Capítulo 1.

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Abrí los ojos. Estaba recostada en una cama, y a mi lado un chico sentado, no lo conocía.

Sonrió.

Me alejé, y por su expresión deducí que notó que estaba asustada. ¿Quién es él?  me pregunté.

–_____, tranquila. ¿Estás bien? ¿Te duele algo?

–¿Quién eres? ¿Quién es _____?

La sonrisa que tenía en su rostro se borró inmediatamente al escuchar mis preguntas. Me abrazó, y yo traté de alejarme. Me soltó. Algo me dijo que no debía alejarme, pero seguía sin saber quién es.

–Por favor, dime que todo esto es una broma de mal gusto.

–Mira, yo no entiendo nada de lo que está sucediendo. No sé quién eres tú, no sé dó... ¿Dónde estoy?

–Tú eres _____, esta es mi casa. Yo soy Matías, Matute.

–¿Qué hago aquí?

–Hoy cuando salí del colegio estabas esperándome. Quisiste irte pero insistí en que no me molestabas, hasta que decidiste acompañarme a mi casa. Perdiste la memoria _____– se le quebró la voz en su última oración.

–¿De dónde te conozco? Espera, ¿cómo perdí la memoria?

–Te diste un golpe muy fuerte en la cabeza. Me conoces por internet.

Lo veía tan cercano y a la vez tan distante.

–Te traeré un vaso de agua– agregó.

–Ok, gracias.

Cerró la puerta luego de irse. Tenía unos segundos para entender lo que sucedía.

Perdí la memoria. Él actuó como si yo lo conociera. ¿Quién habrá sido? ¿Mi novio? ¿Mi mejor amigo? Supe que era cercano a mí, pero no entendía cómo lo olvidé . Quería recordar, no resistía más sin comprender lo que estaba sucediendo.

Intenté sentarme colocando mis antebrazos en el colchón de la cama. No pude, me dolían demasiado los brazos y la cabeza. Me volví a recostar.

Entró Matías. Era lindo, no podía negar que cuando desperté y sonrió, me pareció muy atractivo, sentí atracción.

Noté que, mientras miraba la pared, él me veía a mí. Cuando se distrajo, comencé a verlo tratando de recordar algo, fue en vano. Sintió mis ojos sobre él y volteó a verme.

–¿Cómo me golpeé?

–Estábamos aquí, en mi habitación. Fui a la cocina a buscar algo para comer, cuando volví estabas mareada. Dejé el chocolate que traje en la mesita de luz rápido...– su voz se quebraba más en cada palabra– En serio, lo siento. Traté de agarrarte, pero te caíste. Perdóname– noté lo sincero que estaba siendo.

–¿Por qué me mareé?

–Antes de irme me comentaste que te dolía la cabeza, dijiste que seguramente era por la estufa. Insistí en apagarla, pero no me hiciste caso. Perdón.

–No me pidas perdón, tú no tienes la culpa. ¿Cómo llegué hasta aquí?

–Estábamos solos, estamos solos. Te desmayaste cuando caíste, te dejé en mi cama. Estuviste como quince minutos sin despertar. Llamé a mis hermanas por teléfono, pero no responden.

–¿Realmente hiciste eso por mi?– no podía creerlo, supuse que era porque para mí, en ese momento, era un desconocido.

–No iba a dejarte en el piso– rió.

–Entonces ¿Tú eres un amigo mío?– aún no comprendo.

–Algo así. Tú siempre me trataste como tu ídolo, aunque no entiendo por qué, sólo soy un chico. Me hablaste a través de internet.

Sentí que algo vibrando en mi bolsillo derecho, en mi bolsillo trasero de mi pantalón.

Saqué un celular, seguramente era mío. Me estaba llamando quien supuse que era mi madre, por como la había agendado, "mamá". Atendí.

–_____, bebé. ¿Por qué no atendías? ¿Lo viste? Vuelve– dijo una mujer, realmente desesperada, del otro lado de la línea.

Le di el teléfono a Matías. Definitivamente era mi madre, pero no sabía qué decirle.

–Hola, estoy con _____. Soy Matute– nuevamente la voz de ella, pero no comprendía lo que decía–. Cálmese, le diré que vaya– esta vez la voz se escuchaba más fuerte, mi madre le estaba gritando–. No atiende porque está en el baño, llame en diez minutos. Su hija está bien. –mi madre se calmó.

La cara de Matías se tornó calmada, pero aún tenía dejo de preocupación.

Acabó con la llamada.

–_____. No sabía cómo decírselo– me dijo, todavía tenía esa mirada que reflejaba sinceridad.

–No se va a enterar, seguramente la mujer te meterá en líos si sabe que es tu culpa. Bueno, así lo tomará, yo opino que no tienes nada que ver.

–Tienes que decírselo, _____, tengo que meterme en los líos necesarios, yo causé esto.

Lo abracé, era la persona más cercana que tenía en ese momento. Aún más cercana que mi propia madre. 

–Yo soy _____. ¿Cuál es mi apellido?

–_____ Van Houten. Tienes quince años, yo dieciséis.

–¿Tienes un espejo?

–Hay uno en la habitación de mi hermana ¿quieres verte?

–¿Puedo?

–Ven.

–Ya no me duelen los brazos, la cabeza sí.

Salimos de su habitación, había un pasillo que te dirigía a ambos lados. A la derecha, al final, había una puerta. Él se dirigió hacia allí y con un ademán me indicó que lo siga, entramos y al lado de una cama había un espejo.

Me vi. Tenía el pelo castaño claro, ojos verdes. No era ni muy alta, ni muy pequeña, era normal; aunque Matías era más alto. Era muy flaca.


No comprendía qué hacía Matías con alguien como yo, que no era en nada atractiva.

Recordándote. (Matute Lera y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora