Un día el desamor golpeó a mi puerta, le negué la entrada inimaginables veces, hice fuerza para que no entrara y hacía caso omiso a su presencia. Hasta que un día, insistente, quiso entrar sin consentimiento, una vez dentro, dejé que se instalara, asumí que llegó para quedarse.
Convivimos un tiempo largo, llegamos a conocernos muy bien y, lo mejor de todo, es que llegué a conocerme a mi misma; en la mañana nos levantábamos, tomabámos café y ocultábamos nuestras lágrimas y nuestras incesantes ganas de tirarnos en la cama y no levantarnos nunca jamás. Mientras me bañaba escuchaba mis lamentos y por las noches me consolaba y secaba mis lágrimas hasta quedarme completamente dormida. Compartimos tantas cosas, pero llegó el día de decirle adiós. Me enseñó muchísimas cosas de las cuales estoy muy agradecida, pero un viejo sentimiento esta golpeando la puerta para volver a entrar y le voy a dar ese lugar que se merece. Voy a volver a confíar en que no me va a traicionar, todos merecen segundas oportunidades, quizás tres. Bienvenido amor, un gusto encontrarte nuevamente en mi vida.