2. Entre huevos y lápices

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Shelly abrió sus preciosos ojos azules, el canto de los pájaros entraba por la ventana detrás de ella, se encontraba un poco abierta y de ella se deslizaba una suave brisa que le erizaba todos sus vellos por el frío que corría. Miró el reloj, eran las siete menos cuarto de la mañana. Su trabajo de cada mañana, a parte de periodista en una gran empresa de su estado, es preparar a sus hijos para ir a la escuela. Se levanta de la cama, hoy se siente más ligera de lo normal, ha dormido perfectamente ya que no ha sufrido una de las pesadillas que últimamente tiene. Siempre de lo mismo, ella corriendo sin saber de dónde ni hacia dónde de algo que la persigue a través de callejones,avenidas, campos y bosques. Lo curioso de sus sueños es que, a pesar de no parar de correr, nunca se cansa y el espacio que recorre es muy variado, puede pasar de una gran avenida de una ciudad enorme a un frondoso bosque en cuestión de pasar una esquina. Claro que a ella no le resulta raro mientras huye, esa parte del cerebro (la que se encarga del raciocinio) está tan dormida como ella en su totalidad.

Cruza el pasillo hacia la habitación donde duermen sus dos hijos, Charlie y Anna, de cuatro y siete años respectivamente. Al abrir la puerta de su habitación sus dos hijos están dormidísimos, prefiere no despertarlos de momento. Les queda mucho para ir a la escuela. Baja las escaleras que separan el pasillo de arriba con la entrada de su casa, dobla la esquina y se dirige hacia la cocina a prepararse el desayuno. No le gusta el café así que opta por leche con cacao con unas magdalenas, le encanta mojarlas en él pero odia cuando se distrae, deja la magdalena un rato en la leche y al levantar parte de esta se cae haciendo que el contenido de la taza la salpique. Al prepararse su desayuno se lo lleva a la pequeña mesa redonda que tienen dentro de la cocina, compuesta por cuatro sillas y un bol con frutas encima. Se sienta en la silla que se encuentra situada justo en frente de la nevera, la que más lejos está de las encimeras donde se preparó el desayuno. Al llevarse la taza a la boca miró hacia la puerta del frigorífico, había una foto donde estaban ella y sus dos hijos, al lado, su difunto marido, que murió hace 3 años y medio a causa de un cáncer de estómago. No hay día que no se acuerde de la persona con la que compartió vida durante once años, aunque también recuerda el comienzo del principio del fin. 

El despertador sonó a las 7:20h, un sonido y un pequeño crujido sonó a su derecha. Sheila miró hacia el lugar y ahí estaba su marido, recién despierto, la saludó con un "buenos días, amor" como cada mañana y seguido se fue directamente al baño. Ella, en cambio, fue a la cocina a prepararle el desayuno a su familia, compuesta de su marido Josh, y sus hijos Charlie y Anna, que en ese momento su hijo no tenía ni un año y su hija tenía dos, casi los tres. En cuanto al preparamiento de las comidas se turnaban los días, ese día ella preparaba el desayuno, él hacía la comida y la cena; que no cambiaba, la hacían los dos. Al día siguiente, al revés, él el desayuno y ella la comida, los dos, de nuevo, la cena. A veces pedían la cena a domicilio, o a mediodía salían a comer. Al preparar el desayuno ella puso los platos repletos de comida en la mesa, uno tenía cuatro tortitas, con sirope de chocolate por encima, otro tenía unas tostadas crujientes y doradas con pequeños tarros de mermelada a los lados y por último dos tazones de leche acompañados de una caja de cereales. El desayuno era un festín. Para ellos era una rutina perfecta, equilibrada y que empachaba a veces. En algún momento llegó a ser normal, pasó a formar parte de los pequeños placeres de la vida, aunque ellos ya no lo notaban. Como todos nosotros. Cada día disfrutamos de un montón de ventajas que nos ofrece la vida, un café mientras lees, como Josh hacía al llegar a casa tras llevar a sus hija a la guardería, o sentarte a ver un capítulo de una serie o por último, levantarte por la mañana y sentir como el sol mañanero te roza la piel y oyes el sonido de... la nada, acompañada por algunos pájaros cantando (o discutiendo). Josh llevaba varias semanas con problemas estomacales, pero ese día fue definitivo, al desayunar las dos tortitas que le correspondían de las cuatro y  tras esto lanzarse hacia por una tostada sintió unas ganas tremendas de vomitar. Se levantó muy deprisa de su asiento, con un "cariño, qué ocurre" proveniente de su mujer salió corriendo hacia el baño más cercano, que estaba pasando la escalera de la entrada a la izquierda, al lado de la pequeña sala donde sus hijos suelen disfrutar de colorear en folios, comenzó a vomitar mientras sus ojos se cerraban debido a la fuerza que descargaba desde su tronco, o dolor de su estómago. No veía lo que su mujer vio tras salir corriendo tras él por el susto, un pequeño charco de sangre flotaba en el agua del retrete, acompañada por varios trozos del desayuno que ni siquiera se habían digerido. 

-¡Cariño, vamos al hospital corriendo, voy a por los niños y se los dejo a la vecina!-.Pronunció su mujer muy tensa y alterada, salió corriendo escaleras arriba mientras Josh, con las lágrimas recorriéndole su cara recién afeitada, se lamentaba totalmente asustado. Josh, con la perfecta profesión de periodista en la misma empresa de su mujer, dejaba a su familia seis meses después tras luchar fuertemente contra un cáncer que se libraba una batalla en su estómago.

Hoy día, no hay pequeños placeres, nada es como antes desde hace tres años y medio. Todo lo hace sola, su madre quiso mudarse con ella ya que su marido también falleció, pero eso pasó hace siete años, pero Shelly no quería, no quería que su madre, con setenta y un años, se encargase de sus hijos y una carga más a su vida de jubilada se añadiese. No quería eso para su madre. Hay muchas ocasiones en los que Shelly se encuentra feliz, cuando sus hijos le hacen dibujos, Anna más detallados que los garabatos de su hermano pequeño, pero con el mismo valor. Cuando Shelly sentada en un banco con su hijo en brazos y de pronto viene su hija con un amiga para presentársela y anunciar que es su nueva mejor amiga...así con muchas situaciones. Pero, correspondiendo a la misma naturaleza humana, lo negativo gana. Es una forma de pensamiento que se encuentra en la mente de la mayoría, excepto en la de algunos privilegiados, por desgracia. Ni el pequeño placer de escuchar el canto de los pájaros es capaz de hacer que se levante con el mejor humor, no cuando hay un hueco a su derecha, un vacío frío, un cáncer que no se atreve ni a mirar. Muchas noches antes de dormirse sacude su pensamiento la idea de que Josh la abrazaría durante la noche, como hacía hace ya más de tres años y medio.

Ya era la hora de levantar a sus bebés, fue hacia su habitación y se encontró a Anna despierta. Que nada más verla se levantó de su camita y fue corriendo a abrazar a su madre. 

-¡Qué energía, cariño! ¿Qué ocurre? ¿Por qué estás despierta?-.Le pregunta Shelly a su hija con una cara de extraño, su hija no se despierta antes de la hora, es más, le cuesta mucho sacarla de la habitación.-¡Ha venido papá!-. le respondía su hija, con una cara que no sabía si era de melancolía o felicidad. La cara de Shelly se transformó en un cuadro, cómo su hija va a ver a su padre.-¡Ha venido  a vernos a Charlie y a mi!-.Añadió su hija. De pronto Charlie despertó por los pequeños gritos de su hermana.

-¡Anna!, ¡Anna!, ¡Anna!-.Balbuceaba mientras se desarropaba con sus pequeñas piernas. A todo esto Shelly decidió no hacer caso a las habladurías de su hija, llevó hacia la planta de abajo a sus hijos y les dio de desayunar, a cada uno lo que le corresponde. Su hija un tazón de cereales y su hijo un biberón con leche y cacao. Al terminar llevó a su hija al colegio y a su hijo a a guardería, afortunadamente tanto el colegio como la guardería estaban cerca el uno del otro. Shelly quería volver a casa antes de ir al trabajo, hoy su turno empieza más tarde, para poder salir del shock que le ocasionó su hija al decirle que su marido, Josh, que murió hace tres años y medio, ha ido a visitar a sus hijos por la noche. 

Shelly fue al salón, allí se sentó en el extremadamente cómodo sofá. Cuando iba a encender la televisión tras coger el mando dispuesta a ver las noticias vio algo en el reflejo de la televisión apagada, en una esquina estaba ella sentada, y a su lado, en el extremo del sofá pasando el brazo de este, había una silueta. Ella pegó un salto acompañada de un gran grito. Miró hacia el extremo del sofá y no había nada. "Estoy paranoica" pensó, se le ocurrió que puede ser por lo que le ha dicho su hija, ella ha soñado con su padre y se lo ha contado a su madre creyendo que era real. "NADA MÁS", pensó también. Se dirigió a la cocina para tomarse un vaso de agua, allí abrió el armario de los vasos, cogió uno de tamaño medio y fue a la nevera, donde cogió una botella de agua fresca y vertió su contenido en el vaso. Con el vaso lleno de agua hasta un poco más de la mitad fue de vuelta al salón para sentarse, pero a medio caminó lo vio. Su marido estaba frente a ella, entre su mujer y la puerta de entrada. La luz del sol entraba por ahí dando directamente en la espalda de Josh lo que dejaba a contraluz su rostro. Estaba sonriendo de una forma macabra. En ese momento el vaso de agua se resbaló de la mano de Shelly cayendo al suelo estallando y repartiendo los trozos de cristal por la mitad del hall. En ese preciso instante Shelly dejó de existir en ese momento, desapareció de la ciudad donde vivía , Washington, al menos por un tiempo, tras mirar el interior de su marido a través del agujero de su boca.

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⏰ Última actualización: Jul 09, 2019 ⏰

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