Capitulo l

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"Aquellos que eran vistos bailando, eran considerados  locos  por quienes no podían escuchar la música."
—Nietzsche.                                                                                                                              

Una nueva estación había comenzado junto a una oleada  de emociones, la primavera hizo acto de presencia esa mañana, los árboles de cerezo estaban en su máximo esplendor, las risas de los niños jugando con los pétalos, el cantar de las aves, era un buen inicio, pero al menos cierto chico azabache no lo veía de esa forma.

—Un día más- dijo al mismo tiempo que se incorporaba de su cama, para finalmente dar inicio a la nueva rutina.

Había olvidado el suave sonido de su musa, el duro tacto de las blancas y negras teclas, los agridulces estragos que le provocaba su piano. Por un momento sé sintió ajeno a aquella realidad...
Todo ahora parecía ser tan ambiguo, el tiempo que veía transcurrir parecía ser monocromático, sin darse cuenta dejo de verse en esta vasta sociedad, aprendió a vivir con el insomnio, con la incertidumbre.

Esa mañana estaba más que decidido acabar con su miseria, aunque el miedo azotará su alma. Lo había estado planeando desde hace unos meses, después de todo sus Padres lo querían más muerto que vivo, los amigos que tenían habían tomado riendas de sus propias vidas, quedando en el olvido,  lo único que lo mantenía era su piano, solía tocar conciertos durante la noche y por el día asistía al conservatorio.
A ojos de yoongi no tenía ningún caso seguir con esta mentira llamada vida, así que sin vacilar más, se levanto de la cama, y rápidamente se alistó. Salió de su casa con todo el tiempo del mundo y tomó el primer autobús para dirigirse al conservatorio.
Al entrar por las puertas de la institución saludo a algunos compañeros, para finalmente entrar a un salón vacío con paredes blancas y un piano enfrente de una ventana con cortinas de color negro, torpemente se acercó al piano como si de la primera vez se tratase, ajustó el banquillo y abrió rápidamente la tapa que protegía las desgastadas teclas, pasaron algunos minutos cuando por fin se decidió a tocar, no tenía algo en concreto, así que simplemente se dejó llevar por aquellos tenues sonidos.

No estaba seguro de cuánto tiempo había estado tocando, simplemente al terminar aquella sinfonía tan lúgubre se había dado cuenta gracias a los reflejos de la luna que se colaban por la ventana que había anochecido. Tomó sus cosas y pacíficamente salió de aquel edificio, camino con desdén por las calles de Seúl, escuchando atentamente los pasos y el bullicio de las personas.
No era temporada de lluvias, pero ese día contra todo pronóstico, se desencadenó una pequeña tormenta, todo el bullicio fue remplazado por pisadas presurosas y el sonido del impacto de las gotas de agua, esto claramente no estaba en los planes del azabache, a un así buscó frenéticamente el paraguas pues siempre llevaba uno de emergencia en su mochila, ni en el primero, segundo y tercer cierre, al parecer al dichoso paraguas le habían salido piernas y se había escabullido por quién sabe dónde, o eso deseaba pensar pues nunca lo sacaba de su mochila.

—. Tendré un resfriado después.

Me apresuré a caminar, por esas transcurridas calles de Seúl, fue entonces que el tiempo se detuvo, pues frente mi pupilas, un chico de hebras doradas brillantes, mejillas con un tenue rubor natural, labios carnosos cuál durazno, orbes dulces como la miel y un cuerpo digno de un bailarín aunque algo pequeño y delicado como una flor.
Esa efímera escena logró hacer mella en mi alma, frente mi existencia, ese ser danzaba junto a unas bancas, mientras las gotas de lluvia lo golpeaban, no había sonido alguna a oídos de los demás, pero lo escuche, sentí sus gritos internos, oí sus plegarias por alguien que lo escuchara, aunque no hubiera sonido, oí sus melodía.

La melodía incompleta ➼YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora