Prólogo: El olor a café

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"Día 856, no estoy seguro en ningún lugar, a donde quiera que vaya siempre me encuentran, es como si tuviese una puta bombilla en el culo. Además, el bolígrafo se está quedando sin tinta y en este pueblecito no hay ningún lugar donde pueda encontrar uno. Hay tres casas y media. No sé cuándo, ni cómo voy a salir de aquí. Sé que llevo algo más de 1500 días aquí metido, solo cuento desde hace 856. Me gustaría encontrar a alguien normal en este lugar de mierda, solo hay bichos desmembrados por todas partes que ansían matarme. ¿Para qué? No lo sé. Escribo esto para desahogarme, no soy de escribir mucho. Phillip, el de literatura, siempre me subrayaba las frases de mis textos donde faltaban puntos o comas. Con gilipollas así se me quitaban las ganas, escribiendo esto me estoy dando cuenta de que estoy amargado. Quiero ver a mi novia y a mi bebé, que bueno, con el tiempo que llevo aquí seguro que anda, camina e incluso rapea. Joder."

-¡Camila!, ¡dos cafés con leche para la mesa cuatro de la terraza!-Se escuchó desde la puerta de entrada de la cafetería. Camila había dormido poco y estaba adormecida. Con el codo apoyado en la parte de atrás de la barra y un pequeño bufido se endereza y se dirige a la cafetera. El estruendoso ruido al encender la máquina le provoca un pequeño malestar en la cabeza, pero tampoco se puede quejar ya que los clientes están a su lado izquierdo viendo lo que hace.-"¿No tienen nada mejor que hacer?".-Pensó. Sí, definitivamente había dormido poquísimo. Cuando lo hace tiene un humor de perros. Echa el café y la leche en las tazas blancas con el logo de la cafetería y sale de la barra, pero antes coge la bandeja para poder añadir un snack al pedido. Al acercarse a la puerta ve como Rose, su alta compañera de trabajo le abre la puerta.

-Esta puerta debe estar abierta siempre-.Comenta Rose con un tono bajo, más de una vez se han chocado con el cristal y han derramado todo porque no se dan cuenta de que la puerta, que siempre está limpia, en realidad está cerrada. "La limpiamos muy bien" suele decir Rose riéndose tímidamente cuando sucede esto. Sale de la cafetería y va hacia la mesa número cuatro. Al acercarse se agacha un poco para poder colocar los cafés y el snack en la mesa, pero se da cuenta de que el chico que está a su lado, esperando a recibir su pedido, está mirándole el abultado trasero bien marcado por los pantalones ajustados que la jefa les obliga a utilizar.-¡Eh!, ¡te estoy viendo!-Le grita Camila, alboratando así a los clientes de su alrededor.-¿Esto no es servicio al cliente?-.Le responde el chico, que no debe llegar a los veinte años.-Carl, para, nos están mirando-.Le dice su acompañante acercando la cabeza desde el otro lado de la mesa.-Tío, ¿por qué coño dices mi nombre?-.Le responde con enfado, a todo esto Rose ,que se encontraba dentro atendiendo a una pareja de ancianos, decide no intervenir porque no sabe del todo qué ocurre. -Te falta un poco de clase, Carl-.Dice Camila interviniendo, juntando su mal humor por no dormir y la situación que le estaba tocando vivir, agarra el café del chico llamado Carl, el cual lleva en su funda de móvil una foto con una chica a la cual está besando, y se lo derrama en su moreno cabello. Esto provoca la ira del joven y también que Rose saliera a la terraza.

-¡Eres una zorra!-.Grita Carl mientras se levanta de la mesa provocando que la silla a su espalda se caiga.-Ni que te estuviera tocando, a las mujeres no se os puede mirar o qué-.Habla indignado tocándose el pelo manchado de la sustancia castaña.-No, ni tocar, ni hablar ni nada sin nuestro consentimiento o menos sin conocernos-.Dijo Rose desde la entrada, con esa frase del chico ya captó todo lo que había ocurrido. Comenzó a acercarse mientras los dos se alejaban sin pagar, unas señoras que estaban en la esquina de la terraza comentaban lo sucedido alabando por lo bajo a la camarera. "Yo le habría estampado la taza" pudo oír.

-¿Estás bien?-.Le pregunta Rose.-Tienes aquí manchado de café, en el delantal-.Dice mientras le señala el lugar el exacto, era una pequeña mancha en el borde del bolsillo donde suelen guardar la libreta para anotar los pedidos.-Sí, se me ha juntado el cansancio y el imbécil este.-Suelta indignada Camila mientras se acicala el largo pelo negro que le llegaba hasta la altura de la mitad de la espalda más o menos.-¿Otra vez no has podido descansar?, Cam me preocupas mucho, llevas semanas así. No puedes rendir bien aquí ni lidiar correctamente con personas de ese calibre si apenas duermes. ¿No te tomas nada?-. Camila lleva sin dormir bien 16 días, todas las noches daba igual lo cansada que estuviera que siempre se despertaría a las dos de la mañana, y si luego volvía a dormirse se despertaba dos horas y media después.

Entre Dos MundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora