<<Oneshot>> Un niño llamado Yuriy.

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Era invierno del 97.
Rusia yacía bajo las capas de espesa nieve resplandeciente al Sol que se colaba entre las nubes.

Cuando yo era pequeño, sucedían cosas. Cosas de las que no hablo mucho, excepto con Kuznetsov, quizá el único amigo que tuve en ese tiempo.

Yo vivía con mis padres en una modesta casa, por decir lo más. Solo tenía 2 habitaciones: una era para el cuarto donde dormíamos y la otra tenía solo una mesa, una mecedora, una pequeña cocina y a su vez ésta tenia una chimenea.

Fue uno de los tiempos más crudos de mi existencia.

Mi madre era una joven y bella mujer. Una diosa. Su cabello era largo y pelirrojo, y sus ojos profundos y cálidos, de ese azul que igualmente me caracteriza. Cuando papá no estaba en casa, ella encendía la chimenea, acercaba la mecedora y, mientras me abrazaba, se mecía y me contaba historias.

Mi padre, era un hombre alto y fuerte, intimidante y de piel áspera. La severa expresión de su rostro me daba miedo. Ciertas veces no decía ni una palabra y se encerraba en el cuarto, en el mejor de los casos. Otras veces llegaba alcoholizado y mi mama me decía que me quedara en la cama, y si era posible, dormido.
Pero yo no dormía.
Se escuchaban gritos; los reclamos de mi padre hacia ella eran muy fuertes y siempre pasaba algo que hacia que me levantara de mi cama, y aunque no quisiera me asomara por la rendija oxidada de la puerta. Cada vez que pasaba, veía a mi padre con un cinturón en la mano, alzándolo frente a mi madre horrorizada. Su expresión de pánico jamás la había visto de cerca, por el contrario siempre mostraba una sonrisa cuándo estaba conmigo, como si estuviera muy satisfecha con su vida miserable.

Una vez, mientras miraba la escena, cometí el error de hacer un pequeño ruido, que llamó la atención de mi papá, que a pasos agigantados se acercó a abrir la puerta muy furioso.
Me eché para atrás, asustado, temblando. Mi mente no generaba la menor idea de que es lo que llegaría a hacerme. Con esa expresión severa y el color rojo en sus mejillas se dirigió a mi:

-¡Y tú!-Fue lo que me dijo. Parecía que sus ojos arderían en llamas.

Estaba apunto de llorar. Busqué a mi madre detrás de él, que se levantaba del suelo, con lágrimas. Cruzamos miradas y en un arrebato de protección maternal, corrió a mi.

-¡No, Yuriy!-Gritó mi nombre, y sin ningún cuidado desafió la postura de mi padre y me abrazó.

-¡No lo defiendas, mujer!¡Ese hijo tuyo solo ha causado problemas!

-Por favor...-Rogaba ella-Déjalo. Te prometo que ya no te dará mas dolores de cabeza...

Él se quedó callado y me volvió a dirigir una mirada. Yo estaba escondido detrás de la falda de mi madre.

-¡Lo quiero fuera de mi vista!-Gritó por último y se fué otra vez.

Ella se volteó hacia mí, muy triste.

-¿Estás bien, pequeño Yuriy?-Preguntó tocandome el rostro.

Las ví por primera vez. Las marcas de la furia de mi padre.
Su linda cara, llena de alegría, se veía opacada por los moretones que papá le dejaba con sus arrebatos de coraje. Cualquier cosa le molestaba y la pobre de mi madre estaba de por medio.
Yo no podía comprender por qué las cosas se volvieron así. ¿Por qué ella seguía soportándolo?¿Por qué el me odiaba tanto...?

-Mamá...¿Yo soy un error?-Pregunté.

-No, Yu. Tu no eres eso. Al contrario, tu padre y yo te amamos mucho, es solo que él a veces esta un poco irritado y nosotros no podemos molestarle. Debes entenderlo. -Contestó, sin mirarme a la cara, pero atendiendo sus heridas.

