Parte 4 - Mera coincidencia

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Le vi entrar a su casa y me quedé parado en su portal abstraído durante unos instantes, no podía creer lo que había pasado esa noche. ¡Habíamos vuelto! Durante meses estuve soñando con ese imposible día y porfín ese sueño  se había hecho realidad.

- Hola, lo he pasado muy bien esta tarde, jaja - le escribí poco después de llegar a casa.

- Hey, yo también lo he pasado genial, mañana nos vemos - contestó junto a una carita sonriente.

- Mañana juego a las seis donde siempre, te diría de recogerte, pero tengo que estar una hora antes, ¿qué te parece si después del partido te invito a cenar? - respondí ilusionado.

- No hace falta que me invites, ¿cenamos pizza? - respondió ella tan humilde como siempre.

- Vale pues mañana nos vemos, te quiero - le dije. 

Después de esto, me puse a leer un rato y finalmente me quedé dormido.

A la mañana siguiente me desperté temprano, no tenía nada que hacer así que me senté en mi escritorio y me puse a dibujar a Lorena.

La mañana se me pasó rapidísimo, antes de que pudiera darme cuenta ya estaba mi madre chillándome que iba a llegar tarde. 

Al llegar a la cancha subí una storie a instagram diciendo que tenía partido, etiquetando la ubicación y pidiendo a mis amigos que me deseasen suerte.

Estaba nervioso pues no sólo tenía que impresionar a mi entrenador, sino que tenía que conseguir que Lorena estuviese orgullosa de mi.

Los primeros veinte minutos del partido todo iba genial, estaba jugando bien, tenía a Lorena ahí conmigo, ¿qué más podía pedir? Parecía que todo estuviera siendo demasiado perfecto para ser un día de mi vida.

Oí la puerta del pabellón abrirse y no pude evitar girarme, era Lucía que iba con su mejor amiga, Andrea. Ambas se sentaron en la grada, no pude evitar fijarme en que Lucía no paraba de mirarme. ¿Qué hacía allí? ¿Había ido por mi storie o era mera coincidencia?

- ¡Marco! ¿Se puede saber qué estás haciendo? - me gritó el entrenador. Pues desde que Lucía había entrado por esa puerta no podía parar de mirarle y perdía todas las pelotas que me pasaban.

Finalmente el entrenador decidió dejarme en el banquillo, el partido en el que tenía que mostrar todo lo que durante meses había entrenado me hizo perder la titularidad.

A la salida, Lorena fue al baño y Lucía aprovechó para acercarse a mi.

- Hola, ¿es tu novia? Oye que sepas que no lo has hecho tan mal, tu entrenador se ha pasado - 

- No sé, somos algo así. Gracias por intentar animarme, pero sinceramente jugué como la  mierda - le dije intentando no ser muy borde. 

- ¡Hola! - dijo un chico alto del equipo contrario acercándose a nosotros, agarró a Lucía por detrás y cuando esta se giró le besó. 

¿No había venido a verme a mí? después de haber estado todo el partido comiéndome la cabeza ni siquiera había venido por mí.

Por un lado me sentí aliviado de saber que tenía novio y no había venido por verme jugar a mi, pero por otro sentí como un puñetazo en el estómago cuando les vi besarse, al fin y al cabo, antes de que volviese con Lorena, Lucía me gustaba mucho y no podía haberle olvidado de la noche a la mañana.

Incómodo, me despedí de ellos y fui a buscar a Lorena a la puerta del baño.

- Hey, has jugado bien, no le hagas caso a tu entrenador, ¿sabes qué? Te voy a invitar yo a ti a cenar - me dijo al verme. 

- Buah, si supieras lo mucho que te quiero - le dije antes de besarle. 

Fuimos a cenar a una pizzería, la pizza estaba riquísima y la compañía era inmejorable, nada mejor para superar un mal partido.

Le acompañé a su casa y después me fui hacia la mía.

Me acosté en la cama y me quedé mirando al techo, cada vez que cerraba los ojos le veía sonriente y ruborizada. Nada me hacía tan feliz como pensar en ella. 

Al despertarme miré mi teléfono, tenía cinco mensajes de Pedro preguntándome como llevaba el examen de economía. ¡Ni siquiera había empezado a estudiar! Había estado todo el fin de semana pensando en Lorena y me había olvidado del examen. Además era un único examen para toda la evaluación. 

Apagué el móvil y me puse a estudiar como un loco, no hice otra cosa durante todo el día.

Como siempre mi despertador sonó a las siete y media, pero yo ya llevaba despierto más de una hora terminando de estudiar. 

Me fui hacia clase, muy poco seguro de que fuese a aprobar ese examen. Al llegar, el profesor comenzó a repartir los controles, yo era de los últimos pero me esperaba lo peor, pues todos los de delante se habían echado las manos a la cabeza al leer las preguntas.

¡Dios santo! Ese examen era terriblemente difícil, ni habiendo estudiado con días de antelación habría sacado buena nota.

Al acabar las clases, posteé una foto en la que decía que por favor rezasen por mi, porque mi vida tal y como la conocía iba a acabar cuando mis padres viesen la nota de ese examen.

Y estaba en lo cierto, pasó una semana y el profesor nos dio las notas, además era de esos hombres que se aseguraban de que tus padres recibieran la nota.

¿Qué era mejor idea, decírselo a mi padre que aunque sabía que no se enfadaría estaría decepcionado durante una temporada, o a mi madre que me chillaría y me castigaría pero pronto se le habría pasado? 

Finalmente decidí decírselo a mi madre, pero cuando llegué a casa me di cuenta de que no era necesario que yo le dijese nada. El profesor le había llamado para decirle que estaba preocupado por mi porque esa nota sería prácticamente la de la evaluación y sabía que yo era un buen estudiante, "maldito viejo" pensé.

 El cabreo fue mucho mayor de lo que me esperaba, me prohibieron salir durante tres semanas y sólo me dejaban el móvil una hora por la noche, la cual dedicaba entera a hablar con Lorena.

La paz del silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora