El suceso

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-¡¿Y QUE CREÍAS, QUE SOLO POR SER TÚ, ESTARÍA DETRÁS DE TI TODO EL TIEMPO?!- gritó mi mujer desde el balcón de MI casa mientras arrojaba cosas a la calle.

-¡OYE, NO LO SÉ, TAL VEZ PUEDE SER PORQUE ERES MI JODIDA ESPOSA, TAL VEZ POR ESO PERRA DESGRACIADA DE MIERDA!- Le grité mientras trataba de abrir la puerta.

-¡LÁRGATE O LLAMARÉ A LA POLICÍA!- Entró dentro de la casa, me imagino que para tomar el teléfono.

Empuje tan fuerte la puerta que se abrió, cuando entre noté que la puerta estaba siendo detenida por sillas, una mesita de centro y un armario que estaba en la cocina, la maldita estaba decidida a no dejarme pasar.

Al notar el sonido ella se asomó por la punta de las escaleras.

-Ahí estás perras- le dije con una voz intimidante.

Abrió los ojos como si hubiera visto al mismísimo diablo en personas, se dio la vuelta tropezando por las escaleras, la seguí, corrió por el pasillo hasta llegar a la habitación y cerrar la puerta. Forcejeamos con la puerta, la empuje y ella cayó a pie de la cama dándose un fuerte golpe en la cabeza, entré y le di una pata en la espalda.

-¡ESTO ES POR PUTA!- Le grité furioso.

-¡LO VOLVERÍA A HACER SI ME DIERAS LA OPORTUNIDAD!- Me escupió.

-¡MALDITA PERRA!- la abofeteé -¡¿SABES TODO LO QUE HE HECHO POR TI?!- la volví a abofetear.

-¡QUE HOMBRE, GOLPEANDO A UNA MUJER, PUTO ALCOHÓLICO DE MIERDA!- Gritó.

-CÁLLATE!- La tome de la cintura y la aventé sobre la cama.

Le di dos puñetazos tan fuerte que ni a mi hermano le hubiera dado en una de nuestras tantas peleas, podía sentir los cabellos arrancados entre mis dedos mientras ella gritaba desesperada que la soltara, le di un puñetazo en la boca del estómago y la deje sin aire.

Entre dientes y sin poder respirar dijo –Ma... marica-

Eso me enfureció -¡CÁLLATE DE UNA PUTA VEZ!-

La tomé del cuello y apreté, apreté tan fuerte que sus ojos se ponían en blanco y su color de piel cambió a un purpura rojizo, pataleaba y movía las manos tratando de quitar las mías de su cuello, pero todo eso fue en vano.

De repente... silencio, silencio absoluto, tranquilidad y calma.

Cuando regresé en mí, me di cuenta que había matado a mi esposa.

-¿mami?- dijo una voz sollozante.

Volteé detrás de mí y vi a una de mis hijas viéndome con terror y era algo sensato, acababa de asfixiar a su madre.

No sé si fui yo o el momento pero me limité a decirle que cerrara los ojos, lo hizo, le dije que no tuviera miedo, confió en mí, la tome entre mis brazos y con mi mano izquierda le tape nariz y boca.

Ella trataba de gritar y quitar mi mano de su rostro, yo lo único que hacía era llorar y decirle que todo estaría bien, que pocos segundos se reuniría con su madre y su hermana, que no se preocupara y que todo estaría bien. Solo cerró sus ojos y dejó caer sus brazos... estaba muerta.

Entre a la habitación de mi hija que seguía viva y la vi asustada, entre las cobijas.

-Todo terminó, lamento que hayas tenido que escuchar todo eso- le dije acostándome a pies de su cama, ella solo los recogió, como un intento de no acercarme a ella.

-¿y Ema?, ¿está bien?- preguntó.

-Si bebé, ella está bien, pero ahora papi necesita que te acuestes y te duermas ¿de acuerdo?- le dije mientras la arropaba.

Solo asentó con la cabeza y se dio la vuelta, ella siempre fue buena jugando fútbol, su habitación estaba llena de trofeos y estatuillas compensándola por su gran talento y uno de sus favoritos estaba al lado de su cama, lo tomé en mis manos... y lo estrelle en su cabeza, destrozándola de un solo golpe, no gritó, no hizo ni un solo movimiento. Ahora que lo pienso, ella era mi hija favorita y fui menos cruel con ella, acabe con su vida de un golpe seco, sin aviso y mi otra hija la asfixie al igual que su madre.

Sin caraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora