Epílogo

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Epílogo

El señor Darcy caminaba raudo desde las caballerizas hacia el interior de su hogar, estaba ansioso por ver a su amada esposa, que volvía a estar embarazada, albergando a su segundo hijo, y a su princesa. Cuando tuvo que ir a Rosings porque su tía había enfermado gravemente pensó que no podría estar en Navidad junto a ellas, pero milagrosamente, la dama había mejorado de la noche a la mañana y había podido emprender el viaje de regreso.

Mientras caminaba pasó por el jardín y contempló a lo lejos el columpio de su esposa, que ahora servía también para su hija, y que tantas risas les había brindado en los últimos años. Al ver aquel columpio le vino a la memoria el mágico encuentro con aquellos entes la Navidad de hacía cuatro años.

Tras aquella noche tan extraña todo había cambiado en Pemberley. Georgiana había empezado a recibir al joven que la pretendía con el consentimiento del amo del lugar, y hacía unos meses se había comprometido oficialmente. Charles y Jane Bingley habían tenido a su segundo hijo hacía pocas semanas, y por eso no habían podido asistir al baile de Navidad, como todos los años.

Los señores Bennet estaban emocionados porque Mary y Kitty tenían pretendientes. Todos se habían sorprendido cuando Kitty aceptó ser cortejada por el nuevo reverendo de Merytown, un joven con ideas muy claras y nobles. Y Mary había conocido a un joven historiador que viajaba por todo el país reuniendo información sobre el pasado de Inglaterra, ambos se habían enamorado perdidamente el uno del otro, y compartían su pasión por el conocimiento.

Por otro lado, los Wickham habían protagonizado un incidente unos días antes de que él partiera hacia Rosings, y solo de recordarlo se le ponía el bello de punta.

<<Sin previo aviso, el matrimonio se había presentado en Pemberley, Lydia se había empeñado en asistir al baile de Navidad, y como nunca había sido invitada, había decidido que ir unos días antes era una idea maravillosa para poder disfrutar de todos los lujos y comodidades del lugar. Su esposo, pensando que quizá podría sacar algún beneficio económico, accedió a ir hasta allí, pero nada había salido como ellos esperaban.

El día que se habían presentado en Pemberley, Darcy estaba haciendo una visita a uno de sus arrendados, que vivía muy cerca de la finca, Georgiana estaba de visita en casa de su prometido junto a su dama de compañía, por lo que en la casa solo estaban Lizzy y la pequeña Adrianne, además del servicio.

Al verlos aparecer tomó todas las precauciones que se le ocurrieron para que no ocurriera ninguna desgracia. Avisó al mayordomo para que mandara a alguien a por su esposo con urgencia, después le pidió a la niñera que se llevara a su pequeña a jugar y que por el momento no se acercara al salón. Después le pidió a la señora Reynolds que la acompañara, y que bajo ninguna circunstancia la dejara a solas con ellos. Una vez lo organizó todo, ambas mujeres acudieron al encuentro de los Wickham.

-¡Lizzy!- La saludó Lydia pegando un gran grito de emoción- ¡Cuanto me alegro de verte!

-Que sorpresa tenerte aquí, sobretodo sin invitación.

-Ya, bueno, es que no podía esperar a que tú me mandaras una- Dijo fingiendo inocencia- Comprendo que no quieras que todos vean que elegí mejor que tú cuando vean a mi querido Wickham, pero aun así, podías haberme invitado a conocer a tu niña cuando nació.

-Podías haber venido a Longbourn a verla, hemos estado varias veces allí, y nunca has mostrado interés cuando mamá te lo ha ofrecido- Se defendió Lizzy- Ahora, ¿podrías decirme el real motivo de tu visita y cuanto va a durar?

-¡Por favor, Lizzy! ¿Es que no es obvio?- Exclamó molesta- Estoy aquí para acudir al baile, por supuesto- La sonrisa de suficiencia en el rostro de Lydia enfureció a Elizabeth.

Cuento de NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora