Capítulo 14

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Natsume suspiró pesadamente y tomó otro sorbo de su cerveza mientras miraba las estrellas. El frío viento nocturno no hacía mucho por calmar sus agitados pensamientos.

Sabía que lo correcto habría sido hablar con Youichi y dejar que él se encargara de su propia hermana, sin embargo, en el momento que entró en la residencia con Mikan en sus brazos la decisión de llevarla a la habitación del quinceañero quedó fuera de su mente y en cambio terminó acomodándola en su cama.

Ahora se preguntaba si aquello fue una sabia decisión. Luego de lo que sucedió lo último que quería era asustarla de nuevo.

Natsume dirigió una vez más su mirada hacia la joven.

Mikan dormía plácidamente sobre sus cobijas azules; su pálido rostro había recuperado algo de color y aunque en esos momentos aún tenía el ceño fruncido, sus temblores y gemidos se habían detenido hace tiempo. Su cabello castaño estaba esparcido a lo largo de la almohada, y sus delicadas manos se aferraban con fuerza a la delgada cobija con la que estaba arropada.

¿Qué podría haberla asustado tanto? Y ¿por qué había decidido ir al lago en vez de acudir a su hermano? Hasta donde había podido entender tanto ella como Youichi solían acudir el uno al otro cuando algo pasaba, entonces ¿por qué había preferido estar sola?

No lo entendía. Definitivamente no entendía lo que estaba sucediendo. Youichi parecía haberse cerrado nuevamente y en realidad no podía culparlo, por mucho que le hubiera molestado el quinceañero tenía razón. Había cosas que él no le había dicho a nadie, ni siquiera a su padre, cosas que estaban consumiéndolo, cosas que tenía miedo que si se las contaba a alguien entonces la forma en que lo veían cambiaría. No solo los recuerdos lo atormentaban a veces en las noches, sino también cada vez que asistía a los entrenamientos, cada vez que era forzado a cumplir una misión. Ciertamente, él mejor que nadie entendía sobre no querer hablar con alguien, pero eso no disminuía la frustración que sentía ante el silencio de Youichi.

¡Por todos los cielos!, se conocían desde hace dos años y aunque el quinceañero no era tan frío y cortante como en ese entonces, ciertamente no había dejado que otros se le acercaran demasiado. Ni siquiera Aoi, había podido traspasar aquella barrera con la que custodiaba firmemente su corazón y eso que era su novia. Sabía que para Youichi la relación con Aoi no era ningún juego o broma, de hecho, si alguien estaba cerca de traspasar aquella muralla era su hermana. Era por eso que no se había opuesto demasiado cuando anunciaron su relación. El quinceañero se preocupaba por Aoi. Aunque saber eso no había que su molestia disminuyera.

Exasperado se acabó de un trago la cerveza y se dirigió a la sala, dispuesto a intentar dormir, aunque solo fuera un par de horas.

*****

Mikan se despertó sobresaltada, empapada de sudor y con un grito atrapado en su garganta. Nuevamente había tenido pesadillas, aún podía sentir las crueles manos que la sostenían y el frío de la pared, aún escuchaba los gritos desesperados de Youichi, el sonido del vidrio rompiéndose y las malévolas palabras susurradas en su oído.

Se abrazó con fuerza intentando darse algo de calor, y fue entonces cuando sintió la afelpada cobija bajo sus brazos. Confundida parpadeó para alejar las lagrimas y sus recuerdos y se fijó en su alrededor. Estaba en una amplia habitación, similar a la suya, pero las paredes estaban pintadas de azul con negro, una alta biblioteca de madera clara estaba ubicada en una esquina, diversos mangas llenaban la mayoría de los estantes, junto con gruesos tomos de arquitectura y diseño; un sillón orejero de cuero blanco estaba junto a la biblioteca, las cortinas eran negras y estaban descorridas dejando entrar la luz del amanecer. Al otro lado de la habitación un portátil negro estaba sobre el escritorio de caoba, junto a una pequeña lampara.

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