Era un niño. Si yo estaba bien y sano era gracias a ella. Pero no lo merecía, y esa ocasión no estuve satisfecho con su respuesta.

-Mamá, tú no mereces estar aquí. Las personas buenas deben tener vidas buenas, ¿no es cierto, mami?

Ella se quedó callada. Se limitó a acariciar mi cabeza y a llorar en silencio.

Después de eso, pasó algo que jamás olvidaré. Algo que jamás he podido perdonar.

Una mañana desperté y ambos no estaban. Papá seguramente se había ido a trabajar, pero mamá definitivamente había desaparecido. En su lugar encontré una carta, con su letra y a mi nombre.

"Yuriy:

Lo siento. De verdad lo siento, pero ya no lo soporto más. Espero que tengas más suerte que yo. Te amo.

Mamá."

"¿Que tenga mas suerte?¡¿Porque una madre que se supone que ama a su hijo lo abandona?!", pensé en ese momento.

No pude evitar llorar. Lloré tan fuerte que la garganta me dolía. Golpeaba la puerta con la mayor fuerza que me daban mis pequeños puños, que ni un rasguño le hacían a la madera. Me tiraba al suelo a mirar el techo distorsionado por la humedad de mis ojos. Mis mejillas sonrosadas estaban escurridas de lágrimas secas. Recuerdo que deseaba, con toda mi alma, morir como sea, no tenía sentido mi vida sin mi madre.

Esa noche, y las que seguían, me quedaría solo con él, y no habría nadie para defenderme.
Cuando llegó, yo estaba sentado en mi cama, y luego de unos segundos, se acercó a la habitación.

-¿Donde está tu madre?-Preguntó en tono tranquilo.

Con la voz entrecortada le contesté.

-No sé

-¡¿Como no vas a saber, si es tu madre?!-Comenzó a alzar la voz.

-Porque...no la he visto hoy. -Dije en voz baja.

De nuevo se quedó callado y se fue a sentar a la mecedora.

Esa noche no pude dormir muy bien; estaba sollozando aún. Cuando desperté, el ya se había ido.
Me puse a pensar un poco.

Él era lo único que me quedaba. Y después de todo, era mi padre. Sin él no era nada. Además, solo tenía que quedarme callado y hacer méritos para que me amara.

Solo me quedaba una opción. Algo que nunca había hecho, pero que era necesario hacer. No sé como lo pensé, de donde obtuve esa salida.

Me dirigí a una pequeña tienda a varias cuadras de ahí. Antes de entrar, tagué saliva. Ese era el momento.
Abrí la puerta y miré a mi alrededor. Estaba casi vacía. Detrás de mi entró un chico, quizás un poco más grande que yo, más alto, de tez blanca y con el cabello corto.

-Boris, ¿Que haces aquí?¡No te quiero merodenado en mi tienda!-Le dijo el señor ya anciano al muchacho.

-Ya está bien, ya me voy.-Contestó él.

Pero en ese instante, estiró las manos y tomo algo de leche y pan, y salió corriendo. Mi corazón se aceleró y lo primero que vi fue una botella de vodka. Cerré los ojos y también la tomé, para salir corriendo de ahí.

-¡Hey, par de malcriados!-Gritó el señor, sin poder hacer nada.

-¡Espérame!-Me dirigí al muchacho.

Corrimos hasta que nos cansamos.

-Eso fue...estupendo...-Dijo él entre suspiros.-Eres primerizo, ¿eh?

-¿Cómo?-pregunté confuso y sin creer aun lo que había hecho.

-Que es la primera vez que robas, ¿Verdad?

-Si-contesté cabizbajo.

-No te preocupes, todos lo hacemos por necesidad. -Me acarició el cabello-Soy Boris Kuznetsov

-Hola... Yo me llamo Yuriy Ivanov.

-¿Tu qué tomaste?-Preguntó asomandose detras de mi, donde yo escondía el Vodka.

-Una bebida alcoholica. -Dije mostrandosela.

-¿Vodka?¿Y eso para que?

-Es para mi padre. -Contesté aún tímido. Volví a mirar la leche y el pan, y me atreví a preguntar. -¿También robas para tu familia?

-Um...no.

-Y, ¿entonces?

-Solo para mi. Desde que mis padres me abandonaron en ese orfanato no me queda más que ésto. Ahí la comida es horrible.

-¿También te dejaron?

-Um...sí. Pero es mejor que la esquizofrenia de mi mamá y los abusos de su esposo. ¿Y tu?

Me quedé callado un momento. Volví a pensar en mamá y en mi coraje, aquél que aún le tenía.

-Mamá me dejó. Ella me abandonó, solo tengo a papá... -Contesté por fin y suspirando. -pero él... es un poco difícil. No sé qué hacer, pensé que ésto sería lo mejor.

Boris me miró un instante, como queriendo comprender mi situación, pero no estaba serio, sino que en su cara se dibujó una sonrisa que me perturbó un poco.

-Bueno, Yuriy. Sé que lo lograrás... Yo, supongo que hubiera hecho lo mismo. Creo que tu y yo nos vamos a llevar muy bien. -Dijo dándome algo de pan.

Sin pensarlo en ese momento ya había ganado a mi primer y quizá único amigo en la vida.

Boris era amable, un poco serio y de expresión poco cuerda, sí, pero sabía como mantener una amistad. Me comenzó por platicar muchas cosas sobre él y sus travesuras de más pequeño; en ciertas ocasiones me hizo reír. Ese día me confió parte de la difícil historia de su joven vida.

Parecía como si nada de eso le molestara y como si viviera feliz haciendo lo que hacía. Yo solo lo escuchaba atento, como buscando una solución para mí. Compartió su comida, la única, y me tendió la mano. Habíamos encontrado apoyo uno en el otro.

Esa noche me aseguré de llegar a casa antes que papá y de dejarle el Vodka que tomé para él. Me metí en la cama y esperé, con uno que otro pensamiento vago sobre Boris y su vida.

Escuché la puerta abrirse y una especie de escalofrío recorrió mi cuerpo. Supe que sus pasos se acercaron a la mesa y se quedó quieto. Luego, se fue acercando a la habitación. El corazón me latía fuerte y creí que saldría de mi pecho por la adrenalina. Sude frío por un momento y luego escuché su voz fuerte pero entrecortada:

-Yuriy...¿Estás despierto?

No quise contestarle por miedo.

-Mira...-se sentó en la cama-Se que a veces pierdo la razón, y...quería disculparme...-Había ese olor característico de él, el alcohol corría por sus venas.

"Ya es un poco tarde", pensé.

-No queda más que arreglarnoslas solos. Tu madre se ha ido, y eso también me duele porque yo la amaba. Solo nos tenemos el uno al otro.

Quería llorar, pero no lo hice. Esas palabras de alguna forma me habían llegado al corazón. A cambio, voltee a él, tímido.

-Entonces...¿Puedo quedarme a tu lado?-pregunté.

Sonrió. Era la primera sonrisa que veía de él en años.

-Claro que puedes.

Por eso me quedé. Mis esperanzas aumentaron, y quise más que nunca seguir robando aunque estuviese mal.

Al día siguiente me encontré con Boris de nuevo. Tenía varias cosas más, que también había robado. Entre ellas noté una botella más de licor.

-¿Para que es eso?

-Es para que se lo des a tu papá. Pensé que te gustaría, y lo traje.

Me quedé callado un momento.
Bueno, sí, le había contado sobre mi plan de ganarmelo con esos detalles, pero...no imaginé eso.

-Gracias-Le dije de la nada.

-Anímate. Se que es lo que hará hacerte sentir mejor.

Esa tarde, espiaba a una señora anciana, a la que siguió un par de cuadras y le arrebató su bolso. Gritó que corriera y nos metimos en un callejón.
Boris revisó el bolso y sacó dinero. Me dio la mitad y me dijo que así sobreviviríamos un par de días.

Salimos de ahí asegurándonos de que nadie nos viera y caminamos un rato.

-Oye Boris...-Lo llamé, rompiendo el silencio incómodo. Tragué saliva varias veces antes de continuar.

-Dime.

-Ésto lo hacemos por necesidad, ¿cierto?

Él rió un poco. Su risa también era perturbadora, aunque me gustara oirla. Pasó su brazo por encima de mis hombros y me jaló hacia él.

-Claro. No es agradable, pero así es. Como primerizo es normal que haya dudas en tí.

-Es solo que me siento raro haciendo ésto.

-Te acostumbras, Yuriy. La gente que tiene con qué sobrevivir no lo comprende. -Justificó el acto con esa excusa. -Ven, vayamos al lago.

Suspiré.

Toda la tarde hablamos de cosas inconclusas del día anterior. Me había contado sobre su familia, pero no todo, y algo después llamó mi atención.

-...De alguna manera yo quería a mi mamá pero tomó la salida fácil y cobarde y su esposo me dejó en ese orfanato.

-¿Salida fácil?Creí que había...

-¿Muerto? Sí. Se suicidó colgándose de una lámpara de techo. Estaba loca, después de todo.

En mi cara apareció una expresión de seriedad, recordando a mi madre, y lo que creí que era una pizca de lástima se alojó en mi garganta.

-Cobarde, ¿eh?

-Sí. No se lo he perdonado, porque me obligó a ver.

-Sé lo que es eso. A mi solo me deseó suerte. Tampoco la he perdonado.

-Pues ya no importa. Al menos a ti te esperan. -

Cuando me dí cuenta ya era de noche. Debía regresar a casa, aprisa.

-¡Debo irme!¡Te veo mañana en el mismo lugar!

-Sí, claro.

Corrí a casa lo más rápido que pude.
Cuando llegué, abrí la puerta lentamente, y miré primero. Ví que la chimenea estaba prendida, así que supe de inmediato que estaba en problemas, y era lo que menos deseaba. Entré lento y silencioso.

-¿Donde estabas?-Se escuchó su voz.

-Yo...

-¡No te di permiso de salir!

-Pero...

Se acercó a mi y busqué una salida, pero estaba indefenso. Alcancé a ver la botella de Vodka casi vacía sobre la mesa, y luego me llegó ese inconfundible olor de su boca. Lo miré a los ojos, escondido tras mis puños temblorosos.

-¡¿Eh?!¡¿Dónde estabas?!-Me soltó una cachetada muy fuerte, que me hizo llorar.

-Solo...-Intenté hablar entre lágrimas.

-¡No llores!¡Te voy a enseñar a respetarme!-Y me volvió a golpear en la cara, lo que hizo que me arrodillara y escupiera sangre.

Escuché entre lágrimas y sus gritos la hebilla de su cinturón, y me paralicé por completo. Me impedí moverme, mi mente gritaba con desesperación que correriera o algo, pero mis piernas no reaccionaron.
El primer golpe lo sentí en la espalda, luego otro, y otro, y otro más. El dolor era insoportable, lloraba como nunca.
Mi pequeño cuerpo temblaba en el suelo, se sacudía con brusquedad, mi conciencia empezaba a irse, pero me resistí.

¿Porqué?Se había disculpado...¿Porqué me haces ésto, papá? Me haces daño, ¿no lo ves?. Yo aún te quiero,¡nos necesitamos!

Paró un instante. Tuve tiempo-no sé cómo- de levantarme y correr al cuarto a encerrarme. Segundo error: eso lo hizo enojar más. La puerta entre nosotros fue inútil, él empujó y me acorraló en un rincón. Con pánico, me cubrí la cara con mis manos. Y de repente, la hebilla se marcó en mi piel, lo que hizo que gritara.
Sentí su pie en mis costillas, su mano marcada en mi espalda y luego el cinturón de nuevo. No supe ni qué otros lugares había golpeado, solo quería que se detuviera. Abría los ojos de repente, y veía a un monstruo arremetiendo contra un niño de solo 8 años. Mi sangre salpicaba la pared, pero mis lágrimas amargas lavaban la sangre del piso. La cabeza me daba vueltas, quería que parara...

¡Padre, por favor!...¿Por qué?¡Mamá se fué porque pasaba ésto!¡No quiero más dolor!...

No supe cuando se cansó de mi y mi llanto inútil. Yo acabé en el suelo, herido, manchado de sangre y destrozado por dentro. Me arrastré a mi cama como pude y dormí el resto de la noche.

Cuando, por la mañana, supe que se había ido, me levanté con dificultad. Mis piernas, aún temblorosas, por fortuna fueron suficiente soporte, pero mis manos estaban débiles. Miré mis palmas, llenas de mi propia sangre ya seca. Mis muslos ya tenían moretones. Tenía un dolor punzante en mi abdomen y costillas, así como ardor en mi espalda. Ya ni quería asomarme al espejo a tener lástima de las heridas en mi cara.
Aunque dudé un poco, fuí con Boris, y por primera vez ví su rostro sorprendido y preocupado.

-¿Sabes?-Le dije. -Creo que cometí un error grave. Pensé que cambiaría, pero no, ya lo dudo.

-Amigo, deberías irte de esa casa. -Me dijo casi en una orden, mientras observaba mi cara y la tocaba con cierta delicadeza.

-No lo sé. Es el único lugar a donde puedo ir.

-Siempre lo has sufrido, solo que tu madre recibía los golpes. A éste paso solo conseguirá matarte. Sal de esa casa.

-¿Tú lo harías?

-Probablemente. Prefiero la calle. No se cómo soportas, estas grave, y por suerte, todavía estas consciente y entero.

Me senté, con dolor aún-que me hizo lagrimear un poco- bajo un árbol.

-Creo que aguantaré. Tal vez piense en algo.

Los días siguientes no hubo problema alguno, salvo que por las noches dormía solo cuando dejaba de llorar, o viceversa, no lo sé. Mis heridas sanaron rapido, al menos las visibles. Pero un día algo pasó.

Boris y yo estábamos en el parque comiendo. Acababamos de robar algunas cosas. Alguien se acercó por detrás de nosotros y tomó a Boris del brazo. Ambos volteamos y era un policía.

-Al fin te encontré, Kuznetsov.

-Oiga, suéltelo-Le dije

-Y además involucraste a otro niño...

Boris no sabía que hacer. Comprendí de inmediato.

-¡Hey!¡Déjelo!-Le aventé mi bebida a la cara y soltó a Boris, pero me agarró a mi, de ambos brazos.

-¡Yuriy!

-¡Corre!-Le grité-Creo que vienen más.

Volteó para todos lados. Dudó un poco.

-Gracias-Y corrió, saltando una cerca y se perdió en la lejanía, volteando de vez en cuando.

-¡Oye!¡No escaparás!-Gritó inútilmente el policia-¡Al menos tengo a tu amigo!

-¡Déjeme en paz!

-Tu vendrás conmigo.

El policía hizo que le diera mi dirección,después de tenerme sentado por horas en la Oficina de la policia de Moscú.

Se la dí porque sabía que era temprano y papá aun no llegaba.
Pero cometí un tercer error, porque él mismo abrió la puerta. Salió con su expresión de fastidio. Mi miró serio y enojado a la vez.

-¿Es este su hijo?

-Quisiera que no. Pero, ¿que hizo, oficial?

-Estaba en el parque con un culpable de robo, y parece que él es su cómplice. Pero por ser la primera vez, solo le advertiré que si lo vuelvo a ver con ese niño, Boris Kuznetsov, o cometiendo otro delito, no me tentaré el corazón y un juez decidirá su castigo, y usted será citado. ¿Entendió?

-Claro, oficial. Yo me encargo de él. -Y me tomó del brazo, lastimándome-vaya novedad-. Me resistí un poco y voltee a ver al policía con cara de horror. El ni siquiera se movió...

