Costumbre

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Kenneth no pudo dormir esa noche.

Se revolcaba en su cama, recordando la pequeña sonrisa que le había dedicado el ex adicto al café. Sonrisa por la cual abandonó la cafetería de inmediato. El solo pensar que Tweak pudiera parecerse un poco a Butters, le asustaba.

Negó fuertemente con la cabeza.

Trató de dejar de pensar en su rubio amigo. Pero, en cuánto lo hacía, terminaba pensando en su ex.

Finalmente, esa noche no pudo dormir.

Para cuando el sol empezó a salir y colarse por su ventana, Kenny por fin pudo conciliar el sueño. Lástima que tuviera clases de recuperación del curso de matemática.

Se levantó con mucha pereza y se dirigió a la ducha. Sería un largo día.


Por otro lado, Tweek se encontraba despidiéndose de su novio. Craig le repetía que si alguien si quiera lo miraba de manera indecente, debía avisarle y él lo pondría en su lugar. Nadie miraba indecentemente a su cariño, excepto él.

El rubio bufó por enésima vez y le regaló un pequeño beso en la comisura de los labios. Al pelinegro no le gustó que no fuera un beso de verdad, pero sabía que para el rubio besar en público era demasiada presión.

Tucker se despediría de sus suegros una última vez para después partir a sus prácticas de fútbol.

Tweek se alistaría rápidamente y saldría con sus padres rumbo a la cafetería. Durante las vacaciones el rubio era el mesero oficial del negocio familiar.

La mañana transcurrió con normalidad.

Para la hora de almuerzo, Tweek salió a dar una vuelta por la ciudad y comprarse algo en el camino. Le aburría estar tanto tiempo dentro de la cafetería.

Lo más probable era que para esa hora Craig ya estuviera en casa comiendo en familia. Sonrió. El trabajo a veces lo separaba mucho de su novio.

Se compró un taco y se sentó en el parque a ver a los niños jugar. Extrañaba tener diez años y poder salir a divertirse con su grupo de amigos. Ahora la diversión tomaba otros rumbos, como: chicas, alcohol, drogas, más chicas. Bufó. Aunque todo eso ya lo tenían desde los diez años, ahora era como una loca adicción.

Retomó su camino al trabajo.

Disfrutó de los últimos minutos en calma antes de tener que correr de una mesa a otra para recibir los pedidos. Últimamente la cafetería había tenido buena racha y eso le favorecía a su familia pero no a su cuerpo.

A pocos metros de su parada pudo percatarse de que un conocido suyo se mantenía en pie fuera del local.

– ¿Kenny? –preguntó, asustando al aludido quien volteó de inmediato a dar la cara.

– Hey... –hizo una mueca de incomodidad. –Pensé que estabas trabajando...–señaló con su dedo la cafetería.

–Era hora del almuerzo... –se alzó de hombros, relajado. – ¿Quieres pasar? –sonrió. –No te preocupes, yo invito –insistió.

El de capucha naranja dudó sobre aceptar la invitación. Había pasado toda la clase de matemáticas pensando en el chico frente a él y sin querer a la salida sus pies lo habían dirigido directo al rubio. Algo andaba mal y podía sentirlo. Tweek no solo tenía novio, uno muy agresivo, sino que además no quería ilusionarse sabiendo que iba a perder.

–Claro, si invitas no hay problema –se deshizo de la capucha y le sonrió a su amigo. –Que idiota eres, Kenneth. Que idiota –pensó para sí mismo.

Hilos CompartidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora