Prólogo

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—Te lo advierto. Llegas a tocarle un solo cabello y te aseguro que tu cara va a quedar más deforme de lo que ya está.

Ignorando la amenaza de su adversario, soltó una carcajada amarga y una cínica sonrisa se apoderó de su rostro.

—Quiero ver que lo intentes.

No bastó más que eso, para que todo entre ambos jóvenes estallara y comiencen una feroz pelea.

—Vuelvo a repetírtelo. Algo llega a ocurrirle y serás tú el que las paga.

— ¿Y quién dijo que yo quiero hacerle daño?

—No esperaría otra cosa de ti. Vete de aquí, antes de que me arrepienta de no haber acabado contigo cuando debí hacerlo.

Si bien desafiar a su oponente y fomentar su enojo le parecía divertido, prefirió obedecerlo, ya que tenía sus propios límites. Salió del oscuro callejón cabizbajo, sin decir absolutamente nada.


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