DIA 1

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Estamos a veintidós grados, en plena recta hacia la llegada del verano.  Parece que el tiempo no avanza. El reloj, sostenido sobre un clavo medio puesto por el nuevo sustituto del señor Jhon, Sebastian, parecía derretirse a cada click clack. Esta mañana decidí ponerme una camisa con un dibujo muy divertido, un Jedi sosteniendo una espada láser, que en realidad, es un cucurucho con dos bolas de helado. Cuando la vi, me enamoré de ella, al igual que las otras veinte que tengo apiladas en el armario. Llevaba en conjunto unos vaqueros cortos y unas deportivas blancas, sin calcetines. Luego me salen unas ampollas enormes. En serio, duele horrores.

Apenas han pasado unos meses desde que iniciamos el nuevo curso y ya superamos la veintena en clase. Tenemos el grupo A y B separados en diferentes aulas, y a mi suerte, me tocó en el mismo que estaban mis amigas, el A. Las mesas están posicionadas una al lado de otra formando así dos filas, en grupos de diez. Me tocó en la primera fila, justo enfrente del maestro. A mi derecha tengo a Jhonas, su nota media es de ocho y medio. Básicamente sus padres se lo compran todo. El otro día, llego a clase fardando de zapatillas nuevas, unas nike azul eléctrico. A mi me parecieron una tortura a la vista de cualquira.

A mi izquierda, está Sara. Siempre está dibujando, en cada hoja, en cada página. Pero a decir verdad se le da genial. Los más comunes son unos muñequitos que ella misma inventó, y les puso de nombre Flitens. Significa pequeños y peludos, según ella claro, aunque a mi me recuerdan más a unos kiwis con piernas.

-Tenéis que aprender a subrayar con colores. Ya sean esquemas, resúmenes o garabatos - comenzó a decir el profesor con esa voz ronca y molesta. -Luego a la hora de estudiar os será más fácil ¿de acuerdo? -.

Todos asentimos con la cabeza casi al mismo tiempo. Parecíamos unos zombies a punto de derretirse. Comenzó a sonar el timbre y todos nos pusimos en pie, arrastrando sillas y mesas. de la euforia por escapar de allí. El profesor intervino una última vez antes de quedarse solo en apenas unos segundos.

-Recordad que mañana tenéis que entregar el trabajo. Mikel, no te olvides de nuevo -. Suele suspender casi todos los exámenes. Sigue los mismos pasos que su hermano mayor, que a pesar de estar ya en tercero, ha repetido curso varias veces.

Me puse a ordenar los libros uno a uno dentro de la mochila. Pesaba tanto que sentía que me encogía a cada paso que daba, incluso caí de espaldas una vez bajando las escaleras de casa. Mientras todos salían corriendo y empujándose unos a otros, como si se tratara de una manada de gallos, preferí esperar a que estuvieran todos fuera y evitar cualquier empujón extra. Hay tres chicos en clase que no paran de meterse con todo el mundo, incluida yo. Un día, mi mochila terminó en lo alto de una ventana situada en las escaleras del pasillo. Tuvo que venir el conserje a bajarla con una escoba. Fue motivo de burla durante días. En otra ocasión, lanzaron el estuche por la ventana, a ver si eran capaces de acertar en la papelera del patio. Por suerte, los pilló el director.

- ¿Tienes el trabajo terminado? Yo no sé ni por donde empezar- Me dijo Sara.

-Si. Antes de ayer lo terminé y así tengo tiempo libre para leer unos libros que llevo pendientes hace meses- respondí, mientras cogía la mochila pesada e intentaba no caer en el intento. Ella no es de esas chicas que quieren saber de los demás o estar a la última como las populares de clase. Más bien, prefiere estar con sus dibujos, e ir pasando desapercibida. Sin molestar a nadie.

-Mañana nos vemos- me despedí de ella mientras bajábamos los escalones que daban a la calle. La única persona del instituto que puedo considerar amiga. Mis únicos aliados son los libros, mis queridos libros. Sin ellos, mi imaginación estaría oxidada por completo, no importa si son de aventura o de terror. Un libro es una historia más a la que viajar.

Llegué a casa, por fin, después de unos veinte minutos aproximadamente cuesta arriba. Días como estos se hacen eternos. Motivo por el cual siempre suelo llegar hambrienta. Cuando hay clase de educación física como última asignatura del día, podría comerme un buey entero. "Espero que hoy no haya lentejas"pensé mientras entraba en casa.

- ¡Mamá ya he llegado! – grité, buscando mi plato de carne.

-Tengo mucha hambre, ¿qué hay para comer? - le pregunté con la mano en el estómago, que rugía, como si tuviera una manada de leones sueltos correteando a sus anchas.

- ¿Mamá?, ¿Andrew? - Subí las escaleras hacia la primera planta. Andrew es mi hermano mayor. Vamos al mismo instituto, pero pocas veces nos juntamos al salir. Él ya está cursando tercero y como suele decir, ya es un adulto, pues intenta evitar que le vean con su hermana pequeña. Una chorrada. Escuché música en su habitación, como de costumbre, a todo volumen. No es que se escuchara fuerte por la casa, pero solo con acercarme a su puerta, el suelo comenzaba a vibrar. Al abrir la puerta, salió un potente sonido a heavy metal, retumbando por todas las paredes de la habitación. No había ni un solo póster al que no le faltara alguna chincheta. Andrew estaba tumbado en la cama, moviendo la cabeza de arriba abajo, con ese pelo largo que le tapa toda la cara.

-¡¡Hey Aila!!- me gritó, pero con la música así de alta no le escuchaba muy claro. -!!Mamá te ha dejado la comida en el microondas!!- gritó de nuevo, ahora un poco más fuerte. Levantó el pulgar de la mano derecha y me sonrió. Cerré la puerta, dejé la mochila en mi habitación y bajé a la cocina olfateando en busca de algo rico e intentando adivinar que era.

Abro el microondas, y me encuentro con un plato de macarrones con carne y algo de tomate por encima. Me encanta ese plato, aunque siempre le añado más tomate del que tiene. Me siento en la mesa y comienzo a devorarlo. Tenía toda la cara llena de tomate, cogí una servilleta, que estaba al lado del frutero en el medio de la mesa, y escucho que entra alguien en casa.

-Hola mamá, estoy aquí, en la cocina- digo levantando un poco la cabeza del plato. Sabía que era ella porque papá suele llegar alrededor de las diez de la noche.

-Hola cariño - dejó las bolsas de la compra en el suelo y sacó algo de una de ellas.

- ¿Entonces no querrás el helado de chocolate verdad? - Mamá siempre sabe lo que me gusta. Se sentó a mi lado y nos pusimos mano a mano con él. Le conté lo que habíamos hecho hoy en clase, al terminar, limpié los platos, ayudé a mamá a guardar la compra y me fui arriba a ponerme con el libro. Siempre es emocionante comenzar una historia nueva. Justo cuando estaba a punto de abrirlo, me interrumpe Andrew de un portazo.

-¡Escucha esto hermanita! - y comenzó a sonar un solo de guitarra que iba muy rápido. Desde su habitación, resonaban las notas por toda la casa, y mamá le llamó la atención. -que poco gusto teneis por la música- cerró la puerta y se le escuchaba cantar por el pasillo palabras que solo entendía el.

Abrí la primera página y olía a hojas nuevas.

DREAM. LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora