El cabello de la parte posterior de su cabeza aún caía, producto del fuerte viento que corría en esa tarde de otoño. A él siempre le había encantado el otoño, era su estación favorita, ni tanto frío ni tanto calor, pero sobretodo frío. Frío, como podía ser en varias situaciones, las que requerían obviamente. Tenía una mirada penetrante, pero a la vez sin sentir, todo era muy confuso. Siempre vivía sin seguir nada en particular, no tenía rutinas. Eso le daba pereza, las rutinas deben ser pensadas, planificadas; da flojera pensar en todo eso.
José era simplemente José, ni él mismo tenía una palabra para definir su tan complicada personalidad, a veces tan plana, a veces tan cambiante, fuera de la monotonía, siempre jugando al misterio. Amaba los misterios, desde que cuando era un niño se encontró con uno.
Un pequeño José de 7 años paseaba solo(nunca se había sentido cómodo con personas alrededor, por lo cual no había conseguido amigos) en la playa más cercana a su casa. Adoraba mirar y escuchar las olas, le relajaba. Iba caminando tranquilo, como todas las tardes cuando escuchó un golpe sordo a lo lejos. No sabía si irse de donde estaba o ir hacía el lugar donde había sido producido el ruido. Prefirió lo segundo. Se dirigió lentamente al lugar, aunque estaba intrigado, siempre había sido muy sereno en todas las cosas que hacía, tomándose el tiempo necesario para todo lo que estaba haciendo. Llegó en 4 minutos, él mismo calculó el tiempo que le había tomado llegar a ese lugar. A lo lejos solo veía una piedra inmensa, pero no tanta para ser un peñasco, algo bastante común en una playa. Mientras se acercaba más al lugar, pudo encontrar más cosas alrededor de esa piedra enorme. Un puñado de arena seca entre la arena húmeda que había a los costados de la piedra, una estrella de mar y lo que parecía ser la mitad de una botella de plástico.
Se detuvo a mirar esa botella con bastante curiosidad, era una botella de su bebida favorita. "Radicola" era el nombre de ese energizante con cafeína que lo mantenía despierto hasta muy tarde mientras leía sus libros en la oscuridad de su cuarto, solamente teniendo un poco de luz en su lámpara para poder tratar de descifrar el contenido de lo que leía. A sus cortos 7 años podía jactarse de haber leído más de 20 novelas bastante largas, las que, a su parecer, los jóvenes de mayor edad no podrían leer ni 20 páginas debido a su falta de atención a lo que hacen.
Para que esa botella tenga un corte tan perfecto justo a la mitad, debía ser obra de un arma blanca, como una katana, o en su defecto, un cuchillo. O eso era lo más razonable para darle respuesta a ese corte. Dejó de lado de botella, y ahora empezó a ver la estrella de mar, la tomó entre sus dedos. La acercó hasta dos palmos frente a sus ojos, sintiendo la textura de la estrella, aún bastante húmeda, ya que el ruido que había escuchado a lo lejos fue bastante reciente. La vio minuciosamente y también notó un pequeño corte cerca a una de sus puntas.
Y el ruido que había escuchado a lo lejos volvió.