Parte 1

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Trabajo en una cafetería- librería, el dueño pone los libros de moda en el área de préstamo, hay clientes que viene para poder leer un libro nuevo antes de comprarlos, otros vienen por el café pero la gran mayoría viene para ver al barista. Frente al café hay un local muy grande, muchas tiendas han intentado instalarse en el pero no dan resultado y a los pocos meses se van.

David al ser tan coqueto con las clientas muchas veces dejaba de preparar los cafés, y a pesar que yo estaba encargada de la librería a veces tostaba, molía y preparaba el café. Los clientes habituales siempre pedían los mismos libros y las mismas bebidas. Chocolate y Narnia, café irlandés y cumbres borrascosas, té negro y memorias de una geisha, frappe y Harry Potter...

Era la rata de biblioteca con aroma de café, algunos de los chicos que visitaban la tienda coqueteaban conmigo, algunos muy listos pidiendo algún libro con doble sentido otros más directos.

Vi parejas formarse y disolverse. El turno de 6:30 am a 5:00 pm era tan largo, solo escuchando el ruido de las pláticas susurradas, divagaba viendo el escaparate, tantas personas caminando por las calles sin saber realmente a donde ir. Pasaron meses antes de que el local del frente lo rentaran.

El barista renuncio y el dueño no quiso más la cafetería. Compre el café, no sé si por impulso, por costumbre o por necesidad, no era solo una rata de biblioteca, era una escritora; mis libros eran melancólicos. A un mes de haber comprado el café, abrieron el local frente al mío, era un bar.

El día de la apertura del bar fui a visitarle, la música tan ruidosa salía de unas enormes bocinas, el DJ hacia que todos estuvieran en la pista bailando, olía a alcohol, sudor y sexo. La poca iluminación y el estar tan lleno hicieron que me tropezara un par de veces al ir a la barra. El chico que lo atendía era carismático.

-¿dime, bombón, que quieres tomar? – Dijo con una sonrisa de lado, algo en la forma de su entonación sugería algo más-

-una copa de vino y no soy "bombón"- le respondí molesta –

El chico del bar no tenía la culpa de mi molestia, pero algo en él me era irritable. Bebí el vino viendo como hombres y mujeres se meneaban al ritmo de la música, tenía que salir pronto el ruido me provocaría una migraña.

-te vas tan pronto bombón, me gustaba tenerte en mi barra. Un lindo adorno... -dijo el chico del bar con voz grave-

-no soy un adorno y sí, me iré ahora – le dije molesta, dejando un billete que cubría el vino.

Camine lo más rápido que pude hasta salir, el aire estaba frió y se sentía tan bien sobre mi piel caliente.  

El chico del BarWhere stories live. Discover now