[Prólogo]

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Era un día y una mañana como cualquiera... o al menos eso parecía, pues en ese día mi futuro cambiaría; sería el gran día en el que se tomara una de las mayores desiciones en mi vida. Lo podríamos llamar el principio del fin.

Mi vida era pacífica en lo que cabía dentro del sentido de la palabra, considerando que vivía luchando contra demonios irónicamente siendo hijo del rey del inframundo. Al paso del tiempo, progresando junto con el control de mis poderes, progresaba la confianza que me tenían mis compañeros de clase, de modo que me desarrollé casi como cualquier ser humano; mi vida pudo seguir como era antes hasta aquel día "cualquiera", el cual me dejó en una linea delgada que conllevaba la vida y la muerte.

Me encontraba durmiendo encima de mi escritorio (incluso babeando un poco por tener la boca abierta) mientras la clase continuaba, pues no había podido dormir bien y el cansancio terminó venciéndome, pero desperté algo sobresaltado debido a que pude escuchar los gritos alarmantes de alguien. Me erguí en mi asiento y miré a mi alrededor completamente desorientado; todos en la habitación estaban intercambiando miradas y no emitían palabra alguna intentando prestar atención a lo que sucedía, pues se notaba que quien gritaba en los pasillos fuera de la clase estaba diciendo algo, lo cual hizo a todos preguntarnos aún más la causa de todo esto.

—¿Qué pasa?—pregunto comenzando a tomar el hilo de la situación, sintiendo cómo el sueño que aún quedaba en mi sistema se iba con mientras volteaba mi mirada varios de mis compañeros esperando a que alguno me dijera algo.

Nadie me respondió. Al parecer todos estaban igual que yo, ya que la mayoría poseía una mirada de confusión y shock. Los gritos se escuchaban cada vez más cerca al igual que el sonido de puertas de clases aledañas abriéndose, todo esto sucedía en tan solo un momento; uno que daba el inicio de lo que marcaría mi vida

—Quédense aquí, no salgan ni intenten nada a menos que yo les diga—la profesora cerró el libro de golpe que tenía en la mano y después de ello se encaminó a la puerta para abrirla.

Antes de que ella alcanzara siquiera a tocar la manija de la puerta, esta se abrió de golpe, la profesora tomó algo de distancia y dejó a la vista uno de los miembros de la clase, Shima. Se notaba que había corrido como si su vida dependiera de ello o como si hubiera corrido un maratón de 10 kilómetros y su pelo estaba más desordenado de lo habitual, su mente parecía estar debatiendo entre sucumbir a un ataque de pánico y volver a gritar o hablar con claridad.

Tan solo me dispuse a cerrar el libro que tenía en mi escritorio y levantarme un poco de la silla algo asombrado por el asunto mientras esperaba como todos en la habitación lo que este tuviera que decir.

—¡Suguro...!—llamó con voz quebrada y algo agitada—No lo vas a creer, es horrible... yo...

—¿Qué te pasa? ¿Qué sucede?—preguntó Suguro algo confundido pero captando que algo serio estaba ocurriendo, notando el miedo en los ojos de su amigo.

—¿Shima?—intervino la profesora—¿qué sucede?

El pelirosa no respondió al instante. Le temblaban ligeramente las rodillas, por lo que se recargó en el marco de la puerta.

—¿Qué sucede? ¿Por qué tanto alboroto?—un par de profesores llegaron a paso rápido, primero mirando a Shima, quien más exaltado se veía y luego miraron a la profesora en busca de alguna explicación.

Shima tomó una respiración honda y volvió a hablar, esta vez con una voz más firme.

—Suguro... y, uh... profesores, creo que deben venir a ver esto—se pasó las manos por el ya alborotado cabello, dejando ver las raíces color café que debía retocar—. Yo no... yo ya no sé qué hacer.

Mientras decía esto dirigió brevemente los ojos hacia mi, pero los desvió con la misma rapidez. Por más breve que hubiera sido el contacto visual, supe que algo iba tremendamente mal y que de alguna forma yo estaba involucrado, ahora tan solo la pregunta que me rondaba por la cabeza era ¿qué había sucedido?.

—¿Puedes explicar qué pasa y cortar el suspenso de una vez?—se quejó Suguro mientras se levantaba de su asiento algo desesperado y se dirigía al grupo de personas que ahora lo esperaba.

—No quiero que nadie salga—la profesora repitió la antigua orden mientras se notaba que marcaba en su voz un tono alto—. A cualquiera que agarre fuera del aula al regresar...—dejó la amenaza incompleta.

—Es Konekomaru—fue lo último que escuchamos decir a Shima antes de que se cerrara la puerta.

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Esta apenas es mi primer historia ahhhh, espero sea de su agrado y más adelante subiré los siguientes capítulos ewe.

Saludos Jay

Saludos Jay☆

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Where there was fire, ashes remainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora