One-shoot.

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Scott corrió como jamás lo había hecho, casi sin importarle quién podía verlo a través de la noche y con demasiadas cosas pasando por su mente.

No podía dejar de pensar: "¿Cómo habían llegado a ese punto? ¿Por qué las personas que más amaba, siempre terminaban heridas?" Y ese pensamiento lo acompañó hasta que vió a pocos metros lo que estaba buscando. Lo vió a él, parado en medio de la carretera, caminando lejos.

Y solo eso bastó para romper un poco más su corazón.

— ¿Pensabas irte sin despedirte? —soltó, con una pequeña sonrisa ladeada.

El chico frente a él, de espaldas, se tensó por un momento. Esa voz... Esa era precisamente la que menos quería escuchar en esos momentos. La que con sólo decir una palabra ya lo hacía replantearse que rayos hacía ahí.

— No soy bueno con las despedidas —corroboró, volteando su cuerpo con lentitud solo para encontrar el rostro de Scott rompiendo toda su seguridad sobre la decisión que tomaba—. Haces esto más difícil...

Y aunque una risa salió de sus labios, Isaac no pudo evitar desviar un poco la mirada. Porque dolía. Tanto o más de lo que se había imaginado.

— Entonces no lo hagas —Scott dió un paso hacia el castaño—. No te vayas. No tienes que hacerlo, aquí tienes...

— ¡Alisson acaba de morir! —cerró los ojos con fuerza por un segundo, antes de volver a abrirlos viéndolo—. Murió... La asesinaron. No soy tan fuerte, no puedo quedarme aquí y ver cómo todos los que quiero mueren uno a uno.

Cuando Isaac hizo una pequeña pausa, Scott se sintió un idiota. Sabía que no podía pedirle que se quedara, porque no era justo atarlo a un lugar dónde corrían peligros cada día y que podía morir de descuidarse.

Y sin embargo, no había podido evitarlo. Aquél tenía una familia aquí, ellos eran su familia, y sabía que a todos les dolería perder también a Isaac. Pero se engañaba un poco; quizá era él quien no podía dejarlo ir.

— Lo sé. Sé que duele, y yo no...

— Scott —interrumpió, y cualquiera podría notar el dolor junto con el miedo en su mirada—, no puedo perderte a tí también. No lo soportaría. Ya perdí a mi padre, a Érica, a Boyd, Alisson...

Isaac sintió que algo quemaba su pecho al terminar de decir esas palabras. Porque aunque eran ciertas, siempre había algo más.

Y Scott volvió a acercarse a él, hasta quedar a no más de un par de pies de distancia.

— No vas a perderme, Isaac. A ninguno. No voy a dejar que les suceda nada, no de nuevo.

Esas... tal vez esas eran palabras que rompieron un poquito más a Isaac. También las que lo hicieron reír.

— Tú tienes este afán... Necesitas salvar al mundo, y por eso eres un gran Alfa. Confío en tí, tal vez como jamás confíe en nadie —aseguró, y apretó sus labios con cierta molestia en su tono de voz—. Es solo que yo no...

— Escúchame, Issac, no voy a impedir que te vayas si es lo que necesitas. Solo quiero que recuerdes que siempre tendrás una familia aquí. Una manada. Todos... Yo voy a esperarte.

El nombrado lo observó. Lo hizo por varios segundos. Incluso sonrió y dejó de hacerlo casi lo misma rapidez. Comenzó a caminar para volver a irse y frenó. Por unos minutos, su cabeza daba vueltas, y mientras seguía de espaldas al Alfa, necesitó hablar.

— Sabía que harías esto más difícil. Siempre lo haces más difícil —rió entre dientes, negando ligeramente—. Tal vez por eso me enamoré de tí. Supongo que nunca fue Alisson, creo que no la amaba como pensaba. Siempre fuiste tú. Por eso no podría perderte. Mucho menos verte morir.

La tranquilidad en las palabras de Isaac lo dejaron estupefacto. Tal vez a ambos: uno porque no podía creer haberlo dicho y el otro porque le costaba creer que lo había escuchado.

Pero, por un momento, a ninguno le importó demasiado. Scott caminó a paso decidido hasta el Beta y con un rápido movimiento tomó su brazo obligándolo a voltear. Antes de dejarlo y dejarse reaccionar, tomó su nuca con la mano libre y lo acercó a sus labios en un sencillo movimiento.

Lo besó. Se besaban. Y con una necesidad peligrosamente adictiva. Sus labios se movían al compás, con una facilidad que los hacía creer que ya se habían besado antes, aunque jamás había sido así. Ambos necesitaban más. Más de lo que tenían, más de lo podían darse.

Para cuándo se separaron a respirar, ambos sonrieron de lado. Siempre habían querido hacer eso, pero ahora tenía un sabor semi-amargo. Y por eso volvieron a besarse, tal vez un par de veces más.

Pero, ¿quién podía culparlos? Si el sabor a despedida jamás dejaba a nadie satisfecho.

— Somos muy idiotas —admitió Isaac, con una sonrisa, ya unos pasos lejos del Alfa.

— Sí, bueno... ¿Volverás? —Scott, elevó sus cejas, pero la genuina sonrisa del chico lo hizo relajarse un poco más.

— Pronto —dijo, quedándose de espaldas otra vez y comenzando a caminar, ésta vez para ya no frenar—. Nos vemos pronto, Scott.

Y él, allí parado, como un tonto enamorado que no sabe que más hacer, comenzó a reír. En ese momento, todo estaba bien. Luego ya sufriría por otro corazón roto.

— También te amo, Isaac.

Despedidas. [Scisaac] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora