Los médicos me dieron el alta, y me dijeron que tuviese cuidado, que no debía hacer grandes esfuerzos. Después de eso, Fernando y yo salimos del hospital.
— Gracias por apoyarme todo este tiempo, significa mucho para mi. —Le dije a Fernando con una amplia sonrisa en mi rostro.
— No es nada Ana, para eso estamos. —Me guiñó un ojo y me devolvió la sonrisa.
— ¿Cómo hiciste para no ir a clase? —Curioseé
— Le dije a mís padres que tenía a una amiga en el hospital, ellos supusieron que era Noelia o Paula y me dejaron venir. —Explicó Fer.
— Pues muchisimas gracias por cuidarme, eres muy buen enfermero. —Dije entre risas.
— Oye Ana, creo que tu y yo tenemos que celebrar algo. —Se paró. Puso ambas manos en mi cintura y me besó.
Cada vez que me besaba me hacía pensar.
Habia intentado toda mi vida no caer en el amor y para eso decidí no creer en él, pero empiezo a pensar que no podemos evitarlo. Siempre habrá alguien que te enamore con una sonrisa, que te haga temblar con una caricia y que te haga un poco más feliz con un beso.
Y ahora que sabía lo que se sentía, no quería dejarlo marchar. Porque cierto es que nunca habia besado a nadie con amor, hasta que llegó él. Y la sensación que provoca un beso suyo, aunque solamente me rocen sus labios, no es comparable a ningún otro.
— Eh, Pequeña no me asustes, despierta. —Decía sacandome de mís pensamientos mientras hacía el payaso. Reí.
— ¿Pequeña? No soy tan pequeña —Hice un puchero. Al ver mi cara comenzó a reirse.
— Lo sé, era por llamarte de una manera especial, pero sino te gusta te llamo de otra forma Anasaurio. —Continuó riendose, yo por el contrario estába horrorizada.
— ¿Anasaurio? ¡Ni se te ocurra llamarme asi! ¡Es horrible! ¡Me he imaginado con las manos cortas y el cuello como el de una avestruz! —Comenzamos a reírnos sin control alguno.
— No querras que te llame princesa ¿no? Sería... Raro. —Preguntó Fer.
— Si me dejas a mi llamarte princeso, me lo pienso. —Soltó una gran carcajada. Su risa era muy contagiosa, asi que no pude evitar reirme. — Pequeña no está tan mal. —Dije sincera.
— ¿Enserio? ¿No te enfadarás? —Dijo con cierto tono burlón.
— Enserio, no me enfadaré. —Respondí. — Yo puedo llamarte Ferni.
— ¿Qué? ¡Ni hablar! ¡Es horrible! —Dijo horrorizado, mientras yo lloraba de la risa.
— ¿A dónde vamos? —Dije cambiando repentinamente de tema y secandome las lágrimas de felicidad que tenía en las mejillas.
— A celebrar que tengo la mejor novia del mundo. —Sonreí. — ¿Qué te parece si nos damos una vuelta por Gran vía?
— Perfecto.
Al llegar a la parada del metro me quedé inmóvil. Recordé el dia que conocí a Fernando, el metro se paró. ¿Y si volvía a ocurrir?
— Yo te protejo, te lo prometo. ¿Vale? —Decía mientras me cogía la mano.
— Vale. —Acepté con temor.
Después de un rato largo, llegamos a Gran Vía. Yo estába tensa, aunque poco a poco me fuí relajando.
Nada más llegar, vi a un montón de gente, la mayoría paseando y la otra parte sacando fotos a todo ser vivo u objeto inerte.
Fuimos conversando animadamente hasta llegar al famoso edificio de "Sweeps". Era precioso, no el edificio, el momento. Minutos despues le estába besando en mitad de la carretera. Sentí como varias miradas se posaban en nosotros, pero no me importó.
— Te quiero. —Me dijo.
— Yo también te quiero. —Sonrió.
Continuamos caminando. Fuimos a la plaza mayor, al Kilómetro 0 y conocimos a un señor muy majo disfrazado de Bart Simpson.
Tras una larga tarde, volvimos a Vallecas. Pasamos por un bar-restaurante que por lo que pude comprobar, le gustaba mucho a Fernando.
— ¿Has probado alguna vez los entresijos y las gallinejas? —Negué con la cabeza. —¿Enserio? Venir a Vallecas y no probarlos es delito, venga, yo invito. —Me guiñó un ojo.
Nos sacaron un enorme plato. Cuando empecé a comerlas me quedé realmente sorprendida.
—¡Está buenísimo! —Exclamé.
— ¿A qué si? Y más en Vallecas —Sonrió.
— ¿A qué te refieres? —Curioseé.
— Es donde mejor lo preparan. —Comenzó a reirse.
Después de cenar, Fer me acompañó hasta casa, me dió un pequeño beso en los labios y se despidió.
— Buenas noches Pequeña. —Dijo sonriendome.
— Buenas noches Ferni. —Dije mientras le sacaba la lengua lo que provocó una sonrisa en su rostro.
Cuando entré por la puerta, antes de darme cuenta, mi padre me estába abrazando.
— No me vuelvas a hacer esto Ana. —Suplicó. — Pensé que te perdía.
— Tranquilo papá, no me voy a ir. —Le tranquilicé.
Tras el emotivo reencuentro con mi padre, fue directa a la cama. Estába realmente cansada.
Al entrar en mi habitación, vi que estába todo como yo lo habia dejado. Abrí la cama y en poco segundos me quedé dormida.
Hogar dulce hogar.

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Sola ante el peligro... O no
RomanceComo todas las grandes historias empiezan sin avisar y por casualidad, y esta no iba a ser menos. Yo soy Ana y esta es mi historia. Comienza un 7 de Septiembre, cuando nos mudamos a un pequeño barrio de Madrid llamado Vallecas, debido al trabajo d...