Estaba realmente harta de esto; sí, estaba harta de las clases de ética de la señorita Portter. Eran realmente aburridas, sin exceptuar que cada clase era un aburrido discurso sobre la vida y sobre nuestro futuro académico.
Solía torturarnos reiteradas veces con sus aburridas charlas, y exigiéndonos que estudiemos porque sino no seríamos nadie en este mundo.
De cierto modo, tenía razón. Pero por más que estuviese en lo cierto, no me agradaba bastante escuchar los mismos discursos dos veces a la semana, en las dos primeras horas de clase.
A decir verdad, no conocía mucho mi escuela. Estaba en ella desde primer año del secundario, ya que la escuela a la cual asistía con anterioridad había quedado en bancarrota. Yo y mi mejor amiga, Bea, nos pusimos de acuerdo para asistir al mismo instituto.
Cuando empecé en esta escuela, no tenía amigos y no conocía a nadie (a excepción de Bea); aunque no tardé mucho en conocer a Lucy, Alison y Hailey, quienes se volvieron nuestras mejores amigas.
Algo me interrumpió de mi profundo pensamiento; era Bea. Ella era parecida a mí en todo sentido, aunque creo que lo que más nos unía era nuestra facilidad para reírnos de todo sin explicación alguna.
—Idiota, ¿Me pasas la pregunta número uno? —preguntó señalando la pizarra, la cual estaba escrita con una letra bastante desprolija.
Oh, no. Como siempre, me distraje pensando en estupideces y olvidé las estúpidas preguntas que la muy estúpida maestra había copiado. No es que odie a la maestra, pero sus clases no me parecen demasiado útiles. Lo único que hace es dar sus aburridas charlas (las cuales nunca cambiaban de temática) y copiar preguntas en la pizarra, las cuales ni siquiera son legibles dado a su horrible letra de doctor.
Estaba a punto de decirle que no había hecho las preguntas, cuando la aguda voz de la maestra Portter me interrumpió.
—Muy bien, tienen diez minutos para terminar las preguntas y entregarlas. Esta tarea va con nota, así que el que no la entregue va a desaprobar.
Gruñí. Mi malhumor matutino iba empeorando.
Me resigné a no hacer nada. Después de todo, esta materia no era difícil de aprobar y estaba segura de que si me esforzaba un poco en las siguientes clases, conseguiría levantar la nota.
Mi mirada se desvió hacia la ventana y se perdió en ella. Eso era lo bueno de sentarse justo al lado de la ventana... Siempre que me aburriera, podría ver por ella un rato y escaparme un poco de la realidad. Esta tenía una maravillosa vista a el parque del colegio, el cual estaba repleto de árboles y de arbustos.
Continué mirando por la desgastada ventana de madera y mordisqueando mi lapicera, hasta que el timbre que indicaba que la hora había llegado a su fin sonó.
El resto de las clases transcurrieron de forma normal. Nuevamente, el timbre sonó y recogí mis cosas para irme a mi amada casa. Estaba feliz de salir del infierno de una vez por todas.
Una vez fuera del instituto, inhalé profundamente el aire fresco. El día no estaba muy feo que digamos. El cielo era de un profundo color celeste y estaba despejado. El único inconveniente era que una brisa helada recorría el ambiente, y yo no llevaba abrigo.
Caminé hasta la parada del autobús y me senté a esperarlo. Mi casa quedaba a unas quince cuadras de la escuela, aunque no tenía ganas de caminar. Es decir, ¿A quién le dan ganas de volver desde la escuela a casa caminando? De lo único que tenía ganas en ese momento era de comerme una hamburguesa gigante.
Unos 20 minutos después ya estaba llegando a mi casa. Iba a estar sola, ya que hoy mi madre debía trabajar hasta tarde, por lo tanto llegaría a las 19:00 pm.
Entré a mi casa y lo primero que hice fue abrir la puerta del jardín trasero, para que mi pequeña gata pudiese entrar. La tomé en mis brazos y comencé a hacerle caricias. Amaba a ese animal; la tenía desde mis ocho años, y le había tomado mucho cariño.
Luego de almorzar, me recosté en mi cama y tomé mi ordenador portátil. Estaba a punto de quedarme dormida, cuando un ruido proveniente de la habitación de mi madre me sobresaltó...
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Gatos & sombras
Novela JuvenilTodo en la vida de Susan Collins parecía ser normal, al igual que ella. ¿Podría eso cambiar de un momento a otro? Desde la llegada de dos misteriosos chicos al Instituto Green Hills, deberá descubrir secretos que influyen en su día a día y que parec...