completamente que ellos estaban allí, salí a la parada de autobús; mientras caminaba en mi cabeza sólo podía repetirse una frase, "Ojalá mis padres desaparecieran".

Minutos más tarde llegué a la parada, encontrándome con las únicas tres personas que me logran "entender".

Tatiana, una chica extrovertida, amante a la música pop, sangre e historias de terror (algo normal en mi).

Felipe, un chico alto y burlesco, pero su amistad, no puede compararse con ninguna otra.

Y Paula, la típica chica amante a los relatos escritos llegando a perderse escribiendo y, leyendo.

Me saludaron amablemente, pero no contesté, mi mañana no había sido la mejor y ya estaba bastante tenso como para aguantar un discurso más.

Tatiana se acercó preocupada, - ¿Qué te pasa? -; la ignoré, entonces Felipe apoyó su mano en mi hombro y dijo con voz calmada:

- Problemas con tus padres, ¿No es así? – su comentario me dejó blanco, ¿cómo podía él enterarse tan rápido?, buscaba palabras para contestarle, pero tomó la delantera:

- Estaba pasando por tu casa cuando escuché a tu padre gritar-. Y recordé de nuevo los alaridos sin sentido que ese hombre daba, deseaba profundamente que lograran acabarse, ¿por qué siempre mi mente era obligada a caer en tan espantosos recuerdos?

No pude buscar una respuesta, ya tenía el autobús en frente, cancelando completamente tan extraña conversación.