Mi padre cerró la puerta, y me arrojó al suelo gritando:

-¡¿Quieres más problemas?!¡¿No entendiste?!

Ésta vez tomó una cuerda y me amarró a la cabecera de mi cama, supongo que para golpearme mejor. Alcancé a cubrir mi cara con mis brazos, pero mis heridas que no sanaban aún se abrieron de nuevo y me dolió todavía más. Comenzaba a no soportarlo.
Me dejó ahí y me castigó sin comer ni beber encerrado.

No supe ni cuando amaneció, pero no me importaba.

-Yuriy...Yuriy...Despierta. -Me había parecido oír la voz de Boris.

-¿Boris?-Abrí los ojos y lo ví- Hola...-Sonreí. Estaba muy feliz de verlo ahí en ese momento que tanto lo necesitaba.

-¿Estás bien?Mira como te dejó ahora...Te ves enfermizo. ¿Quieres agua o algo?-Preguntó desatándome.

-¿Por donde entraste?

-Por la ventana. -Contestó dándome agua-Lamento que pases ésto. No debí dejarte con ese maldito policía. Ha estado persiguiéndome desde hace como dos años, pero siempre me escapo.

-No importa. Yo lo elegí, te salvaste. Al menos no te encerraron, y de cualquier manera mi padre me iba a golpear otra vez, usando cualquier excusa.

-Escucha: Ya encontré la solución a nuestros problemas. Ayer en la noche me encontré a Volkov otra vez.

-¿Volkov?

-Sí. Es un señor que me ha buscado durante un tiempo, tratando de convecerme de cualquier modo de unirme a un proyecto que tiene su jefe. Si aceptaba me darían asilo, comida y cama. Todo lo que necesitamos. Me dijo que también podías venir. Yo no he estado convencido de ir con él, pero si eso sirve para que te salves de tu padre, iremos. Yo no lo necesitaba, pero tu si.

-Ah, ¿si?-Pregunté incorporándome.

-Sí. Solo la condición es que si yo voy tu puedes ir.

-No lo sé...

-Vamos, Yu. Tenemos oportunidad. Tal vez ya no sobrevivas a otra golpiza de tu padre.

Tenía razón. Estaba desesperado,y ya no sabía que hacer. Era el único camino.

-Tu cuerpo ya no soportaría.

Pensé un poco. Ya no quería eso. Y en las calles ya no estabamos seguros, pero no sabía si confiar en ese señor.

-De acuerdo. Supongo que es lo mejor.

Así, tomé las pocas pertenencias que tenía de valor y salimos.
Caminamos bastante, y por lugares donde la gente no nos conocía. Llegamos a un lugar un poco tétrico. Era un edificio grande, cerrado, sin ventanas, y con 2 sujetos cuidando la puerta.
Un señor alto y extraño nos recibió.

-Boris. Tomaste la mejor desición. Y qué bueno que trajiste a tu amigo. -Dijo con su voz rasposa.

-Pensamos que era lo mejor. -Contestó.

Comprendí entonces que era una nueva etapa. En cuánto crucé esa puerta supe que mi vida, y la de Boris, darían un giro por completo. Él y yo, juntos en ese lugar, enfrentamos otros problemas, pero siempre como los amigos inseparables.
Ésta fría Rusia que nos educó nos vería diferentes, a partir de ese día...Ya no seríamos los patéticos niños indefensos. Creceríamos para alcanzar nuevas metas, con ideas diferentes en la mente. Nos enseñarían a ser fuertes, a no dejarnos intimidar e incluso a reprimir muchas de nuestras emociones solo para odiar con más fuerza. Mis esperanzas no se perdieron esa helada noche, tan solo cambiaron a ser otras, y esperaría por siempre encontrar manera de perdonar a mis padres, aunque nunca lo quise.

Yuriy Ivanov.

Historia de una fría RusiaWhere stories live. Discover now