06 | Enséñame

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Capítulo 6

La pelota de fútbol flotó en el aire por una fracción de segundo antes de caer de nuevo en mis manos. —Entonces Adam, ¿quieres jugar? —mi voz era alegre e incluso agregué mi sonrisa especial de niña solo para él.

Pero mi sonrisa vaciló –sólo un poco- cuando agarró la pelota de mis manos y la arrojó de vuelta a mi cara.

—¡Nu!

Me froté la mejilla, mirándolo. —Eso no fue muy bueno, —murmuré al lado de mi mano. Chilló de risa cuando volvió a recoger la pelota y me la lanzó. Esta vez la esquivé con dificultad. Pero oye, ¡al menos no me dio! —¡Para, Adam!

—¡No! Sólo juego con Ollie, —dijo desafiante, agregando efecto con el adorable puchero en su rostro.

Me mordí el labio inferior. Estábamos en el patio trasero. Mamá estaba adentro preparando los platos y los cubiertos para la barbacoa que íbamos a cenar. Decidí pasar un momento agradable con mi pequeño hermanastro; pero no lo estaba disfrutando tanto como esperaba hacerlo.

—Sí, pero tu hermano no está aquí, —le di una sonrisa tranquilizadora—. ¿No crees que será divertido si juegas con tu hermana mayor? ¡Ay! ¡Oye! —grité, levantándome del suelo—. Está bien, eso es, —gruñí, corriendo tras de él una vez que salí corriendo, chillando de risa todo el tiempo. Lo llamé como una loca. Un niño no debía saber mi debilidad (que resultaba ser tener una mala resistencia).

Estaba jadeando desesperadamente por aire cuando recorrimos el patio trasero por cuarta vez.

—¡Esto (jadeo) no es divertido, Adam!

—¡No puedes atraparme!

—¡Claro que...!

Levanté lentamente la cabeza con incredulidad al verlo sonreír, su rostro era una imagen de inocencia. Me apoyé en los codos, cavando en la suave tierra.

—Has hecho que me tropiece, —le dije.

Su sonrisa era brillante. —No.

Mis labios tiraron por su propia voluntad. —Sí, lo hiciste, —corregí. Lo agarré sin previo aviso, sonriendo más brillante cuando él chilló de alegría—. ¡Ahora vas a pagar!

Una sombra cayó sobre mí, apagando la luz del sol que me encantaba sentir en mi piel. Levanté la vista y vi a mi madre sonriéndonos con una cámara antes de que se disparara el flash. Adam y yo gritamos simultáneamente antes de sentarme.

—Linda foto, cariño, —ella palmeó mi mejilla antes de alejarse. Adam y yo la vimos caminar.

—¿Quieres unas galletas? —pregunté de la nada, todavía mirando fijamente el porche.

Sentí sus ojos sobre mí. —Pero no están permitidas antes de la cena, —dijo con elegancia de la única manera que los niños pequeños podían hacerlo. Hice un sonido con la garganta. Dios, mi madre ha estado haciendo buenos trabajos, perforando modales y reglas en la cabeza de este chico. ¡Tiene suerte de estar aquí!

—Sí, ¿pero quieres? —dije, mirándolo con una ceja torcida.

Me observó por un momento. —¡Sí!

Eché un vistazo rápido a los adultos (y luego me sobresalté cuando los vi besarse) antes de agarrar su mano y llevarlo a la casa. Miré hacia atrás a su cara de asombro, tratando de no sonreír. —Simplemente no les digas, ¿de acuerdo?

—¡Vale!

*
Estaba casi roncando cuando el sonido estridente del teléfono rompió mi sueño. Gimiendo, me di la vuelta y cogí el teléfono inalámbrico, satisfecha cuando lo oí aterrizar en el suelo. Me acurruqué de nuevo en mis cálidas mantas.

My Ideal BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora