Sin cara

Nada pasó

Desperté en un cuarto de hotel, algunas drogas en el buró de al lado y la televisión encendida.

Tenía que bañarme, estaba lleno de sangre por lo pasado ayer, mi excusa fue perfecta con la chica del lobby, le dije que me había asaltado y me dio la habitación gratis, eso fue suerte.

Me tomé unas pastillas para despertar mejor y salí de ahí.

-Buenos días señor, ¿Cómo se siente?- dijo la chica del lobby.

-Bastante mejor, los golpes aún duelen, pero estoy bien- sonreí hipócrita-mente.

-¡Perfecto señor!, espero que su estadía en nuestro hotel haya sido de su agrado- me dio un ticket por una noche gratis.

-Gracias, lindo día- salí de ahí.

Tomé el auto, no estaba seguro de que hacer, si iba a mi casa estaría llena de policías buscando huellas y la verdad esto del crimen se me da muy mal... o sea, nunca había matado a alguien.

Fui al trabajo, hablé con clientes, era un día normal, incluso me sentía muy tranquilo.

Pasé por mi vecindario y todo estaba tranquilo... demasiado tranquilo, vi las cosas tiradas en la calle y el césped, pero todo normal. Estacioné el vehículo y salí.

-¡Vecino!- gritó el tipo de al lado, un tremendo cliché, gordo, calvo y barba.

-Hola vecino, ¿Cómo está?- dije bastante nervioso.

-Bien vecino, enfrentando la situación como todos los días... ¿y las niñas?, no las he visto en todo el día- dijo extrañado.

-Amm... su mamá dijo que había enfermado... de hecho vengo de la farmacia- le enseñe un bote con pastillas claramente de dudosa procedencia.

-Pues cuídelas vecino, se vienen malos climas- entró a su casa.

Sentí que mi corazón se salía del pecho, nunca supe mentir.

Entre y había un terrible desastre, subí y vi los cuerpos de las que alguna vez amé, pero no me pasa por la cabeza ningún sentimiento, sino que estaba preocupado por mí.

No sabía cómo desaparecer las o inventar una buena historia para esconder sus muertes.

Pero algo se me tendría que ocurrir.

Al terminar ese pensamiento escuche el timbre de mi casa.

-¿Diga?- pregunté.

-Hola, soy Mamá de Laura- Tocó la puerta otra vez.

Mi mente se llenó de duda y no sabía qué hacer, pero de algo estaba seguro... no iba a dejar testigos.