XXIV

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Era el octavo día de mi avería en el desierto y había escuchado la historia del comerciantebebiendo la última gota de mi provisión de agua. 

—¡Ah —le dije al principito—, son muy bonitos tus cuentos, pero yo no he reparado mi avión, notengo nada para beber y sería muy feliz si pudiera irme muy tranquilo en busca de una fuente! 

—Mi amigo el zorro..., me dijo... 

—No se trata ahora del zorro, muchachito... 

—¿Por qué? 

—Porque nos vamos a morir de sed... 

No comprendió mi razonamiento y replicó:

 —Es bueno haber tenido un amigo, aún si vamos a morir. Yo estoy muy contento de haber tenidoun amigo zorro."Es incapaz de medir el peligro —me dije — Nunca tiene hambre ni sed y un poco de sol lebasta..." 

El principito me miró y respondió a mi pensamiento: 

—Tengo sed también... vamos a buscar un pozo...

Tuve un gesto de cansancio; es absurdo buscar un pozo, al azar, en la inmensidad del desierto.Sin embargo, nos pusimos en marcha. 

Después de dos horas de caminar en silencio, cayó la noche y las estrellas comenzaron a brillar.Yo las veía como en sueño, pues a causa de la sed tenía un poco de fiebre. Las palabras del principitodanzaban en mi mente.

—¿Tienes sed, tú también? —le pregunté. Pero no respondió a mi pregunta, diciéndomesimplemente:

 —El agua puede ser buena también para el corazón... 

No comprendí sus palabras, pero me callé; sabía muy bien que no había que interrogarlo.El principito estaba cansado y se sentó; yo me senté a su lado y después de un silencio me dijo: 

—Las estrellas son hermosas, por una flor que no se ve... 

Respondí "seguramente" y miré sin hablar los pliegues que la arena formaba bajo la luna.

 —El desierto es bello —añadió el principito.Era verdad; siempre me ha gustado el desierto. Puede uno sentarse en una duna, nada se ve,nada se oye y sin embargo, algo resplandece en el silencio...

 —Lo que más embellece al desierto —dijo el principito— es el pozo que oculta en algún sitio...

 Me quedé sorprendido al comprender súbitamente ese misterioso resplandor de la arena. Cuandoyo era niño vivía en una casa antigua en la que, según la leyenda, había un tesoro escondido. Sin dudaque nadie supo jamás descubrirlo y quizás nadie lo buscó, pero parecía toda encantada por ese tesoro.Mi casa ocultaba un secreto en el fondo de su corazón...

 —Sí —le dije al principito— ya se trate de la casa, de las estrellas o del desierto, lo que lesembellece es invisible. 

—Me gusta —dijo el principito— que estés de acuerdo con mi zorro.Como el principito se dormía, lo tomé en mis brazos y me puse nuevamente en camino. Mesentía emocionado llevando aquel frágil tesoro, y me parecía que nada más frágil había sobre la Tierra.Miraba a la luz de la luna aquella frente pálida, aquellos ojos cerrados, los cabellos agitados por el vientoy me decía: "lo que veo es sólo la corteza; lo más importante es invisible... " 

Como sus labios entreabiertos esbozaron una sonrisa, me dije: "Lo que más me emociona deeste principito dormido es su fidelidad a una flor, es la imagen de la rosa que resplandece en él como lallama de una lámpara, incluso cuando duerme... " Y lo sentí más frágil aún. Pensaba que a las lámparashay que protegerlas: una racha de viento puede apagarlas...

 Continué caminando y al rayar el alba descubrí el pozo.

El PrincipitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora