Prólogo

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Hace 9 años....

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El largo camino que recorría la furgoneta se vio detenido por la gran contingencia de autos que llenaban la principal calle de La Sabana Central a la hora punta de esa mañana. La furgoneta anaranjada casi opaca por el tiempo y suciedad tomó otro rumbo para evitarse aquel problema, sin embargo, si hacía esto le tomaría más tiempo llegar a su destino, algo que asimilaron y estuvieron de acuerdo en enfrentar los tres animales que iban dentro.

Nick miró por el vidrio delantero como el aspecto transitado que daba vida a la ciudad, ahora pasaba a convertirse en un lugar callado y casi sombrío. Al estar en la parte de atrás de la furgoneta sentía un poco de frío, culpando a las dos ventanas que permanecían abiertas en los lados del conductor y pasajero. No quiso quejarse de todos modos. Su pelaje ya lo protegía del viento, con la obviedad de que al ser un zorro esto bastaba para reconfortarlo, aún así, prefería llevar una chaqueta color marrón contra su color rojizo en todo su cuerpo.

-Ya que todo está tranquilo podríamos hablar de como fue nuestro día. – dijo mirando a Finnick conducir con sus prominentes lentes de sol, siempre concentrado en el volante – ¿Quieres empezar Finn?

-Será para más tarde Nick, hay asuntos que atender. Y no has dejado de molestarme en todo el camino.

-Intento alegrarte un rato, ¿A ver una sonrisita?

Finnick no hizo caso y se acomodó a los pesados libros de geografía en los que estaba sentado para alcanzar a ver mejor la calle. Nick sabía que no quisiera ser molestado una vez más, así que lo dejó proseguir en su tarea.

- ¿Qué hay de ti Walter? Se ve que estás algo cansado.

El lobo gris distraído por el paisaje a su costado giró su vista para ponerle atención. Sus ojos denotaban cansancio, pero a la vez determinación. Nick solía tomarse con humor a la mayoría de animales que conocía, Walter Moon, era la excepción a esa regla.

- Estuve hasta tarde arreglando los preparativos, espero que estés listo para el trabajo.

- ¿Lo dices en serio? Finnick y yo lo hacemos todo el tiempo, podría decirse que es como si fuera mi propio hijo – dijo sonriendo con burla.

Walter sonrió y volvió a centrarse en el paisaje.

La furgoneta siguió el camino, a pesar de que todo se concentraba en la calle principal, de vez en cuando un vehículo obligaba a reducir la velocidad, además de cuidarse de los pequeños ratones o musarañas que condujesen cerca de la acera. Nick se sentó junto a las cajas apiladas en su entorno, sacó una revista de una de ellas y se dispuso a leer por un rato. Un movimiento brusco lo hizo chocar contra el asiento de Finnick para luego encaramarse queriendo ver que pasó. El pelaje del rostro se le quedó hundido y tardó unos segundos en volver a su lugar. Finnick desabrochó su cinturón de seguridad y miró a Nick.

-Ya llegamos – dijo apagando el motor y guardando las llaves.

-Pudiste haberme avisado, por poco destruyes mi carrera de actor.

El pequeño zorro fennec le mostró una mueca molesta, al cabo abrió la puerta y salió junto a los demás. La esquina en que se detuvieron estaba atestada de vehículos y Finnick comentó a Walter que fue una suerte que encontraran estacionamiento. El tránsito era mayor en número frente a la otra calle. Los tres miraron a su alrededor, leones y osos eran los que mandaban por sobre los demás animales al moverse por la zona. Nick creía que estafarlos sería más difícil. Prejuiciaba que los leones eran confiados y los osos gruñones. Aunque había conocido en el pasado animales que daban vuelta a la tuerca a esta creencia. Los edificios se distribuían de diversos tamaños y colores; una farmacia, un supermercado y lo que más llamó la atención e incluso preocupó a Nick: un banco.

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